El Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, declarado por la ONU, es momento propicio para examinar algunas variantes que el antisemitismo —esa antigua y perversa obsesión, también conocida como judeofobia— asume en la actualidad, con sus consecuencias inevitables: calumnias contra todo un pueblo, violencia contra sus integrantes y demonización del Estado judío
Sami Rozenbaum
Según la ya clásica obra del historiador Edward Flannery, el antisemitismo —el odio sistemático contra el pueblo judío y sus manifestaciones religiosas, institucionales y culturales— existe desde hace al menos veintitrés siglos, habiéndose originado durante la época helenística. Desde entonces este prejuicio, que puede considerarse en la terminología contemporánea como una mitología de la conspiración (la más mortífera de todas), ha mostrado su capacidad para adaptarse a todas las épocas y lugares.
En los medios de comunicación y redes sociales pueden encontrarse numerosos ejemplos del antisemitismo actual, lo que permite verificar que, además, las antiguas formas de odio conviven con las nuevas. Lamentablemente, el siguiente resumen no es exhaustivo.
Mitología de los Protocolos y seudohistoria
A partir de la Encíclica Nostra Aetate, promulgada por la Iglesia Católica durante el Concilio Vaticano II (1962-65), se eliminaron las prédicas y prácticas litúrgicas que acusaban al pueblo judío por la muerte de Cristo (deicidio). Posteriormente, el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (1992) también excluyó tales nociones. Hoy en día, las autoridades eclesiásticas condenan cualquier expresión antijudía emitida por algún creyente, o incluso sacerdote, no adaptado a esta nueva visión del mundo.
Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa no se rige por las disposiciones del Vaticano, por lo que en su seno pueden encontrarse esas expresiones. Un ejemplo es el artículo publicado en 2017 por el portal Russia Beyond titulado “¿Fue un ritual el asesinato de los Romanov?”
A pesar de que en general el antisemitismo de la ultraderecha es objeto de repudio, y de que existe amplia legislación contra sus manifestaciones, sigue representando un grave peligro para las comunidades judías, sobre todo en Europa y Estados Unidos
El texto hace referencia al fusilamiento del último zar de Rusia, Nicolás II, junto a su familia, por parte de los bolcheviques en 1918. El obispo Tíjon, que el artículo tan solo identifica como “un influyente funcionario de la Iglesia Ortodoxa Rusa”, declaró durante una conferencia dedicada a la muerte de la familia real: “Somos muy serios acerca de versión de un asesinato ritualista. Muchos miembros de la comisión de la Iglesia [por la investigación del asesinato de los Romanov] no tienen dudas de que el asesinato tuvo un carácter ritual”.
El autor del artículo comenta:
Esta declaración causó un gran revuelo, ya que algunos la interpretaron como una sugerencia de naturaleza antisemita sobre esos trágicos acontecimientos, por lo que el obispo Tíjon ofreció algunas aclaraciones. Como señaló, “incluso después de su abdicación, el emperador siguió siendo una figura simbólica y sagrada”. “Los bolcheviques y sus diferentes partidarios no eran para nada ajenos a tipos de simbolismos completamente inesperados y variados”. Él negó vehementemente cualquier interpretación antisemita de sus palabras. Pero la frase “asesinato ritual” estaba destinada a avivar estos comentarios a pesar de las objeciones del obispo. Se debe al hecho de que la versión del asesinato ritual se propuso poco después del asesinato y en aquel momento tuvo un claro sentido antisemita.
El artículo explica que esa leyenda la crearon en 1919 los investigadores del magnicidio, quienes “procedían de las filas de los opositores políticos a los bolcheviques, los blancos. El periodista británico Robert Wilton, quien estuvo cercano a la investigación, escribió en su libro, publicado años más tarde del luctuoso hecho, sobre ‘inscripciones cabalísticas’ [es decir, las pertenecientes a los rituales esotéricos ocultistas originados en el judaísmo] que se encontraron en el sótano de la casa de Ekaterimburgo donde los Romanov fueron asesinados”.
Posteriormente, un presunto “emigrado ruso” de nombre Mijaíl Skariatin habría declarado que logró descifrar el “mensaje oculto” en esos “símbolos”: “Aquí, por orden de las fuerzas secretas, el zar fue sacrificado por la destrucción de Rusia. Todas las naciones están informadas sobre esto”. Las “fuerzas secretas» en este caso representaban a los judíos que supuestamente aspiraban a generar el caos para lograr la dominación mundial.
