Este texto fue presentado por Thalma Cohen de Gruszka durante el acto de toma de posesión de la nueva Junta Directiva de la UIC, ocasión en la que se otorgó a su abuelo el título de miembro honorario con carácter póstumo
Mi abuelo nació en Dabki, en la Galitzia polaca perteneciente al Imperio Austro-Húngaro, el 4 de enero de 1904. Era el único hijo varón de June Kohn, y quedó huérfano de madre a los ocho meses de edad, pues ella murió durante una epidemia de fiebre tifoidea.
Tenía tres hermanas mayores, dos de ellas desaparecieron en la Segunda Guerra Mundial; él logró traer a la tercera, Dora Jaegerman, a Caracas con su familia, fue la madre de Willy Jaegermann. Una hermana menor, Paula, hija del segundo matrimonio de su padre, lo sobrevivió y vive en Nueva Jersey, Estados Unidos.
Mote vivió en la aldea de Rosh, a escasa distancia de la ciudad de Chernowitz, donde residía gran parte de su familia. A la edad de diez años quedó a cargo de su madrastra y hermanas, porque su padre fue envíado a luchar bajo la bandera de los Habsburgo en la Primera Guerra Mundial. Pero más bien fueron ellas quienes quedaron a su cargo, porque ensillaba el caballo y llevaba tabaco a los soldados que estaban atrincherados a varias horas de su hogar, y con lo que ganaba adquiría azúcar, que escaseaba, y la vendían en la pequeña tienda de abastos que los mantenía.
Al término de la guerra la familia quedó arruinada. La dote y la herencia de su madre, que como dije falleció el mismo año de su nacimiento, y que estaba guardada en un banco con la idea de pagar los estudios superiores de mi abuelo y sus hemanas, no alcanzaban ni para comprar un par de zapatos, porque la moneda se vino abajo con la derrota del Imperio Austro-Húngaro.
Mote, en contra de los deseos de su padre, decidió entrar como aprendiz en una escuela técnica y se graduó de tornero, lo cual le aseguró un sustento.
Desde muy joven se enamoró perdidademente de su prima hermana, Anna (Nulka) Wacher, hija de la hermana menor de su padre y la tía favorita de todos.
Hizo el Servicio Militar bajo la bandera de Rumania, Estado al que pertenecía, desde el fin de la guerra, la región donde ellos vivían; y a pesar de los maltratos a que eran sometidos los judíos en el ejército por el rabioso antisemitismo, él era respetado por su oficio, y llegó a ser el jefe del taller de armamentos, donde pudo ayudar también a otros judíos al darles empleo.
Con su amada Anna (Nulka), en 1932
En el año 1929, a orillas del Río Prut, le confesó su amor a Nulka —mejor dicho, Nulka lo alentó para que se le declarara—, y la instó a acompañarlo a América, porque la situación de Europa ya se había vuelto muy difícil para los judíos. Ni los padres de ella, ni las hermanas de él estuvieron contentos con ese compromiso. Unos y otras esperaban matrimonios que sirvieran para mejorar su situación económica. Ambos eran pobres, pero hermosos y de familias de “buen nombre” por su sabiduría, honestidad y generosidad, lo que a cada uno le habría facilitado conseguir un “buen partido”.
Mote partió a Venezuela, donde ya se encontraban sus primos hermanos Isack (Isiu) y Sigmund (Zigo) Kohn. Un año más tarde vendría su novia, con la que se casó a los cinco días de su llegada, el 5 de agosto de 1930.
Durante 17 años fue el maestro del taller de herrería de Hugo de Paoli, donde trabajaba de día y de noche, sábados y domingos para mantener su hogar y envíar dinero a ambas familias en Europa. Ya era padre de dos hijas, Marianne y Dita, cuando la situación de Venezuela empeoró con la muerte de Gómez; así que la familia se fue a Palestina a mediados de 1935, donde les esperaba aún peor suerte. Un año más tarde regresarían para empezar de nuevo. Poco antes de la Segunda Guerra Mundial, en mayo de 1939, les fue posible traer a los padres y el hermano menor de Nulka a Venezuela.
Una foto de su juventud
Para poder mantener a esta familia extendida, Nulka abrió la primera lavandería de Caracas (“Lavandería Las Flores”), que funcionaba en la parte trasera de su hogar, construido por él y un albañil que contrató en Las Flores de Puente Hierro, sobre un terreno que compró para pagarlo por partes al señor Francisco Scannone. La casa fue diseñada por Nulka, quien tenía definitivamente vocación para la arqquitectura y varias otras facultades artísticas y una visión progresista de Venezuela, aun cuando su salud dejaba mucho que desear desde muy joven.
