Jaime Cohen Toledano
C on lágrimas en los ojos y en el corazón recibí, muy tarde, la noticia del fallecimiento del doctor Aquiba Benarroch Lasry (Z’L). Estaba de viaje y no pude acompañar a su familia.
Aquiba fue mi maestro en mis primeros pasos en el Sistema Educativo Comunitario, mi mentor en la AIV, y sencillamente mi amigo muy respetado, admirado y querido. Muy pocas veces, en nuestro paseo por la vida, encontramos a personas que tienen valor humano o bien, como lo óptimo que recomienda el Pirké Avot, personas que tienen lev tov, un buen corazón. Aquiba pertenecía a ese selecto grupo.
Siempre comprometido con su judeidad, mi muy querido Aquiba Benarroch inició en Marruecos su camino de buenas acciones a las que nos incita nuestra tradición. Profundamente orgulloso de nuestro “Árbol de vida”, amó y defendió los tres vértices que definen a cada judío: nuestro pueblo, nuestra Torá y nuestro Israel. Cualquier punto dentro de ese triángulo era un buen judío para Aquiba.
Con posgrados españoles en Obstetricia, Ginecología y Medicina del Trabajo, se instaló en 1949 en Tánger, Marruecos. Llegó muy joven a ser vicepresidente de esa comunidad, y aportó un considerable esfuerzo tanto en medicina como en administración eficiente. En 1956 tuvo importantes responsabilidades en la Aliá Bet, emigración clandestina a Israel. En 1963 se radicó en Casablanca, donde formó parte de la junta directiva de esa comunidad y alcanzó significativos cargos en hospitales públicos.
Llegó en 1973 a Caracas, donde revalidó su título y también obtuvo un posgrado en la Universidad Simón Bolívar.
Aquiba siempre pensó lo siguiente: cuando se tienen las capacidades y/o una posición que lo permite, no dar su tiempo para ocuparse de los otros es ser muy egoísta y estéril.
Recién instalado en el país, nunca dudó en continuar con su trayectoria comunitaria. Lo conocí en la Comisión de Educación de Hebraica en 1979, donde representábamos a la AIV. ¡Cuánta inteligencia, cuánta bondad dedicó siempre Aquiba para mi aprendizaje! Congeniábamos de tal forma que siempre llegábamos a las mismas conclusiones. Creo que nos entendíamos tan bien porque éramos muy disimiles en formación, pero muy similares en cuanto a valores.
Velábamos por la calidad de la educación. Definimos unos principios sencillos que guiaron nuestra acción:
1.- Nuestro colegio es un colegio judío.
2.- Queremos tener a un máximo de niños judíos (esto implicaba que nuestras materias generales debían ser mejores que las de la competencia).
3.- Necesitamos el equilibrio presupuestario.
En los períodos 1986-88 y 1988-90 Aquiba fue elegido presidente de la AIV. Tuve el honor y la felicidad de acompañarlo. Aquiba fue siempre muy constante y puntual (llegaba todos los días a las 8 am y dejaba la AIV a las 10 am), y muy eficiente en sus actuaciones. Todos los presidentes de la AIV que conocí dieron siempre la prioridad a la educación comunitaria. Aquiba mantuvo esa línea y la reforzó.
Como anécdota, recuerdo que en 1983, iniciando su gestión como presidente de la Policlínica Metropolitana, se encontró con un sistema informático inoperante. Dio un “ultimátum” al equipo de analistas y programadores, y lo que no se había terminado en años se concluyó en días.
También fue visionario. Daré unos pocos ejemplos, aunque hay muchos más.
Para la instalación, en 1987, del aire acondicionado en la Sinagoga de Maripérez, encontró oposición pero no claudicó; un ambiente más fresco permitió que los rezos de las grandes festividades fuesen más tranquilos y con mayor concentración. En 1988, a pesar de muchas críticas, Aquiba impulsó la compra del terreno del estacionamiento, que más tarde la AIV vendió ventajosamente. En 1987 Aquiba invitó al Rishón LeTzión Mordejai Eliahu. Teníamos varios problemas de índole religiosa con el kashrut y conversiones, que tuvieron una concisa respuesta.
En 1995 Aquiba fue presidente de la CAIV. Como era de esperar, se desempeñó con mucho éxito. Varios testimonios lo confirman.
Aquiba siempre valoró muy altamente nuestra hermandad con la UIC. Por esta razón, en la CAIV siempre se llegó rápidamente a acuerdos, defendiendo los intereses de toda la comunidad judía venezolana.
Pero me falta un componente principal de la personalidad de Aquiba: fue siempre un intelectual. Escribió gran cantidad de artículos sobre medicina y literatura, y recibió reconocimientos como el Premio de la Asociación de Escritores Médicos de España, en 1963.
Lector voraz, siempre fascinado por la historia judía y nuestra filosofía, Aquiba tradujo varios libros. Solo destacaré la obra Breves lecciones bíblicas, de Yeshayahu Leibovitz, joya imprescindible de mis sábados, con su explosivo comentario de la parashá. Aquiba también colaboró continuamente con nuestro periódico Nuevo Mundo Israelita.
En 1983 organizó un foro sobre la opresión con el filósofo francés Albert Memmi, que fue muy comentado y apreciado.
Qué orgullo tener un esposo, padre y abuelo de la estatura humana de Aquiba Benarroch. Me siento igualmente orgulloso de contarle como mi amigo.
Lamento que el torbellino de la vida me impidiese haber frecuentado mucho más a Aquiba y a mi apreciada Cota. Demasiado tarde uno descubre que el tiempo y la duración no son infinitos, y que las variables críticas son esas dos. Hubiese gozado más del buen carácter, de la inteligencia y empatía de mi amigo.
A toda su familia le digo: Min hashamaim tenuhamú, que del cielo les llegue el consuelo, y zijronó librajá, que su recuerdo sea bendición.