Yo participo en actividades comunitarias desde el año 1965, como uno de los miembros fundadores de la AJUIC (Asociación de Jóvenes de la UIC) que trató de incorporar a los jóvenes en las actividades y los locales de la UIC, lo que fue un semillero para la participación; yo fui uno de ellos.
Inicié mi colaboración en la Junta Directiva de la UIC en su Comisión de Educación, desde 1967 hasta 1981. Participé muy activamente en la concepción y redacción del histórico acuerdo interinstitucional entre la UIC y la AIV, mediante el cual se consolidaba la conducción paritaria de las actividades educativas en los colegios y el Liceo comunitario, dando nacimiento a un Comité Pedagógico conjunto, del que fui electo, por ambas directivas, como Coordinador en 1984.
Simultáneamente, participé como vicepresidente de la UIC hasta mi designación como presidente para el período 1986-1989.
Durante mi gestión tuve el privilegio de participar activamente en la constitución del Keren Jinuj, que se convirtió en elemento fundamental para afrontar diversas dificultades de financiamiento educativo, y al que invité en visita personal al entonces ministro de Educación y posterior presidente de Israel, Itzhak Navón.
Después de mi participación activa, puedo observar con gran satisfacción el desarrollo de la UIC, que hoy afronta dificultades de distinta índole pero que cuenta con la participación activa, dedicada e intensa de brillantes generaciones, que siguen aferradas a principios y valores con gran sacrificio personal, lo que me asegura que nos sobrepondremos y aseguraremos nuestro futuro comunitario.
Al arribar la Unión Israelita de Caracas a sus 70 años, debemos rendir homenaje a las personas que nos precedieron, por dedicar su tiempo a dar servicios básicos que una comunidad judía en la diáspora requiere; este ejemplo lo hemos visto a través de la historia de nuestro pueblo. Crearon una institución que fue pionera en educación, soporte a las personas adultas, beneficencia a los necesitados y un apoyo irrestricto al entonces recién nacido Estado de Israel. Con estas premisas nació una institución que luego fue ejemplo para otras comunidades judías de Latinoamérica.
La UIC no es labor de una persona; siempre ha sido un equipo de trabajo que ha llevado mancomunadamente su trabajo junto a un grupo de profesionales de la institución: rabinos, gerentes y todo el personal administrativo.
En la actualidad, los representantes de la UIC han tenido que enfrentar situaciones difíciles por la merma de sus miembros y las circunstancias del país; pero con la misma dedicación mantienen el mismo espíritu y esfuerzo, desarrollando caminos para el futuro.
¡Adelante, UIC!
No recuerdo cuándo fue que, de niño, empecé a escuchar el nombre de la Unión Israelita de Caracas. Sí recuerdo que hice mi Bar Mitzvá en la pequeña sinagoga del colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik” de San Bernardino, porque la sede de la UIC todavía estaba en construcción. Mi hermano Roberto, dos años menor que yo, sí pudo celebrar su Bar Mitzvá en la nueva sinagoga de la UIC.
A partir de allí, la UIC representó para mí un lugar físico donde acontecía una gran cantidad de eventos de la comunidad: bodas, Bar Mitzvás, actos comunitarios como Yom Haatzmaut, Yom Hashoá, fiestas de Purim, recepciones a líderes nacionales y a representantes del Estado de Israel, y muchos otros que se celebraron en sus instalaciones. También era el lugar donde se celebraban los eventos religiosos de la comunidad askenazí, principalmente Rosh Hashaná y Yom Kipur.
Ya adulto, en 1988 y por circunstancias fortuitas, me incorporé como cooptado a la Comisión de Finanzas de los colegios, y allí fue cuando descubrí que la UIC representaba mucho más que su sede física en San Bernardino. Rápidamente se sucedieron los cargos de director de Finanzas de los colegios, segundo vicepresidente de la UIC, vocal, y finalmente, en octubre de 1998, fui elegido presidente.
Estar al frente de una institución como la UIC fue una de las etapas más satisfactorias de mi vida profesional. Entender la compleja vida comunitaria, y tratar de influir en ella positivamente junto a un equipo de voluntarios y profesionales con el mismo objetivo, es un reto único al que se ve enfrentado cada individuo que ocupa la silla presidencial.
Afortunadamente, conté con un Comité Ejecutivo y una Junta Directiva que trabajó arduamente para cumplir los objetivos que nos habíamos trazado, y que habíamos expuesto a la comunidad como nuestro plan de acción. Durante mi paso por la UIC comprendí que el voluntariado comunitario, todas esas mujeres y hombres que dedican horas sin fin a la comunidad para hacerla cada vez mejor, es el gran tesoro que poseemos, la piedra fundamental sobre la cual se apoya toda la comunidad para avanzar en sus objetivos, y a los que todos debemos estar eternamente agradecidos.
En la Venezuela de hoy, con los lamentables problemas que atraviesa, la supervivencia de nuestra comunidad está mucho mas comprometida; pero la presencia de ese voluntariado —aunque más reducido— es una garantía de su continuidad.
Hoy la UIC se prepara para celebrar 70 años de existencia. A mí me correspondió la celebración del cincuentenario de la institución. Eran otras épocas, y organizamos una serie de eventos a lo largo del año para conmemorar los 50 años. La presentación de una obra teatral en idish, el concierto del cantante israelí Dudu Fisher, la celebración de una cena de comida askenazí preparada por miembros de la comunidad en el salón principal de la UIC, la exposición de fotos “testimonios de nuestra historia” en el museo Kern, y finalmente un acto de cierre formal en el gran salón, resultaron actos únicos para festejar la ocasión.
Como dato anecdótico, durante el acto de develación de mi foto en el salón de Junta Directiva de la UIC, nos dimos cuenta de que , así como mi período correspondió al cambio del siglo XX al XXI, mi foto correspondió al cambio de “pared”: fue la primera que se colocó en un lateral del salón de juntas, en vez de la ya copada pared del fondo.
¡Con mis mejores deseos por una larga vida a la Unión Israelita de Caracas!
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