D esde que no pude tan siquiera despedirme de mis adorados nietos, hace poco menos de una semana, mi cabeza y mi corazón maquinaron la idea de compartir con ustedes, queridos lectores, este sentimiento de nostalgia y tristeza que nos embarga cada vez que la hora de la despedida se acerca y, aún más, la terrible sensación y el cosquilleo en el estómago que desde una semana antes de la partida ya se apodera de nuestro cuerpo, nublando nuestros ojos y nuestra mente sin poderlo controlar.
En esta circunstancia que muchos vivimos en la actualidad, definitivamente hay dos maneras de visualizar la situación, y que nos afecte más o menos la distancia y la separación de esos seres a los que volcamos por entero y sin condiciones nuesro cariño, nuestros mimos y la paciencia y dedicación que quizá con nuestros propios hijos no tuvimos.
La primera es aquella en la que el raciocinio y la objetividad te llevan al conocimiento certero de estar en lo correcto, desde el instante en que en pro de tus nietos y de su desarrollo integral como seres humanos, sin duda alguna la mudanza de país y de medio ambiente implicará un cambio positivo y pleno de ventajas estructurales.
Por desgracia, en los momentos actuales de nuestro país, las oportunidades de poder garantizar a nuestros nietos un futuro promisorio como el que en el pasado pudimos brindar a nuestros hijos, se encuentran prácticamente cerradas hasta nueva orden, y esta es una razón de peso que justifica la opción de emprender vuelo hacia nuevos horizontes.
Siguiendo en la tónica de lo racional, las ventajas en cuanto a comunicación inmediata alrededor del mundo nos permiten, afortunadamente, conectarnos con nuestros seres queridos en cuestión de segundos, creando un lazo virtual que nos permite seguir de cerca los acontecimientos familiares de manera fascinantemente mágica. El FaceTime, las llamadas de WhatsApp, Skype, etc. son las herramientas por las cuales los nietos se acostumbran a interrelacionarse con sus abuelos, los padres con sus hijos, y así sucesivamente todos nuestros seres queridos se trasforman en imágenes virtuales de las cuales disfrutamos más o menos tiempo, dependiendo de la calidad del WiFi que utilicemos.
De esta manera, lo racional te apoya en la idea de sentir tranquilidad a pesar de tu dolor por la distancia. La ilusión de saber que nuevas oportunidades se abren para tus hijos y para tus nietos, ilumina tu mirada hacia un mejor futuro para ellos. Que un sistema seguro de salud, educación y calidad de vida óptima se convierten en consuelo para aquietar tu tristeza, y la soledad que se apodera de ese hogar donde el espacio físico se hacía pequeño para abrigar en algarabía y regocijo a todos tus hijos y nietos alrededor de tu mesa.
Como reza el Salmo 128: “Un cántico de las ascensiones. Dichoso es todo el que teme a Dios, el que anda en sus caminos. El fruto del esfuerzo de tus palmas cuando lo hayas de comer, dichoso y bueno para ti será. Tu mujer como la vida fructificará. Desde los interiores de tu casa tus hijos como retoños de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre temeroso de Dios”.
¡Qué bendición fue haber logrado reunir a todos mis hijos y nietos alrededor de mi mesa por tantos años! No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. Pero la realidad te marca otras pautas de vida, y te obliga a fortalecerte e intentar mirar con “beneplácito” la separación de tus seres queridos, por un futuro mejor.
Mientras ese futuro promisorio llega, el presente se hace lánguido y difícil. Dificil para el que se va y más difícil para el que se queda, recordando lo que fue y ya no es.
No hay herramienta tecnológica que suplante el beso y el abrazo de un nieto, que con su ternura llena tu vida de ilusión y renovadas fuerzas. No hay Skype que rompa la barrera de la distancia y te permita consentir y mimar sin límites a esos niños que Dios te regala, para volcar en ellos ese amor sin condiciones ni medida, con la paciencia y el aplomo que los años y la experiencia nos dejaron como padres, y que ahora la vida nos brinda como una segunda oportunidad para disfrutarlos sin tener que educarlos.
Definitivamente, un trago amargo con el que debemos aprender a vivir y lidiar quienes por desgracia —creo que una inmensa mayoría— nos tocó experimentar esta difícil situación, alzando nuestra mirada al cielo para implorar que todo este sufrimiento, todo este sacrificio de tener que renunciar al goce de ver crecer a tus nietos junto a ti, sean para el bien de ellos; y que en un futuro no muy lejano veamos los frutos de ese inmenso esfuerzo emocional al cual nos sometemos con la separación de nuestros seres queridos.
Solo le pido a Dios que donde estemos nos encontremos bien, y que tengamos salud y fuerza física para intentar reunirnos todas las veces que sea posible y así poder disfrutar plenamente de lo que, por ahora, la vida nos niega, por las circunstancias en las que esta realidad que vivimos nos obliga a separarnos.
Que Dios cuide y proteja a todos los hijos de Israel, donde sea que se encuentren, y que pronto venga la Gueulá que termine con este difícil Galut, para volver a reunirnos todos en Eretz Israel.
Amén… ¡pronto en nuestros días!