El grupo terrorista chiíta cometió innumerables atrocidades contra quienes se oponían, o parecían oponerse, al régimen de Bashar al-Assad
Alana Schetzer*
La eliminación por parte de Israel de los principales líderes del grupo terrorista Hezbolá, incluido su jefe Hassan Nasrala, fue lamentada por muchos musulmanes chiítas y celebrado por un número aún mayor de árabes sunitas.
Para los habitantes de la pequeña ciudad montañosa de Madaya, en Siria, la muerte de los jefes de esa organización terrorista fue especialmente importante. Madaya está ubicada a unos 40 kilómetros al noroeste de la capital Siria, Damasco, y a unos 52 km de la frontera con el Líbano.
Durante la guerra civil siria, la ciudad fue el escenario de uno de los ataques más crueles y despiadados de Hezbolá. Entre julio de 2015 y abril de 2017, Madaya fue sitiada por Hezbolá. El grupo proiraní había enviado a miles de sus combatientes desde el Líbano para apoyar al dictador sirio Bashar al-Assad en su lucha contra las fuerzas que se oponían a su régimen. La campaña se caracterizó por una violencia generalizada, incluyendo masacres y actos de gran crueldad contra los civiles.
En octubre de 2016, un millón de sirios estaban sitiados, según reportes de prensa, mientras que 4,5 millones necesitaban ayuda humanitaria. Hezbolá plantó unas 12.000 minas terrestres alrededor de Madaya, y creó 65 puestos de control con francotiradores para impedir que llegaran alimentos, combustible y medicinas a la ciudad y evitar que los residentes huyeran. Según testimonios de sobrevivientes, Hezbolá mató a niños, violó a mujeres y enterró personas vivas. Un trabajador del Comité Internacional de la Cruz Roja describió la situación de la ciudad como “un nivel colosal de sufrimiento”.
Una imagen de 2016 de Madaya, Siria, entonces bajo asedio de Hezbolá. Nadie podía salir y no se permitía la entrada de ninguna ayuda humanitaria.
(Foto: AFP)
Durante los 22 meses que duró el asedio, Madaya se convirtió en un auténtico infierno para sus habitantes y quienes se refugiaban allí, más de 20.000 en aquel momento, ya que la ciudad acogía gente de los pueblos cercanos que intentaban escapar del grupo terrorista.
Se produjeron brotes de enfermedades como fiebre tifoidea y meningitis, pero los dos médicos que había en la ciudad solo tenían los suministros más básicos en un único hospital de campaña. También faltaba acceso a agua potable, electricidad y productos básicos. En aquel momento, el director de operaciones de Médicos Sin Fronteras, Brice de le Vingne, indicó: «No hay forma de entrar ni de salir, se deja morir a la gente».
Hubo informes de residentes que recurrieron a comer hierba para sobrevivir, y de personas desesperadas que caminaban por el campo minado en busca de comida; muchos perdieron extremidades o la vida. Los hambrientos habitantes de Madaya fueron descritos como «esqueletos ambulantes».
Por ello, al conocerse el ataque contra miles de terroristas de Hezbolá en el Líbano y Siria mediante explosivos escondidos en sus buscapersonas y walkie talkies, atribuido a Israel, muchos sirios celebraron abiertamente la desaparición de quienes habían torturado y asesinado a sus familiares, amigos y vecinos.
Muchos recurrieron también a las redes sociales para expresar su satisfacción por la muerte del alto comandante de Hezbolá Hussein Ali Ghandur, en un ataque aéreo israelí en el distrito de Dahiyeh, al sur de Beirut, el 20 de septiembre. El activista sirio Ashakaki tuiteó: “Nadie debería preguntar a los residentes de Madaya por qué se regocijan hoy. Cuando uno de los asesinos se va, el mundo se vuelve mejor”.
Los sirios celebraron abiertamente la muerte del líder de larga data de Hezbolá, Hassan Nasrala, con fuegos artificiales. Ahmed al-Ali, quien perdió a muchos amigos a manos de los terroristas de Hezbolá, lo describió como “el día más hermoso de mi vida”
Una semana después, los sirios celebraron abiertamente la muerte del líder de larga data de Hezbolá, Hassan Nasrala, con fuegos artificiales. Ahmed al-Ali, quien perdió a muchos amigos a manos de los terroristas de Hezbolá, lo describió como “el día más hermoso de mi vida”.
Yasmine Muhamad dijo al enterarse de la muerte de Nasrala: “Considero que esta es una venganza por los miles de sirios asesinados por Hezbolá, el principal apoyo de Bashar al-Assad. Hezbolá cometió las masacres más atroces contra los sirios, y también fue culpable de la hambruna y el desplazamiento de miles de personas”.
La hambruna y el desplazamiento de los que habla Muhamad fueron un sello distintivo de la guerra de asedio de Hezbolá en Siria.
Hoy, si bien ha disminuido en intensidad, la guerra civil siria, que ya lleva 14 años, no ha terminado. Decenas de miles de terroristas chiítas apoyados por Irán, incluyendo a Hezbolá, siguen atrincherados en ese país, formando parte del “Anillo de Fuego” de Irán alrededor de Israel, que incluye a Yemen, Líbano, Gaza, Cisjordania (Judea y Samaria), Irán, Iraq y Siria.
Pero como demuestran las reacciones de muchos sirios a los ataques de Israel contra Hezbolá, no son solo los israelíes quienes han sufrido como resultado de la estrategia de agresión y expansionismo de Irán. Y muchos sirios, libaneses y de otros países, ya puedan decirlo públicamente o no, apoyarán a Israel para que termine la tarea de demoler a Hezbolá, una parte central del “Anillo de Fuego” de Irán.
*Analista política en el Consejo de Asuntos Judíos Australia-Israel (AIJAC).
Fuente: The Algemeiner (algemeiner.com).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.