T ras el revuelo causado por su voto a favor de la resolución de la Unesco que ignora los vínculos del pueblo judío con Jerusalén, el gobierno mexicano anunció su disposición a cambiar ese voto por abstención, y solicitó a la Unesco un nuevo sufragio.
Sin embargo, los países occidentales negaron esa posibilidad, ya que constituiría un mal precedente; entonces México publicó una declaración, indicando que ha cambiado su punto de vista debido a la preocupación de que la resolución resulte ofensiva y sesgada contra los judíos. Brasil, quien también había votado a favor, emitió un comunicado similar en el que señaló que “encontraría difícil” apoyar la resolución en su forma actual en futuras votaciones.
A pesar de retractarse, la cancillería mexicana despidió a su representante ante la Unesco, Andrés Roemer, quien es judío y había manifestado su desacuerdo con la posición de su gobierno retirándose del recinto durante la votación, y dejando encargado a su asistente. El gobierno mexicano explicó su decisión sobre Roemer, alegando que se debió a que el funcionario “no había informado diligentemente y con meticulosidad el contexto en que ocurría el proceso de votación, por participar a los representantes de otros países sobre el sentido de su voto, y por hacer públicos documentos y correspondencia oficial que está sometida al secreto”.
Roemer declaró luego al canal 2 de la televisión israelí que “La resolución fue una combinación de ignorancia con antisemitismo y política antiisraelí. Se considera políticamente correcto votar contra Israel sobre la situación [con los palestinos], y así es en todo el mundo. El antisemitismo se basa en una gran ignorancia. Necesitamos más educación para enfrentarlo”. Roemer agregó que ningún funcionario israelí se había comunicado con él antes de expresar su punto de vista sobre la posición de su gobierno.
Para hacer más turbio el asunto, según el periodista mexicano Joaquín López Dóriga el presidente de ese país, Enrique Peña Nieto, presuntamente habría ordenado que México se abstuviera, pero esas instrucciones no le habrían sido trasmitidas a Roemer.
Al día siguiente de la votación del 13 de octubre, Israel anunció que suspende todo tipo de colaboración con la Unesco, señalando que la resolución sobre Jerusalén fue una “capitulación” ante lo que calificó como el “terrorismo diplomático” de los palestinos en la ONU.
La ministra israelí de Cultura, Miri Regev, declaró: “Si ese es el estándar de la Unesco, todos los sitios que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad deberán juzgarse por él. Asumir la infundada y falsa narrativa de los palestinos, considerando los hechos históricos, sume a la Unesco en el ridículo”.
El líder de la oposición de centro-izquierda, Isaac Herzog, escribió en Facebook: “La Unesco traiciona su misión y le da un mal nombre a la diplomacia y las instituciones internacionales. Cualquiera que quiera reescribir la historia, distorsionar los hechos e inventar la fantasía de que el Muro Occidental y el Monte del Templo no tienen conexión con el pueblo judío, está diciendo una mentira terrible que solo sirve para incrementar el odio (…) En este tema no existen desacuerdos en el pueblo de Israel. Insto a la Unesco a retirar esa resolución estrafalaria y dedicarse a proteger, no distorsionar, la historia de la humanidad”.
El diputado de la Knesset Micki Levy, del partido centrista Yesh Atid, calificó la decisión como “la más absurda y antisemita posible”, y agregó: “¿Qué viene después? ¿Decir que los católicos no tienen relación con el Vaticano, o los musulmanes con la Kaaba en la Meca?”.
Con información de The Jewish Press, Haaretz, Israel Hayom, i24News y Enlace Judío (México)