E l concepto principal de Rosh Hashaná es maljuyot, aceptar a Dios como nuestro Rey. Este pensamiento es la conclusión de la plegaria central que representa la idea fundamental del día.
Hay dos elementos:
La Mishná relata la creación del hombre de la siguiente manera: “En la primera hora (del día sexto de la creación, es decir, Rosh Hashaná), Dios decidió crearlo; en la segunda hora se aconsejó con los ángeles; en la tercera juntó el polvo de la tierra del cual sería creado; en la cuarta lo mezcló; en la quinta lo convirtió en materia informe; en la sexta le dio forma; en la séptima le insufló el alma; en la octava lo puso en el Gan Edén (Paraíso); en la novena le prohibió comer del fruto del árbol del bien y del mal; en la décima el hombre pecó; en la undécima fue juzgado; y en la duodécima Dios se apiadó de él.
Así nació el concepto de teshuvá, queriendo significar que Dios nos permite remediar nuestros actos y volver al sendero correcto, anulando nuestros errores pasados. Dijo Dios al hombre: “Esta es una señal para tus hijos (descendientes): así como has estado delante de Mí en el juicio en este día y me apiadé de ti, así también tus hijos estarán delante de Mí en el juicio y me apiadaré de ellos'". Hashem creó un mundo con justicia, por eso fijó que el primer día del año fuera un día de juicio. Rosh Hashaná, es entonces, el día del juicio para todas las criaturas del mundo.
En Rosh Hashaná el hombre es juzgado de acuerdo a sus actos y sobre la base de los acontecimientos que le acaecerán en el año siguiente. Pero veamos cuán diferente es Hashem con respecto al ser humano. El hombre tiende a juzgar a sus amigos cuando desea apiadarse de ellos y a sus enemigos en su momento de enojo, para que no se salven del juicio. ¡Cuán diferente es Hashem! Él juzga a todo el mundo al mismo tiempo, incluyendo a los que trasgreden Su voluntad, solo en el momento de la compasión, en el mes de Tishrei, que está lleno de festividades y preceptos, para apiadarse de ellos.
El día siguiente a Rosh Hashaná, es decir el 3 de Tishrei (este año es el 5 de octubre) observamos un día llamado "ayuno de Guedaliá". Este ayuno fue ordenado por nuestros sabios para recordar el asesinato de Guedaliá Ben Ajikam, quien fue muerto por Ishmael Ben Netaniá a instigación del rey de Amón.
Tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por Nabucodonosor, miles de personas fueron asesinadas, y aquellos que quedaron con vida fueron exiliados.
Pero Nabucodonosor, rey de Babilonia, permitió a un pequeño grupo de judíos quedarse en Israel, y designó a Guedaliá Ben Ajikam como su gobernador. Aquellos judíos que se habían escapado a Moab, Amón, Edom y otros territorios vecinos, retornaron a la tierra de Israel y cultivaron áreas que el rey babilonio les otorgó. Ellos cuidaron sus viñedos y disfrutaron un nuevo respiro de las opresiones anteriores. Sin embargo, este respiro fue muy corto, pues el rey de Amón era hostil, y envió al judío Ishmael Ben Netaniá para que asesinara a Guedaliá.
A pesar de que a Guedaliá le advirtieron sobre las intenciones de Ishmael, él no lo creyó, pensando que eran sólo lashón hará (chismes), y está prohibido escuchar habladurías. Él recibió a Ishmael y le dio honores, pero Ishmael asesinó a Guedaliá y a muchos de los judíos que estaban allí con él, incluyendo al guardián que Nabucodonosor había dispuesto para su gobernador.
Aquellos judíos que se quedaron en la tierra de Israel temieron por la retribución inevitable del rey babilonio, y escaparon a Egipto. De esta manera, quienes habían permanecido en Eretz Israel después de la destrucción del Templo y el exilio fueron nuevamente dispersados, y la tierra quedó desolada.
Respecto de este ayuno nuestros sabios escribieron en el Talmud: "Esto nos enseña que la muerte de los justos es equivalente al incendio de la Casa de Dios, puesto que así como se ordena un ayuno para conmemorar la destrucción del Beit Hamikdash, también se ordenó un ayuno para conmemorar la muerte de Guedaliá" (Rosh Hashaná, 18b).
Los días comprendidos entre Rosh Hashaná y Yom Kipur son llamados los aséret yeméi teshuvá (los diez días de arrepentimiento). En estos días en que está todavía fresco en nuestro recuerdo el espíritu de Rosh Hashaná, debemos continuar lo iniciado en ese día, ya que para la mayoría de las personas el juicio divino continúa hasta Yom Kipur, como dijeron nuestros sabios en el Talmud: "El veredicto de las personas queda pendiente desde Rosh Hashaná hasta Yom Hakipurim; si tuvieron mérito son firmados para la vida, pero si no son firmados para la muerte" (Rosh Hashaná, 16b).