En 1946, 17 años después de haber llegado al país y gracias a la ayuda financiera del negocio de Nulka, Mote se independizó y construyó su taller de herrería de Guayabal a Río. en el que trabajaría para arquitectos de la talla de Guinand y Villanueva. Muchas de sus rejas engalanaron las quintas más lujosas de las modernas urbanizaciones de Caracas, y aún adornan edificios públicos, como el Museos de Ciencias y la Galería de Arte Nacional.
Había terminado la guerra, y nueva familia vendría a establecerse en Venezuela. Los Wacher y los Jaegerman, llegaron y vivieron durante un tiempo en su casa ubicada ya en San Bernardino, que compró en 1947 y donde familiares más lejanos y otros sobrevivientes también comieron y durmieron por varios meses.
En 1949 nació su tercer hijo, Carlos (Junito). El 1º de diciembre de 1963 murió mi abuela Nulka, despúes de una larga y dolorosa enfermedad del corazón. A partir de los años 50 Mote estaba trabajando en Constructora Sambil, la empresa de su yerno Salomón Cohen Levy, y cuando enviudó se fue a vivir con su hija Marianne y su yerno Simón Beker.
Feliz con dos de sus nietos y unos amiguitos
Participó en todas las obras comunitarias, no tanto en cargos representativos o directivos sino formando en la parte de su realización, como al crear las rejas del panteón de la Unión Israelita en el Cementerio General del Sur, las famosas rejas del Colegio Moral y Luces —que más tarde fueron trasladadas a la sede de Hebraica—, la supervisión de la construción de la UIC, hacer colectas para el colegio y también para el naciente Estado de Israel.
Fue miembro fundador de la Unión Israelita de Caracas y de la B’nai B’rith, y en ambas instituciones desempeñó cargos directivos hasta pocos años antes de su muerte. Al cumplir 90 años de vida, la UIC lo homenajeó con el título de miembro vitalicio de su Junta Directiva.
Mi abuelo Mote no gozó de gran fortuna, pero se consideraba el más rico de los mortales porque estaba orgulloso de su familia, de su comunidad y de su linaje judío, según él “el más aristocrático de todos”, porque dependía del poder del espíritu y no de otros poderes de orden material que impuso el mundo gentil.
De lo que hizo en y para la B’nai B’rith debe quedar memoria en sus archivos. Fue de los miembros más antiguos de la Logia Caracas. Sus «hermanos» eran realmente sus hermanos, porque tenía mucho en común con ellos: su respeto por el intelecto y la rectitud moral, su sentido de responsabilidad para con su pueblo, y su forma de ser sobria y discreta, gentil y respetuosa, así como su generosidad para todas las causas de Israel y el pueblo judío.
Solía decir que habia nacido para ser “soldado”, y que prefería ver a sus amigos detentando los cargos de mayor envergadura, porque fue siempre un hombre modesto y nada ambicioso en el orden político.
Un cumpleaños familiar; aparecen sus nietos Roberto y Thalma junto a sus respectivos hijos
Como anécdota, puedo contar que él provenía de una familia de rabinos, pero cuando hizo su Bar Mitzvá se cortó las peyot, habló con su papá y le dijo que él no quería ser más religioso, a lo que su padre le respondió que en su familia cada generación había “bajado un escalón”. Mi abuelo replicó: “Si es así, a partir de mí van a empezar a subir”. Así, cada vez que alguno de nosotros se graduaba y se hacía profesional, y nos veía crecer con valores como familias judías, él sentía que había cumplido con la promesa que había hecho a su papá de “subir un escalón”.
Vivió para ver 13 nietos y 29 bisnietos, y no solo reconocía a cada uno de ellos y sabía sus nombres, sino que hasta sus últimos días los trataba individualmente, conociendo sus personalidades y afinidades.
Murió el 24 de abril de 1994, rodeado de sus descendientes, quienes tendrán de él los más hermosos recuerdos porque fue un hombre amoroso, dedicado, probo, positivo y generoso, del que todos aprendimos las más importantes enseñanzas para hacer de la vida algo realmente valioso y digno.
Basado en la biografía escrita por mi tía Marianne Kohn-Beker Z’L.