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Alicia Freilich
alifrei@hotmail.com
E scribir sobre un amigo cercano que se fue resulta muy difícil, o más claramente, desagradable. Trato de explicar(me) a esa persona mientras puede leer y opinar sobre lo escrito, porque la amistad es más duradera que el amor, y ser amigos de verdad es pareja eterna.
De hecho, me decidí del todo ya en la década de los ochenta, luego de leer uno de sus escritos donde vinculaba la conducta de la izquierda universitaria nacional —que tanto daño nos hacía— con sucesos nefastos del momento en Europa y el propio Israel. Le entregué ese posible libro para su consideración. Lloró agradecida por el esfuerzo, pero al cabo de unos días me pidió, rogó, suplicó y finalmente me prohibió buscarle editor. Su pretexto final fue casi convincente: “Dame un poquito más de tiempo y agregas otros textos que llevo por la mitad”. Le creí, esperé más una década, y siempre se negó a conceder su aprobación.
Trato de entender esa conducta y solo encuentro suposiciones. Era tan sabia, tan culta, tan analítica, tan crítica con su entorno, que aplicaba ese riguroso talento sobre sí misma, sin concesiones. Era de una inseguridad honesta, siempre buscando la perfección, lo más aproximado a la verdad. Nunca manipuló ni expuso su título y labor universitaria, sus vivencias familiares, menos aún su experiencia sensible, personalísima en tantos avatares y sucesos que afrontó con sacrificio y entereza.
El nido casero, la exigente educación doméstica extendida a toda la parentela, el trabajo esclarecedor profundo, lúcido y serio dentro y fuera de la comunidad judía, todo junto fue un ovillo que nunca pudo desatar, una voluntaria tarea de responsabilidad para con su familia y el prójimo, que se iniciaba en la cocina y magnífica biblioteca hogareñas y se extendió sin límites. Honores y gratificaciones, así lo quiso, eran para luego…
Nadie es imprescindible. Ya, sin su permiso, los libros de la pensadora Marianne Kohn de Beker serán cada día más vigentes. Indispensables en todo tiempo y sitio que requiera luz.
David Bittan Obadia
davidbittanobadia@gmail.com
“Si crees que el tiempo ha seguido su curso,
un hombre es una cosa triste también”
Primo Levy
Marianne Beker se despide en el otoño gris que vive Venezuela, pero deja su legado que trasciende a lo mundano. Mujer extraordinaria que honró al gentilicio venezolano con su obra, su inteligencia, su sentido común, su belleza física y espiritual. Era perfecta y justa, con un corazón presto para ayudar. Mujer virtuosa, mujer de bien.
Su obra la hará vivir por siempre. Luchó para trasformar el tiempo, para que este no siguiera su curso por la manipulación de algunos. Ella se convirtió en un valor agregado para la humanidad. El futuro le preocupaba y contribuyó para mejorarlo.
Ponerse en la posición del otro la elevaba aún más. Respetó las diferencias; fue una mujer de retos y metas cumplidas, nada le era imposible. Era valiente y siempre dijo con firmeza lo que tenía que ser escuchado. Sus argumentos y la capacidad de entender las circunstancias fueron sus mejores herramientas. Trabajó en equipo y, hoy, todos lamentamos su pérdida.
Su vida fue digna hasta el último respiro; aceptó su partida, convenciendo a sus seres queridos de que “hay cosas peores que la muerte”. Siguió creciendo hasta el final, tratando de profundizar en la comprensión de “las tensiones y presiones que soportan las personas por la ideología, las fronteras geográficas y el pasado histórico brutal”.
Fui testigo de una de sus tantas obras: Espacio Anna Frank, mejor imposible.
La excelencia para Marianne era simplemente cada ámbito donde se desenvolvía; ejerció todo su aprendizaje con rectitud y valores; fue humilde en no abusar de su capacidad intelectual. Aceptó cada momento de su vida y luchó por mejorar su entorno. Fue implacable con los políticos que se aprovechaban de los desasistidos, y no bajó su ritmo a pesar de que muchos no podían seguirla. Aferrarse al objetivo la hizo exitosa; ella siempre motivó mejores momentos y trabajó por la posibilidad, nunca por la esperanza.
Su obra ya está eternizada. Sus hijos han demostrado continuidad, siendo ejemplo, por sus mentes privilegiadas.
Tenemos futuro solo gracias a personas como ella, a quien decimos, en nombre de todos, gracias. Muchas gracias, Marianne.
Marisa Iturriza*
¿Será verdad que Marianne Beker murió? Cuando me lo dijeron, preguntándomelo, así, en el impacto del primer momento dije: “No, si acabo de enviarle un correo. No puede ser”. Después se impuso lo que hay que aceptar, la realidad. Y esa tristeza tan grande.
La tristeza de saber. Saber que ya no tendremos la dulce mirada de sus ojos, ni su palabra cálida, amistosa y preocupada en este período complicado que nos ha tocado vivir; que ya no tendremos la vitalidad firme y sutil con la que ha conducido las sesiones periódicas de cine-foros, en ese paréntesis de libertad y opinión que es Espacio Anna Frank.
No es fácil describir la sensación de cercanía y afinidad sentida con Marianne.
La trasparencia de su trato afable, su simpatía cordial y la profundidad de su sabiduría llevada con discreta sencillez. En estos momentos oscuros que soportamos, en los que tantos se nos han marchado definitivamente, es duro asimilar otra ausencia, la suya, y, sin embargo, no me reprocho el egoísmo de sentir la alegría de haberla conocido, y junto con sus allegados y todos los que tuvimos tal privilegio, considero justo dar gracias a ella y a la vida por tan excepcional regalo. Gracias.
Hasta luego, Marianne.
*Miembro de la Junta Directiva de Espacio Anna Frank 2016-2018.
Marisol Guerra*
Señora Marianne, gracias por todo lo que hizo por mí. Usted fue y seguirá siendo un gran complemento en mi vida. Tengo que agradecerle que aprendí muchas cosas con usted, no sabe cuánta falta me hace. Aprender a vivir en su ausencia no es fácil. Vivimos muchos momentos juntas.
Mi certeza y tranquilidad es que está en un mejor lugar. La quise en vida, y aun después de la muerte la sigo queriendo. Ha dejado un gran vacío en mi corazón, nunca la olvidaré. Será por siempre uno de mis recuerdos favoritos. Prohibido olvidarla, señora Marianne.
*Recepcionista de Espacio Anna Frank