Refiriéndose a Yom Kipur, la Torá comenta: "Pues en este día (Dios) expiará por ustedes, para purificarlos de todos vuestros pecados; delante de Dios purifíquense" (Vayikrá -Levítico- 16:30).
Llama la atención el extraño lenguaje que utiliza la Torá. En primer lugar, ¿qué significa "delante de Dios purifíquense"? Evidentemente, quien se purifique lo hará delante de Dios. Además, después de que el versículo expresa que en el día de Yom Kipur Dios expiará por nosotros purificándonos de todos nuestros pecados, ¿por qué repite el versículo que debemos purificarnos delante de Dios?
También en las palabras del profeta Yeshaiahu (Isaías) encontramos un lenguaje singular, cuando habla de la búsqueda del camino del arrepentimiento, ya que en su libro escribe: "Busquen a Dios cuando Él se encuentra; llámenlo cuando esté cerca" (Isaías- 55:6). Aquí tampoco está clara la intención del profeta. ¿Es que acaso Dios está disponible en algún momento en especial? ¿Hay momentos en los que está cerca y otros en los cuales se aleja?
Respecto a este versículo, el Talmud (Rosh Hashaná, 18a) ya se había cuestionado hace más de 1500 años sobre su verdadero significado, llegando a la conclusión de que se refiere a los diez días comprendidos entre Rosh Hashaná y el Día del Perdón. La intención de Isaías sería enseñarnos que principalmente debemos intentar arrepentirnos en esas fechas, pues esos días poseen la particularidad de que Dios se encuentra más cercano a nosotros que durante resto del año, incluso más que en el mes de Elul, y por eso el profeta dice: "Busquen a Dios cuando Él se encuentra; llámenlo cuando esté cerca".
Siguiendo este camino podemos entender también el significado de las palabras del primer versículo citado, perteneciente al libro de Vayikrá: "Pues en este día (Dios) expiará por ustedes, para purificarlos de todos vuestros pecados; delante de Dios purifíquense". ¿Qué significa que debemos purificarnos “delante de Dios”? Antes del día de Yom Kipur, en los aséret yeméi teshuvá.
Mucha gente malinterpreta el concepto de pecado. Piensan que alguien que peca es una "mala persona". En realidad, la palabra en hebreo jet no tiene ninguna relación en significado con la palabra pecado. Jet aparece en la Torá refiriéndose a una honda que "erró en dar al blanco". ¡No hay nada inherentemente "malvado" respecto a esa honda! Más bien, ocurrió un error debido a una falta de enfoque, concentración o habilidad.
Esto mismo aplica a nosotros. Cuando nos comportamos de forma irresponsable o destructiva, simplemente hemos errado nuestro “tiro”. Cada ser humano tiene un alma, un pequeño fragmento divino que nos diferencia de los animales. Cuando hacemos algo mal, es porque la "voz" de nuestra alma se ha quedado temporalmente muda debido al rugido del cuerpo físico. Esta confusión es lo que nosotros llamamos yetzer hará. Pero nuestra esencia se mantiene pura; solo tenemos que hacer algunos ajustes y estaremos de vuelta en camino hacia nuestro blanco.
Esta es la idea de teshuvá, que literalmente significa "retorno". Cuando hacemos teshuvá examinamos nuestras formas de ser, identificamos en cuáles estamos mal, y "retornamos" a nuestro estado previo de pureza espiritual. En este proceso "retornamos" también hacia nuestra conexión con Dios.
Dice el Rambam (Maimónides): "No debes pensar que solamente te puedes arrepentir de pecados que dependen de una acción, por ejemplo la profanación del Shabat, robar, etcétera; la persona también debe buscar entre sus malos pensamientos y arrepentirse del enojo, el odio, los celos y la burla; de la persecución en pos del dinero y el honor; de todo eso hay que arrepentirse. Y estos pecados son más duros que los que dependen de una acción, pues desde momento en que el hombre se hunde en esos malos pensamientos, le es muy difícil alejarse de ellos.
La persona que se arrepiente no debe pensar que está lejos del nivel de los justos a causa de los pecados que cometió. Él es amado y agradable delante de Dios como si nunca hubiera pecado, y no solo eso, sino que su recompensa es muy grande, ya que ha probado el gusto del pecado, y a pesar de eso se alejó de él, controlando su impulso…" (Rambam, Hiljot Teshuvá, 7:3-4).
Tips para un buen ayuno
Fuentes: Judaismohoy.com , aishlatino.com y Séfer Hatodahá