El régimen chiíta abrazó desde sus comienzos el negacionismo del Holocausto, al considerar —de manera muy simplista, como tantos otros antisemitas— que la única razón de ser de la creación del Estado de Israel fue la Shoá
Aquí puede identificarse claramente la mitología difundida en Rusia —y luego en el resto del mundo— por Los Protocolos de los Sabios de Sión, ese nefasto libelo creado por la policía política zarista para descargar la ira popular en los judíos, y que luego inspiraría buena parte del contenido de Mein Kampf, el manifiesto ideológico de Adolfo Hitler. En efecto, el artículo citado continúa diciendo: “Este ‘descubrimiento’ fue luego popularizado por aquellos círculos en la emigración rusa que simpatizaban con los nazis”.
Una búsqueda en Wikipedia indica que el obispo Tíjon es Gueorgui Alexándrovich Shevkunov, obispo de Yegórievsk, vicario del Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, abad del Monasterio de la Visitación de Moscú, rector del Seminario Espiritual de la Visitación, y secretario responsable del Consejo del Patriarca para la cultura. Según el portal aleteia.org, se trata nada menos que del “padre espiritual” y confesor de Vladimir Putin.
No cabe duda de cuáles son las intenciones del obispo Tíjon y de Russia Beyond al resucitar esta centenaria fábula sobre el asesinato de los Romanov. El artículo aplica una táctica muy útil para propagar mitos, que también se observa, por ejemplo, en los programas seudocientíficos y seudohistóricos de Discovery Channel: se plantea una idea, muchas veces en la forma de pregunta (cualquier cosa como “¿Está embrujada la Casa Blanca?”, “¿Construyeron los extraterrestres el Templo de Abu Simbel?”, o “¿Fue un ritual el asesinato de los Romanov?”). Luego se desarrolla una respuesta, para posteriormente suministrar información que permite descartarla. Pero la idea ha sido sembrada con tan solo formular la pregunta, y siempre habrá un público susceptible para asumirla y difundirla. En este caso, la idea es: “Quienes asesinaron a los Romanov fueron cabalistas que formaban parte de la conspiración judía para dominar el mundo”.
No importa cuán absurdo resulte. Prepárese, lector, para leer sobre los bolcheviques cabalistas en algún hilo de Twitter.
El obispo Gueorgui Alexándrovich Shevkunov, conocido como Tíjon, en la foto con su “hijo espiritual” Vladimir Putin, intenta revivir viejas leyendas antisemitas
(Foto: Wikipedia)
La mitología de la ultraderecha se reinventa
Por ultraderecha se entiende por lo general a los movimientos neonazis/neofascistas. Tras el Holocausto, estos grupos se han concentrado en negar, minimizar o banalizar la realidad del exterminio en masa de los judíos, mientras que por otra parte, en forma contradictoria, lo justifican.
Cada vez hay más jóvenes que adhieren a esta tendencia y la promueven en las redes sociales; muchos pertenecen a grupos étnicos que habrían sido considerados inferiores y por ende candidatos al exterminio por el régimen nazi, como los latinoamericanos, lo que no les resta virulencia en sus opiniones.
Varios atentados letales contra instituciones e individuos judíos han sido llevados a cabo por neonazis, como el de la sinagoga de Halle, Alemania, en 2019. Los neonazis europeos se expresan cada vez en forma más abierta, como las multitudinarias marchas que han organizado en los países escandinavos durante los últimos años.
Una tendencia más reciente es la asociada a los llamados MAGA (Make America Great Again, “Hagamos a Estados Unidos grandes de nuevo”), fanáticos del ex presidente norteamericano Donald Trump, quien nunca condenó o se distanció de los supremacistas blancos, a pesar de tener nietos judíos y de sus innegables simpatías por Israel. Durante la reciente toma violenta del Capitolio Federal en Washington, resultaron notorias las expresiones antisemitas de los invasores, así como las prendas de algunos de ellos, como la de “Camp Auschwitz”.
Para esta nueva ultraderecha, el mayor enemigo de la libertad es el “globalismo” representado en EEUU por el Partido Demócrata, cuya dirigencia, según ellos, es pedófila e incluso antropófaga, y forma parte de una conspiración controlada por personajes como George Soros y la familia Rothschild, todos ellos judíos; es, entonces, una nueva vuelta de la mitología de los Protocolos.
