E n muchas de las conversaciones que cotidianamente uno sostiene con amigos o directivos comunitarios, resalta el temor por la disminución progresiva y constante de los miembros de nuestra comunidad. Es una verdad inobjetable que en los últimos veinte años, cuantitativamente, nos hemos reducido en forma importante. ¿Pero esta circunstancia ha influido en la dinámica diaria o institucional de la comunidad? A todas luces la respuesta parece evidente: en lo absoluto.
Vemos con emoción cómo cada una de las instituciones comunitarias hace esfuerzos superlativos para cumplir a cabalidad el rol para el cual fueron diseñadas; nuestro Centro Social, Cultural y Deportivo Hebraica es una máquina de proyectos y actividades, que abarcan desde la atención maternal hasta nuestras abuelitas de la Edad de Oro, pasando por infinidad de torneos deportivos, teatro, bailes, festival de cine judío, programas educativos tanto en Venezuela como en Israel, y ahora inaugurando nueva junta con cantidad de nuevos jóvenes directivos; la Asociación Israelita de Venezuela y la Unión Israelita de Caracas, desplegados en toda la kehilá para atender las necesidades de los correligionarios en los ámbitos de su competencia; fuimos testigos de cómo durante los pasados Yamin Noraim todas las sinagogas estaban repletas de mujeres, hombres y niños, ratificando el crecimiento paulatino de nuestros compatriotas observantes, el liderazgo de nuestros rabinos, así como la impecable labor de nuestro equipo de Bitajón, para atender cualquier circunstancia irregular.
El Comité Venezolano de Yad Vashem sigue atento para mantener viva la memoria histórica de nuestro pueblo vilmente masacrado en la Shoá; hace pocos días estuvimos en la conmemoración de la Kristallnacht en la B’nai B’rith, con la presencia de varios embajadores, cuerpo diplomático acreditado en nuestro país y mucho público general, trasmitiendo el mensaje de nuestros sobrevivientes como un llamado de atención en Venezuela y el mundo sobre el alcance y significación de tan cruel episodio, y con la infatigable consigna: nunca jamás. Y cómo no mencionar a la B’nai B’rith, donde todos sus salones están reservados constantemente para reuniones, foros, charlas y congresos sobre temas de trascendencia comunitaria o nacional.
La Federación Sionista de Venezuela, el Keren Hayesod, el Keren Kayemet, el Instituto Cultural Venezolano-Israelí y la Cámara de Economía Venezolano-Israelí son nuestros vínculos y vasos comunicantes, en cada una de sus áreas de trabajo, con Eretz Israel, a través de las cuales podemos interactuar y mantener un contacto fluido y permanente con nuestra patria ancestral, y por qué no, cumplir con la mitzvá de la aliá y del sueño cumplido de “el año que viene en Jerusalén”.
La Federación de Mujeres Judías es otro motor que no se parece al que siempre mientan por allí; este sí funciona, con esa febril y solidaria actividad que hacen sus integrantes para ayudar a propagar nuestro legado, en las aéreas más sensibles.
Nuestro Sistema Educativo Comunitario, que a pesar de las grandes dificultades que afronta a diario renace día a día, para impartir la mejor y más hermosa de las tareas, como es la formación de nuestros jóvenes.
Organizaciones como Yájad o Bikur Jolim, que hacen una labor de asistencia social y humana de gran soporte para innumerables miembros de la kehilá.
Los compatriotas que, por diferentes y respetables razones, tuvieron que fijar residencia en el extranjero, están en constante contacto, realizando y organizando redes y actividades de ayuda y soporte para nuestra comunidad. ¡Kol Hakavod!
Necesitaría el periódico entero para reseñar toda esta febril, ardua, constante, valiente y desinteresada actividad institucional, que hace de esta la mejor, más integrada y solidaria kehilá de la diáspora judía.
Para cerrar con la guinda de la torta, no podía faltar una mención a la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), que es el halcón protector de nuestra comunidad, atento a cualquier circunstancia que pudiera alterar el normal desarrollo y funcionamiento de la misma, actuando en lo inmediato para neutralizar cualquier situación anómala; la CAIV participa en todos los foros y congresos judíos alrededor del mundo, siendo la voz clara y firme de nuestra kehilá en dichos escenarios. Nos representa en Venezuela ante las autoridades públicas de cualquier nivel, y mantiene reuniones periódicas con las diferentes embajadas acreditadas en Venezuela, personajes o instituciones de relevancia nacional o internacional, debatiendo realidades, informaciones y sucesos de gran relevancia, y denunciando constantemente cualquier declaración o actividad antijudía dentro del territorio nacional.
Así que seamos optimistas: nuestra kehilá tiene signos positivos de salud, de ganas y de fortaleza para seguir cumpliendo la misión de llevar con orgullo nuestra identidad y trasmitir de generación en generación el “código genético” de valores, principios y comportamiento que Hashem le entregó a nuestros patriarcas y ratificó con Moisés en el Monte Sinaí.