¿Cómo expresar en palabras lo que significó para nosotros nuestra querida madre, abuela, tía, hermana, cuñada y bisabuela Marcela?
Es nuestra matriarca, nuestro modelo a seguir. Siempre admiramos su perseverancia, su tenacidad y espíritu de lucha. Nos entregó su amor incondicional, su apoyo emocional y su acertada sabiduría. Se distinguió por ser una mujer de valores sólidos y rectitud de pensamiento.
Así lo refleja su trayectoria de vida rica en experiencias, llena de satisfacciones y rodeada por la familia que formó con tanto amor y esfuerzo, y que hoy compartimos con todos ustedes.
Nació el 12 de abril de 1928 en El Cairo, Egipto. Era hija de Gamil Menasche y Elisa Abadí. Aunque nació en Egipto, su infancia trascurrió en Maracaibo, a donde llegó con su familia con apenas un año de edad. Su juventud la pasó en Panamá, lugar al que se mudó toda su familia en 1937.
Fue la quinta de un grupo de nueve hermanos.
Se casó el 14 de agosto de 1949 con Elías Salama, a quienes todos llamaban “Jorge”, en la Sinagoga Shebet Ajim de Panamá. Tuvieron tres hijos: Amalia, Salomón y Lilian, a quienes siempre inculcaron una educación basada en la rectitud, integridad, franqueza y el amor por los valores y tradiciones judías, primero en Maracaibo, luego en Buenos Aires y finalmente en Caracas.
Entre 1967 y 1971 intentaron construir una nueva vida en Buenos Aires, lamentablemente los negocios no prosperaron y decidieron comenzar nuevamente en Venezuela, esta vez en Caracas, donde nuestra querida Marcela demostró que, ante los obstáculos, hay que pararse, luchar y seguir adelante.
Estuvieron casados hasta el año 1995, cuando Elías falleció debido a un ataque cardíaco.
Desde muy pequeña, Marcela demostró sus habilidades como mujer responsable, ya que era la encargada de realizar las compras de mercado para toda la familia, y al finalizar las clases asistía al local comercial de su padre, en donde colaboraba en múltiples ocupaciones. Esto le permitió adquirir disciplina, dedicación y entusiasmo a la hora de asumir retos.
En Maracaibo tuvo una conocida tienda de ropa de niños, “El Encanto”. Ya en Caracas desarrolló, junto con su esposo, la tienda “Baires Sport” en Sabana Grande, inaugurada en 1972, la cual mantuvo hasta el año 1998, cuando conjuntamente con sus hijos decidieron cerrar ese local y comenzar una nueva etapa en el Centro Comercial Sambil. Esta iniciativa resultó acertada porque, aunque ella y sus hijos debieron trabajar muy duro, incluso los domingos y feriados, el negocio fue exitoso durante los cinco años que permaneció abierto.
Otra faceta fue su pasión por el bridge. Se destacó por ser una excelente y discreta jugadora. Muy elegante y coqueta acudía a su compromiso en el Club de Bridge. Disfrutó por años de este difícil juego, en el que demostró su inteligencia además de cultivar el valor de la amistad.
Haciendo un símil con las barajas, la consideramos nuestra “Dama de corazones” debido a su importancia, elegancia y el amor que entregó a sus allegados.
Para nuestra querida Marcela una familia unida era lo más importante. Le encantaba tener cerca a sus seres queridos durante las celebraciones de cumpleaños, aniversarios, cenas de shabat y otras fiestas judías, en las que participaban sus hijos, nietos, bisnietos, cuñada y sobrinos. Siempre tendremos presente la deliciosa comida estilo sefardí que nos cocinaba con tanto amor y que era un auténtico manjar.
Marcela fue buena, leal y atenta a las necesidades de cada uno de sus hijos. Para sus yernos fue una segunda madre. Junito supo encontrar temas en común con ella y Sergio le dedicó su tiempo y cariño.
La abuela Marcela fue única. Sus cinco nietos Myriam, Marcela, Lorena, Joel y Michel dicen que fue la mejor abuela del mundo. Disfrutó y dedicó mucho tiempo a cada uno de ellos. Procuraba inyectarles confianza, respeto, amor y valores basados en nuestras tradiciones judaicas. Ambos abuelos, Marcela y Elías, asumieron un rol fundamental en la vida de sus nietos, compromiso, esfuerzo y dedicación ampliamente retribuidos con un sincero agradecimiento y con un infinito amor.
Sus nietos políticos, Samy, Abi, Miguel, Daniela y Rahel, tuvieron la dicha de compartir momentos especiales con ella, recibiendo el mismo cariño que brindaba a sus nietos.
Igualmente estuvo en los momentos importantes de sus cuñados y sobrinos, a los cuales quiso a la par de sus hermanos, hijos y nietos.
En esta última etapa, sus siete bisnietos fueron los más consentidos y mimados por nuestra matriarca. Sigal, Amy, Anat, Moisés, Yael, Galit y Tamar tuvieron la dicha de tenerla a su lado y aprender de ella. La disfrutaron hasta el último día, y lo más hermoso siempre fue ver las tantas muestras de amor que los más chiquitos dieron a su querida bisabuela.
Definitivamente nuestra querida matriarca nos dejó un legado ético basado en el amor, responsabilidad, unión, valores familiares y compromiso con el trabajo. Fue una mujer hermosa por fuera y por dentro. Ejemplar, perseverante, de moral y espíritu sólido, recta como la rectitud (como decía ella), luchadora hasta el último día de su vida. Fue pilar de nuestra familia, la guía siempre presente y la mejor consejera.
Nos queda agradecer por todo lo sembrado en nosotros, las experiencias vividas, los gratos momentos compartidos y en especial el amor que nos brindó.
Su familia