Ver más resultados...
P erteneciente a la kehilá venezolana, Mercedes Hachuel ha dedicado sus mejores esfuerzos al mundo del cine, lo que la llevó a mudarse a Los Angeles, Estados Unidos, hace casi tres años para continuar con su carrera como directora de arte en cine. En el coloso del norte, tuvo la oportunidad de asistir a las clases de personalidades del mundo del cine como Leslie Dilley, director de arte de películas como Star Wars, Indiana Jones o Alien. Desde entonces, se ha desempeñado en diferentes proyectos, desde largometrajes a comerciales y videos musicales.
Su periplo la ha conducido a trabajar en muchos proyectos con otros jóvenes de la comunidad judía latinoamericana, quienes, como ella, han emigrado para continuar su carrera artística en Los Angeles. Y sobre eso y su carrera nos habla en esta entrevista.
—¿Cuándo nace su inquietud por el cine? ¿Cómo llega hasta ahí?
—Desde siempre he sido una persona muy imaginativa y soñadora. Me gustaba leer muchos libros e imaginarme los mundos que los cuentos describían. Mi interés en el cine comenzó cuando me di cuenta de que a través de las películas se podían recrear esos mundos que estaban solo en mi cabeza, y no podía dejar de emocionarme cada vez que veía un carro volar, un jardín encantado o una casa embrujada. Me parecía hermoso y mágico, como el mundo de mis sueños. Ahí fue cuando descubrí que el cine era mi pasión.
—¿Cómo fueron sus inicios en el mundo del séptimo arte?
—Estaba cerca de graduarme de la universidad y, hasta el momento, lo más cercano al mundo audiovisual era que trabajaba en una agencia como creativo, generando conceptos y campañas publicitarias. Era un trabajo bastante divertido y creativo, como dice el mismo nombre, lo que me permitía expresarme y jugar con muchas ideas y propuestas. En Bendito Labs, la agencia, todas las producciones de comerciales las hacíamos in house, de forma que participaba tanto en la creación de los conceptos como en el posterior trabajo de producción y dirección de arte de los comerciales, pero yo quería formar parte de algo más grande. Quería hacer más que comerciales, participar en una producción de cine. Tuve la oportunidad de contactar a José Ramón Novoa y Elia Schneider, quienes en ese momento estaban en la pre-producción de la película Tamara, y así empezó mi incursión oficial en el departamento de arte para cine. Eso es lo que amo hacer desde entonces.
—¿Cómo ha sido su experiencia laboral en Estados Unidos?
—Me vine a Los Angeles a continuar mis estudios en cine. Durante mi carrera tuve la oportunidad de participar en varios proyectos audiovisuales de otros compañeros de clase, lo que me dio una introducción al mundo del cine profesional. Desde entonces, he participado en todo tipo de proyectos: desde comerciales para Delta, Toyota, Sacramento Community College; music videos como “Murder she Wrote” de Brian Puspos y “Waiting” de Captain E; cortometrajes como El astronauta, The Bride, The Cards, Voiceless Voices, A Cake for Lizzie; y largometrajes como He matado a mi marido. Lo que puedo decir con total convicción es que el mundo del entretenimiento es un trabajo tan serio como cualquier otro, con mínimo 12 horas al día de trabajo y con equipos que pueden ser de 10 a 150 personas o más, dependiendo del proyecto. Es difícil y hay mucha competencia, pero si sabes trabajar, eres talentoso y a la gente le gusta lo que haces, vas a triunfar.
—¿Qué balance hace del trabajo de los jóvenes judíos latinoamericanos con quienes ha trabajado en la industria del cine?
—Hay mucha movida en el mundo del entretenimiento por parte de los jóvenes judíos de Latinoamérica. Acá en Los Angeles he tenido la oportunidad de trabajar con muchos de ellos en varios proyectos: David Blankleider de Uruguay, Manuel Trotta y Michel Kreisel de Venezuela, Nitzan Levinson de Israel/México, y lo agradable es que todos nos adherimos a nuestros orígenes y los usamos a nuestro favor, permitiendo que nuestra cultura nos influencie abiertamente. De la historia que nos precede hemos aprendido la necesidad de expresarnos, de contar historias con mensajes contundentes de las que podamos aprender el valor humano, y creo que eso es lo que estamos tratando de hacer muchos en el mundo del cine en estos momentos.
—¿Cómo ha sido la experiencia laboral con estos jóvenes?
—Excelente. Es impresionante cómo el hecho de tener un trasfondo cultural común con otras personas puede mejorar la comunicación y el entendimiento. Cada uno de estos directores tenía en su cabeza sus propias ideas, pero estaban totalmente dispuestos a escuchar mis propuestas y a jugar con ellas para llegar a un consenso que fuera el mejor para la película. Fue un proceso divertido, trabajoso pero enriquecedor, y creo que en eso está la magia del cine. Todos estos proyectos tenían en común que hablaban, de una u otra forma, de la necesidad humana de comunicarse y ser entendido. En uno se narraba la historia a través de un padre y un hijo; en otro, por medio de una pareja; y la otra historia era la de una chica que, por tener ideas diferentes, no era escuchada. Juntos logramos contar nuestra historia y que el mensaje llegara a la audiencia, y esa es la meta final de cualquier película.
—¿Qué planes tiene en puertas?
—Hay varios proyectos acercándose, como el largometraje El paraíso, de Manuel Trotta, y finalmente la película Underneath, con Joel Novoa. También se encuentra en desarrollo el guion para el largometraje de El astronauta, gracias a la gran aceptación del corto, y estaré en ese proyecto en cuanto anuncien la fecha del rodaje.
—¿Qué le falta al cine venezolano para alzar vuelo?
—Venezuela tiene todo el potencial para hacer buen cine, e incluso tiene varias joyas bajo su manga. En los últimos años, películas como Tamara, Desde allá o Pelo malo han sido reconocidas internacionalmente. Venezuela necesita una mejor formación profesional para cine, dar oportunidades a nuevos talentos de tomar el mando, un mayor ojo crítico y gente dispuesta a escuchar, aprender y mejorar en el siguiente proyecto. Porque si algo hay en Venezuela es gente con talento, y lo que necesitan son las herramientas para que puedan hacerlo cada vez mejor. Hacer cine es una pasión, pero como toda pasión hay que cuidarla y trabajarla para poderla mantener. Si quieres hacer cine tienes que trabajar mucho, aprender y mejorar; si te gusta ver cine tienes que aprender a ser crítico, porque si no, nunca va a mejorar.
Redacción NMI