A pesar de que en general el antisemitismo de la ultraderecha es objeto de repudio, y de que existe amplia legislación contra sus manifestaciones, sigue representando un grave peligro para las comunidades judías, sobre todo en Europa y Estados Unidos.
Uno de los vándalos que invadieron la sede del Congreso de los Estados Unidos el 6 de enero de 2021, vistiendo un suéter que decía “Camp Auschwitz”
(Foto: insider.com)
La mitología judeofóbica chiíta
Según Meir Litvak, investigador del Centro Dayan para Estudios de África y el Medio Oriente y profesor titular en el Departamento de Historia del Medio Oriente de la Universidad de Tel Aviv, el antisemitismo ha formado parte esencial de la “Revolución Islámica” desde su concepción:
Fue el Ayatolá Jomeini, fundador y líder de la República Islámica, quien hizo del antisemitismo una herramienta central de la ideología islámica de Irán. Ya en la primera página de su libro más importante, Velayat-e Faqih: Hukumat e-Eslami (“La autoridad del jurista: el gobierno islámico”), Jomeini sostuvo que, “desde sus comienzos”, el Islam “se vio acosado por los judíos”, ya que fueron ellos quienes impulsaron la propaganda antiislámica y se involucraron en toda clase de “complots” contra los musulmanes. Como prueba de la maldad de los judíos, Jomeini solía recitar párrafos del Corán en que se los describe como inmersos en el pecado y como destinatarios de los retos divinos a causa de sus iniquidades. De acuerdo con Jomeini, judíos y cristianos en tiempos modernos, al igual que sus ancestros en los tiempos del profeta, también conspiraron contra el Islam, tratando de hacer tambalear la característica más importante del Islam, que es la de constituir un sistema legal total y abarcador para el gobierno de la sociedad y el Estado. A fin de lograr este objetivo, los judíos se unieron a otros grupos que eran “aun más satánicos que ellos mismos” a fin de facilitar la penetración imperialista de Occidente en los países musulmanes.
Así, la posición del régimen de Teherán es manifiestamente antisemita, lo que se refleja en su condena al Estado de Israel, que según los ayatolás es la culminación de la “agresión occidental contra el Islam”.
La animadversión hacia Israel fue eficazmente insuflada por Moscú en todo el imperio soviético y en la izquierda internacional; así nació el moderno antisionismo, nuevo ropaje, más “aceptable”, de la judeofobia
Como parte de esta cosmovisión, el régimen chiíta abrazó desde sus comienzos el negacionismo del Holocausto, al considerar —de manera muy simplista, como tantos otros antisemitas— que la única razón de ser de la creación del Estado de Israel fue la Shoá. Así, al afirmar que el genocidio nazi nunca ocurrió, pretende deslegitimar la existencia misma de Israel.
De hecho, el Irán de los ayatolás es el único Estado que aboga abiertamente por destruir a Israel. Ello se refleja en su permanente prédica sobre “borrar a Israel del mapa” así como las acciones militares que pretende ejecutar para lograrlo, incluyendo la guerra nuclear. Es también el fundamento de la carta fundacional de su organización satélite, Hezbolá, y de la propaganda antiisraelí que el régimen emite a través de sus canales internacionales de televisión, PressTV en inglés e HispanTV en español, propaganda fielmente reproducida por otros medios antioccidentales como TeleSur en América Latina. Estos mensajes se difunden asimismo en los dos diarios iraníes en inglés, el Tehran Times y el Kayhan International, además de numerosos portales de internet en muchos idiomas.
El negacionismo del Holocausto del régimen iraní llega al punto de organizar regularmente exposiciones de caricaturas para ridiculizarlo, en las que participan gustosamente varios artistas internacionales.
Caricatura de una de las exposiciones con las que el régimen iraní pretende negar y ridiculizar el Holocausto, convertida en pancarta durante una manifestación antiisraelí
(Foto: The Daily Beast)
La mitología neo-medieval de la ultraizquierda
Muchos intelectuales judíos fueron ardientes socialistas y revolucionarios desde finales del siglo XIX, pues esos ideales parecían ser la solución a tantos siglos de prejuicios y persecuciones. Sin embargo, tras unos breves años iniciales, la Unión Soviética retomó la judeofobia del viejo orden zarista dándole nuevos tonos.
