En el mes de mayo, tradicionalmente, numerosas universidades de EEUU celebran las graduaciones de sus diversas carreras y especializaciones. En el presente año las circunstancias no son alegres ni satisfactorias, pues desde el 7 de octubre de 2023, tras la atroz masacre perpetrada en Israel por el grupo terrorista Hamás, una creciente ola de odio antisemita se está extendiendo por el mundo, y tiene una virulenta repercusión en una cantidad considerable de universidades a lo largo y ancho del territorio norteamericano, las cuales convirtieron al Estado y al pueblo judío en su foco de calumnias y tergiversaciones de los hechos históricos, al punto que, de alguna manera, han afectado varias ceremonias de graduación.
No cabe duda de que una buena parte de esta situación se debe a los billones de dólares donados por Catar, los que le sirvieron para tener gran influencia en todo el acontecer académico, como la apertura de campus en Doha, su capital. En ese sentido, llama la atención el funcionamiento, desde 2008, de la Facultad de periodismo de Northwestern en Catar; la pregunta es: ¿qué puede enseñar una tiranía como la catarí (portavoz de terroristas), a los alumnos que disfrutan de plena libertad de expresión en su propio país?
Además, Catar tiene injerencia en la inauguración de nuevos cursos y programas que responden a ideologías antiestadounidenses en el propio suelo americano; exige la contratación de profesores que no vienen a enseñar, sino a adoctrinar; decide la impresión y circulación de libros y materiales convenientes a una monarquía absolutista; la escogencia de oradores invitados y la realización de eventos ajenos al sistema democrático, en los que, de forma recurrente, repiten una narrativa distorsionada que se corresponde a un guion preparado para obtener estos rabiosos resultados en los que se demoniza al pueblo judío y se ilegitima al Estado de Israel.
Los alborotadores que quisieron montar un teatro propalestino durante el acto de graduación de la Universidad de Emerson, en Boston
(Fotos: Beatriz Rittigstein)
De acuerdo con un estudio realizado en el propio campus por antiguos alumnos de Harvard, todo ello ocurrió antes de las protestas y campamentos proterroristas. Los rectores de una pluralidad de universidades aceptaron con naturalidad las actividades de la organización Estudiantes y Profesores por la Justicia en Palestina, ramas de un mismo movimiento violentamente antisemita; así como los lineamientos de la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) contra Israel. Adicionalmente está la presencia indebida de “mercenarios” ideológicos, cuyas funciones son instigar alboroto y encono. Cabe señalar que esta situación forma parte de un plan bien estructurado y coordinado para la toma general de las instituciones universitarias de EEUU; de hecho, no es casualidad que esas universidades han ido cayendo en la involución a través de un proceso sincronizado y similar.
Tras meses de sufrir abusos, exclusiones, acosos, amenazas, violencia verbal y física, los profesores y estudiantes judíos enfrentaron un suceso prominente de esas hostilidades durante los actos de graduación, que fueron aprovechados por los interesados para efectuar una serie de demostraciones teatrales a fin de conseguir notoriedad. Por ejemplo, en las redes vimos videos de los graduandos de la Maestría de Estudios Árabes de la Universidad de Georgetown que, en comparsa, con pancartas, abandonaron su ceremonia de graduación. Asimismo, en las redes circularon videos de la graduación de Artes Liberales de la Universidad de Minnesota, donde varios alumnos, la mayoría de ellos con apellidos árabes y musulmanes, desplegaron carteles alusivos a su apoyo a Hamás, tales como “del río al mar”, al tiempo que los llamaban a recoger su diploma.
En la graduación de la Universidad de Columbia, entre diferentes acciones, la graduanda Tarsis Salome, cubierta con una kefya, enseñó las manos esposadas y rompió su diploma delante del público; otros graduandos llevaron pancartas en las que se leía “Palestina libre”.
Resulta evidente que hemos llegado a este peligroso punto porque las autoridades de ciertas universidades han sido negligentes, y desde el inicio han dejado pasar las intimidaciones como si no tuvieran importancia
Estas incidencias las viví hace unos días, en la graduación de Emerson College en Boston (anexo varias fotos). Hubo unos 1000 a 1200 graduandos, y entre ellos un grupo de 50 a 60 alborotadores propalestinos. Algunos llevaban kefyas sobre las togas, y otros las vestían cubiertas con las mismas togas; un par enarboló grandes banderas palestinas y unos pocos tenían pegada una bandera palestina sobre el tope del birrete. Todos ellos hicieron ostentosos gestos para llamar la atención frente a las cámaras. Entre el público no se vieron banderas, pero en un momento dado el grupo de graduandos propalestinos se amontonó, vociferó lemas y alzó el puño; hubo unos pocos asistentes que gritaron a la par. Incluso trataron de interrumpir el discurso del presidente (rector) de la universidad, pero no lo lograron.
Resulta evidente que hemos llegado a este peligroso punto porque las autoridades de ciertas universidades han sido negligentes, y desde el inicio han dejado pasar las intimidaciones como si no tuvieran importancia, esperando que finalizaran por sí solas; en algunos casos trataron de apaciguar, pero en definitiva no tomaron las acciones decisivas que el caso ameritaba. En el momento presente es imperativo que estas autoridades, que hasta los momentos han resultado inútiles, dejen el miedo a un lado, comiencen por reconocer el antisemitismo en cada una de sus instituciones, y se atrevan a tomar medidas concretas y contundentes para establecer un sano ambiente académico.
El informe de la Alianza de Antiguos Alumnos Judíos de Harvard aconseja comenzar por aceptar la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), que determina el llamado a la destrucción de Israel como acto antisemita, y poner fin al doble rasero que considera este odio como aceptable.
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Muy bueno tu artículo Beatriz , como siempre