“Y como (ekev) consecuencia de que escuchen estos mandamientos, los guarden y los lleven a cabo, el Eterno, tu H’, guardará para ti el pacto y la bondad que él juró a tus ancestros, te amará, te bendecirá, etc.”.
La palabra ekev en hebreo significa talón (del pie). En su comentario, Rashi dice: “Si los preceptos ligeros que el ser humano suele pisotear con sus talones (ekev) ustedes los escuchan, entonces vendrán las berajot”. De modo que el hombre tiene el poder de hacerse de todos los tesoros de este mundo o de destruirlos; se trata de elegir entre dos extremos y solo la voluntad puede decidir.
En el mundo fueron creados tres grandes dones; el que merece solo uno de ellos posee el tesoro de todo el mundo. Si ha adquirido sabiduría, lo tiene todo. Si ha adquirido poder, lo tiene todo. Si ha adquirido riqueza, lo tiene todo. Pero ¿cuándo? Solo si son tratados como regalos de Hashem que provienen del poder de la Torá; es decir, si son utilizados para el bien de la Torá y como consecuencia de guardar los detalles. Y en contraste a ello, la sabiduría, el poder y la riqueza humana son nada. Mientras estos dones no provengan de Dios —es decir, no se les considere como provenientes de Dios como “reflejo” de nuestro comportamiento espiritual— eventualmente los perderá su dueño. Dos grandes sabios surgieron en este mundo: uno de Israel y otro de las naciones del mundo; Ajitófel de Israel (Shmuel II 16:23) y Bilham de las naciones del mundo, y ambos perecieron. Dos notables poderosos surgieron: uno de Israel y otro de las naciones del mundo: Shimshon y Goliath, y ambos perecieron. Surgieron dos hombres notablemente ricos: uno de Israel y otro de las naciones del mundo: Koráj y Hamán, y ambos perecieron. ¿Por qué perecieron y desaparecieron del mundo? Porque no trataron a sus regalos como provenientes de Dios, sino que los tomaron con avidez, solo para ellos.
Vemos que no hay posibilidad de transigir aquí; se trata de ganarlo o perderlo todo. Si tomamos los regalos en la forma indicada por nuestros sabios, lo tenemos todo, vivimos en un mundo de constante deleite. Si no, lo perdemos todo.
Es obvio que el conocimiento, el poder y la riqueza por sí solos no le dan a uno los tesoros del mundo, es un sendero que solo conduce a la desilusión, y cualquier satisfacción del deseo que puedan proporcionar, solo puede ser temporal. Los años pasan pronto y nada queda de ellos. Correr tras ellos a menudo reduce el bienestar, acorta la vida y conduce a la pérdida del mundo mismo por el que uno tanto trabajó. Es cierto que incluso los logros temporales pueden ser muy impresionantes, recordemos que el poder del mal en el mundo no debe ser subestimado; pero, a la larga, el conocimiento, el poder y la riqueza, en manos del malvado, tienen resultados previsibles.
Así que recordemos el mensaje de la parashá Ekev: siempre avanza pasito a pasito —talón a talón— pero constante y firme hacia la meta trazada, evitando los pasos abruptos y esporádicos; y siempre, pero siempre, sin dudar del Derej HaMelej que el Santo, bendito es, nos traza constantemente a través de la Halajá. ¿Y si no? La historia nos ha revelado persecuciones, fracasos, antisemitismo y asimilación. No hay mucho que elegir, el inteligente no dudará de andar pasito a pasito. ¡Keep Walking!