Hoy el pueblo judío arriba a un nuevo aniversario de la fiesta de Janucá, llamada también la fiesta de las luces. Celebramos el milagro ocurrido cuando los Macabeos rescataron el Segundo Templo de Jerusalén, que había sido grotescamente profanado por el Imperio Seléucida, y al tratar de prender la Menorá, otro de los símbolos sagrados del pueblo judío, solo se encontró aceite purificado para un día, pero en forma sorprendente y milagrosa ese escaso aceite duró ocho días.
En esa época, siglo II a.e.c., un personaje más en la historia quiso humillar al pueblo judío, ordenando la prohibición de la realización y desarrollo de su fe, de sus tradiciones, tratando de imponer su cultura helénica, y se estrelló contra un muro infranqueable construido de alma y materia, de oración y de fuerza, de espíritu y materia, que ha sido a través de los milenios la bisagra que ha permitido que el pueblo judío esté hoy presente, vibrante, y que el Estado de Israel sea una milagrosa y potente realidad.
En cuanto a la historia de Janucá, podemos decir que el conquistador Alejandro Magno, persuadido por sus asesores quienes eran enemigos de los judíos, cabalgó con su ejército inmenso a Jerusalén para destruir el Templo y a sus pobladores, por supuesto judíos. Estamos hablando del siglo IV a.e.c.; pero esa noche, antes de su llegada a dicha ciudad, se le apareció un ángel en un sueño y le dijo: “Yo soy el ángel que ha sido enviado por Dios delante de ti para conquistar para ti poderosos reinados. Ve a Jerusalén, y cuando estés allí y veas a un hombre vestido de blanco con mi aspecto y apariencia, te prosternarás ante él y todo lo que te diga habéis de hacer”.
Y así sucedió. Apenas Alejandro Magno llego a Jerusalén, a su encuentro salió el Sumo Sacerdote, cumpliendo Alejandro Magno la palabra del ángel, por lo cual en su reinado siempre hubo una relación de respeto y fraternidad con los judíos.
Lamentablemente, al morir sus generales empezaron a guerrear entre ellos, y dos siglos después llegó Antíoco IV Epífanes (años 175-164 a.e.c.), el personaje siniestro de nuestra historia, que nos recuerda que justo en aquella Judea que trató de pervertir Antíoco con sus dioses paganos ya hace casi 2200 años, lo que sería hoy en día Israel, Jordania y los territorios palestinos, se está librando otra guerra, una más, que pone de manifiesto el temple y voluntad inquebrantables del pueblo judío y el Estado de Israel de resistir, de defender e infligir al enemigo otra derrota más a ese afán perverso de imponer a sangre y fuego una visión radicalizada de su fe que, en caso de lograrlo, llevaría indefectiblemente a la humanidad a la barbarie.
En esa idea sesgada de la fe, la mujer no puede caminar sola, siempre debe estar acompañada de un familiar hombre adulto y por supuesto ir detrás; no puede manejar ni estudiar, y si lleva la burka en forma inapropiada a los ojos de la “policía de la moral” que hace las rondas por las calles de la ciudad, será apaleada o muerta por trasgredir las tradiciones y costumbres de los bárbaros.
A esos individuos los aplauden y manifiestan en su favor las feministas, los movimientos sociales por la liberación de cuanta cosa se les ocurra, los zurdos, los movimientos LGTBIQ+, etc., etc., es decir un desquiciamiento total que vemos en vivo y directo.
Ayer, al igual que hoy, nada impedirá (a pesar del profundo dolor por la masacre del 7 de octubre, de los rehenes que siguen en las catacumbas del horror y los ya 80 soldados caídos en Gaza) que el pueblo judío todo mantenga sus tradiciones, que festeje sus victorias y hazañas. Lo haremos con el corazón roto, pero palpitando siempre por ser parte de esa gloriosa e inigualable historia, de conmemoraciones y festejos, de llantos y alegrías, de caer y levantarnos. Eso, estimados lectores, es lo que espera el Creador de nosotros: que siempre nos levantemos, que así como hay luz hay oscuridad, que el ángel caído nos tratará de someter y corromper. Por eso, cada cosa positiva que hagamos en nuestra vida encenderá un poco de luz en esa inmensa oscuridad en que se ha convertido la humanidad.
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¡Mi gratitud por este magnífico artículo!