Durante el reinado de Stalin el antisemitismo de Estado alcanzó niveles notorios, sobre todo tras la Segunda Guerra Mundial, cuando no solo los políticos sino muchos científicos, artistas y médicos judíos fueron juzgados y condenados con la excusa de su “cosmopolitismo”. Muchos de ellos murieron en la tenebrosa Lubianka (sede de la KGB en Moscú), o en los campos de concentración del Gulag.
A pesar de haber apoyado inicialmente la creación del Estado de Israel, el régimen soviético pronto etiquetó al sionismo —que en términos marxistas es el movimiento de liberación nacional del pueblo judío— como “imperialista”, sobre todo tras la Guerra de los Seis Días de 1967. Esta animadversión fue eficazmente insuflada por Moscú en todo el imperio soviético y en la izquierda internacional; así nació el moderno antisionismo, nuevo ropaje, más “aceptable”, de la judeofobia.
Como explica con claridad Ángel Mas, presidente de la organización española ACOM (Acción y Comunicación sobre Oriente Medio):
La fijación obsesiva que causa en cualquier antisemita el judío que no acepta su papel de víctima, el que renuncia a la mansedumbre y docilidad que espera de él, representado por un Estado judío que tiene la voluntad de defenderse y los medios para hacerlo, está en el origen de esta inquina de los podemitas [miembros del partido ultraizquierdista Podemos] contra Israel y que denominan antisionismo. Esta no es sino una careta moderna del odio ancestral al pueblo hebreo, que sustituye la demonización, la deshumanización, la criminalización, el doble rasero contra “el judío” por las mismas expresiones de odio contra el judío colectivo, representado por su Estado.
Así como durante la Edad Media y bajo el terror nazi se promovía el rechazo y exclusión de todo lo judío para “purificar” la sociedad, la izquierda radical promueve hoy el rechazo y exclusión de todo lo israelí, o de personas que estén de algún modo asociadas a Israel
La ultraizquierda, vinculada de forma enfermiza con el islamismo (radicalismo político basado en el Islam), asocia el término sionismo, como hacía el antisemitismo clásico con el judaísmo, a todos los males del mundo. Y así como durante la Edad Media y bajo el terror nazi se promovía el rechazo y exclusión de todo lo judío para “purificar” la sociedad, la izquierda radical promueve hoy el rechazo y exclusión de todo lo israelí, o de personas que estén de algún modo asociadas a Israel, sobre todo a través de la campaña BDS (boicot, desinversión y sanciones).
Otra forma, incluso más insidiosa, en que se intenta demonizar a Israel, el único Estado judío del mundo, es por medio del sistema educativo. En EEUU, sobre todo en California, se han producido varias controversias sobre una asignatura denominada Estudios Étnicos. La intención del nuevo pénsum es difundir un punto de vista antiisraelí, en el que se perfila al sionismo como un movimiento racista e imperialista. Un profesor de la Universidad de California en Riverside, Dylan Rodríguez, llegó a afirmar hace pocos días que “el sionismo ha envenenado políticamente nuestras instituciones educativas”, expresión idéntica a lo que afirmaban los nazis respecto a los judíos en Alemania, y emparentada con la acusación medieval de que los judíos eran la causa de la peste porque envenenaban los pozos.
Aunque no representan directamente a la ultraizquierda, no puede dejar de mencionarse a las congresistas estadounidenses que integran el llamado “squad”: las representantes Ilhan Omar, Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib, elegidas en 2018 por el Partido Demócrata, del que encarnan el extremo más radical. Las tres han hecho numerosas declaraciones antiisraelíes e incluso antisemitas, estas últimas apenas disimuladas. Su presencia en el Congreso ha tenido un efecto disolvente en cuanto a la tradicional relación de amistad y cooperación entre EEUU e Israel, por ejemplo con su apoyo a la campaña BDS.
Así, nuevamente se confirma cómo el odio a los judíos se mimetiza con las modas ideológicas y tendencias políticas del momento. Por ello, nunca se puede bajar la guardia ante las expresiones que pretendan fomentar esa mitología siempre cambiante.
Pancarta exhibida en decenas de municipios españoles controlados por el partido Podemos, en el que se llama a crear un “espacio libre de apartheid israelí”, al estilo de las comarcas Judenrein (“libres de judíos”) de la Alemania nazi. La organización ACOM ha demandado con éxito a todos los ayuntamientos que han intentado aplicar ese tipo de boicot ilegal
(Foto: libremercado.com)
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