L a guerra de Midián, relatada en parashat Matot, más que un medio para saldar una cuenta pendiente con Midián, se convirtió en un símbolo de celo y amor a Dios. Él manda a Moshé vengar el honor de Israel, pues más allá del pecado al que fueron inducidos, la dignidad del pueblo judío se vio gravemente ultrajada.
Por otro lado, la orden que trasmitió Moshé al pueblo de Israel fue vengar el honor de Dios, el cual también fue mancillado, pues su nombre lo porta el pueblo judío a donde quiera que va. La guerra sucedió con éxito. Israel consiguió derrotar a sus enemigos y restituir la santificación del nombre de Dios en su mundo. Dentro del botín de guerra también se encontraban instrumentos de todo tipo de metal: ollas, cucharas, etc., utilizados para la alimentación, innovándose en esta oportunidad las leyes de kasherización y purificación, conocidas por todos nosotros.
Así como de los instrumentos de Midián debía retirarse el sabor impregnado de alimentos prohibidos, y después sumergirlos en la tebilá para purificarlos, lo mismo aplica en nuestra época. Y aun cuando no haya sospecha de que alguna prohibición esté impregnada en las paredes del utensilio, de cualquier manera debían pasar por la inmersión ritual para su purificación.
Explican nuestros sabios que es como la tebilá del converso, ya que así como el gentil pasa a ser yehudí cambiando de realidad, pues accede a una existencia de santidad, de la misma manera sucede con ese instrumento, pues ahora sirve a un Israel que sin duda lo utilizará para el servicio a Dios.
Rabí Shimshon Hirsch, ZT”L, examina un sentido más profundo de dicha mitzvá: “Todo aquello que sea utilizado con fuego lo pasarán por el fuego y se purificará —será apto—, no obstante deberá ser sumergido (itjatá) en aguas de nidá” (32,23).
“Esta sección de la parashá nos indica que no se refiere a purificar objetos de la impureza que trasmiten los muertos. Y la purificación aquí mencionada se relaciona exclusivamente con los instrumentos de metal. Además, las aguas utilizadas para estos efectos deberán tener cuarenta seáh (medida mínima de una mikvé), pues está escrito que serán sumergidos en aguas donde la mujer nidá se purifica. De esta manera, instrumentos de metal que se utilizan para la alimentación, que pasan de la propiedad del gentil a la de Israel, deberán pasar un proceso de purificación (tebilá) en una mikve, incluso cuando no tengan ningún tipo de prohibición impregnada.
Este es un precepto que atañe netamente a la santidad, y nos enseña que es obligatorio santificar el placer físico de la alimentación. No obstante, esta ley solamente aplica para instrumentos metálicos, hecho que demuestra poseer un sentido sumamente especial, como se aclarará a continuación.
El instrumento de metal expresa el dominio espiritual humano sobre la tierra y sus elementos. No solamente por su forma, sino también por el material mismo (pues está hecho para moldearse y después endurecerse). Por otro lado, la alimentación es una acción que sirve a la naturaleza física-sensorial del hombre. De esta manera, el instrumento de metal con el que nos alimentamos representa la parte espiritual del hombre que se encuentra al servicio de su naturaleza sensorial. Donde la Torá tiene dominio, también la vida física del hombre se retira del dominio corporal y se entrega a la autoridad de la libre acción ética, en donde se encuentra el servicio a Dios.
Ahora se entiende por qué la Torá obliga a hacer tebilá únicamente a instrumentos metálicos, y también por qué al proceso se le llama itjatá, cuya raíz es jet (pecado), ya que este revive nuestro espíritu y fortalece lo que es la libertad ética: la facultad de evitar caer en faltas y pecados”.
Hasta aquí sus palabras. De esta manera, al conservar la pureza y la santidad en aquello que parecería ser lo más mundano del hombre, en lo que raya en su aspecto animal (la alimentación), sin lugar a dudas nos proporcionará una fuente de espiritualidad y un manantial de inspiración para buscar a Dios aun en el aspecto más rutinario de nuestra vida.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda.