Es el rostro que siempre vemos a través de la ventanilla de la Caja de la Unión Israelita de Caracas, un rostro que lleva décadas atendiendo con paciencia y amabilidad. Mercedes Benhayón acaba de cumplir medio siglo de trabajo en la UIC, motivo por el cual se le otorgó un reconocimiento especial en ocasión del cambio de Junta Directiva el pasado mes de mayo. En esta entrevista cuenta cómo ha sido su desempeño en un cargo de tanta responsabilidad
Sami Rozenbaum
NMI. ¿Cómo llegó a este cargo?
MH. Yo llegué de Tetuán en el año 1972. Quería trabajar en un colegio, porque en Marruecos daba clases de francés; también trabajé en una constructora. Pero después de la guerra en Israel [de los Seis Días] tuvimos que salir de allá.
Entonces fui al Colegio Moral y Luces y hablé con el señor Natalio Berman, pero él me dijo: “Mire, están solicitando urgentemente una secretaria en la Unión Israelita de Caracas. Vaya a entrevistarse con el doctor Benek Jelinowski”. Llegué acá, Jelinowski me entrevistó, y acepté. El presidente de la UIC era entonces el doctor León Wiesenfeld.
Me recibieron con mucho cariño, fui la secretaria del doctor Jelinowski y me gustó el trabajo. También me encargaba de la venta de los productos de Pésaj, y vieron que yo era apta para los números. El señor Vitalis Arias, que era el contador, me pidió que fuera a trabajar con él en la contabilidad, y así lo hice. Después él renunció y yo quedé a cargo.
En esa época todo era manual, todos los balances se hacían a mano: la cobranza de los socios, los recibos, imagínese, miles y miles de talonarios, asentar los cheques en los libros, el balance mensual ¡todo manual! A veces me llevaba las cosas a mi casa, porque había una diferencia de cero punto cero dos centavos, y me quedaba hasta la noche para cuadrar todo eso.
Después de un tiempo empezaron a contratar más personal, por ejemplo para la nómina, que antes llevaba yo; me ocupaba de los seguros, los impuestos. Me tocaba ir al Seguro Social en Quinta Crespo: si un empleado se iba o entraba en la UIC, yo tenía que hacer el retiro o el ingreso. Pero la verdad es que me gustaba mucho el trabajo, y cada vez aprendía más.
¿Cómo evolucionó su labor?
Con el tiempo empezamos a usar computadoras. En la primera teníamos que usar una cintita perforada de papel, que se introducía por unos huequitos. Pero seguía habiendo talonarios y talonarios… Cuando venían las ventas de Pésaj había que calcularle a cada socio sus compras manualmente. Yo me quedaba aquí corrido, no iba a mi casa ni nada, manejando los cheques y el efectivo.
Cuando manejaba la nómina, algunos cobraban con cheque y otros en efectivo. Yo tenía que hacer un desglose de la nómina, ir al banco y traer la plata. Un día, era un viernes cuando salíamos a la una de la tarde, entraron unos hombres preguntando por mí porque sabían que yo traía el dinero del banco. Yo no estaba, y quisieron atracar al doctor Jelinowski. Lo golpearon: “¿Dónde está Mercedes?”, él les decía “ya se fue”, y lo golpeaban. Desde ese momento se decidió no pagarle a nadie en efectivo, solo en cheques. Todavía no existían las transferencias.
Ahora la contabilidad es más fácil.
Sí, ahora con computadoras cada vez más sofisticadas es muy bonita, muy sencilla; tenemos muchos programas: de socios, de facturación, etcétera. Ahora tenemos un equipo de trabajo, Ana Matilde es la gerente principal que nos indica qué tenemos que hacer.
Y le sigue gustando el trabajo.
Sí, me satisface mucho trabajar en la Unión Israelita, que es una casa para toda nuestra comunidad. Atendemos en todos los conceptos. Yo también me encargué de la mikve durante veinte años, atendiendo a las señoras que venían por la noche. Y lo hacía todo con cariño. Mi esposo me decía: “Pon una cama y vete para allá”… Mis hijas me apoyaron mucho.
Aquí llegué soltera, aquí me casé, aquí perdí a mis padres, aquí tuve a mis dos hijas y a mis nietos; recientemente perdí a mi esposo, y aquí estamos, trabajando en esta linda comunidad. Ya soy asquenazí, ya el rabino me convirtió (risas). Han pasado 50 años, pero cuando uno trabaja con gusto el tiempo vuela.
Con la reducción numérica de la comunidad, tristemente hay menos trabajo.
Sí. Y también por el Covid. Pero esto a la larga se va a arreglar. Espero que el salón tenga otra vez fiestas y alegrías con el favor de Dios, y que Dios bendiga a toda esta comunidad.