“Volaron la AMIA, hay gente destrozada. El terror, nuevamente, en plena ciudad de Buenos Aires, terrible, una terrible masacre”, narra un presentador de televisión mientras aparecen las primeras imágenes del atentado de la AMIA, en aquel fatídico 18 de julio de 1994.
Con motivo del 25 aniversario de la tragedia que marcó un antes y un después en la principal comunidad judía de la capital de Argentina, las FDI emitieron un video con testimonios de soldados israelíes que participaron en las tareas de rescate, en los momentos más críticos que siguieron a la explosión que acabó con 85 personas.
Nissim Nassi, Nati Geffen y Amir Golán, que pertenecían a una unidad de ingenieros de rescate de la armada israelí, recibieron una llamada inesperada: “Te buscan en la unidad, hubo un atentado en Buenos Aires, tienen que ir para allá”, recuerda Golán. “Atacaron el centro comunitario judío, y teníamos claro que íbamos para allá. Estaba claro que teníamos que armar la maleta y salir”, añade. Fue un vuelo largo, directo, en aviones de la fuerza aérea israelí, que partió de Tel Aviv y aterrizó directamente en Buenos Aires.
“Cuando llegamos a la AMIA había mucha gente en la calle, y recuerdo que había banderas de Israel. En nuestros autos nosotros también las teníamos colocadas”, cuenta Geffen. “Cuando llegamos ahí, vimos una oscuridad”. Las imágenes hablaban por si solas. Pura destrucción.
“¡Gente, hagan silencio para escuchar la voz de algún herido y poderlo rescatar!”, gritaba un lugareño desesperado. “La imagen era perturbadora, porque era un edificio de seis plantas que se convirtió en un montón de escombros. Lo que nos sorprendió fue la voluntad de la gente para ayudarnos. Había una organización sobresaliente de la comunidad, también de jóvenes. Por lo menos dos o tres hablaban hebreo y nos podíamos comunicar con ellos, y eran nuestros ayudantes en todo momento”, aclara Nassi.
Andy, de Buenos Aires, estaba en su oficina cuando se produjo la explosión. “Mirando por la televisión reportes del sitio, mostraban cómo llegaba al aeropuerto un jeep de las Fuerzas de Defensa de Israel con bandera israelí en el capó, y entendí que no podía estar en ningún otro lugar. Fui para allá y le pedí a un policía que me trajera a uno de los soldados. Cuando vio que hablaba hebreo y quería ayudarlo traduciendo, me dejó entrar”, asegura emocionado.
Había gente con cascos con distintos colores durante las frenéticas tareas de rescate para identificar al personal: voluntarios, bomberos, médicos, etc. “Había muchísima gente con todo tipo de colores de cascos, que permitían distinguirlos. Había montones de cascos amarillos de voluntarios”, afirma Golan.
Andy cuenta que la ciudadanía local se volcó, y que incluso taxistas se ofrecían a llevarlos gratuitamente al lugar del atentado. “Fue duro y cansado, pero trabajamos sobre la adrenalina. De 6 de la tarde a 6 de la mañana, 12 horas que se pasaban volando”.
Geffen añade que “la temperatura era de 0 grados, pero teníamos tanta adrenalina y necesidad de ayudar que no sentía el frío”. Y prosigue: “Entendimos que había sido un coche bomba. Todo pasó en un segundo. La gente vivía felizmente, y de repente se vieron enterrados bajo un montón de escombros. Empezamos el duro trabajo, todo el tiempo intentábamos encontrar a los vivos, si es que los había”.
“Te encuentras allí con gente que trabaja contigo, buscando a sus amigos, y padres que buscan a sus hijos… y a cada uno que encontrabas, de repente veías a su alrededor a toda la familia; fue muy difícil. Un verdadero trauma”, rememora Golán. “Y entonces también empezaron las conexiones con la gente que trabajaba con nosotros, y descubrimos que también tenían a familiares bajo los escombros”, continúa. En las imágenes se ve a los soldados de las FDI junto a voluntarios retirando escombros mano a mano, sin parar, durante incesantes jornadas de duro trabajo bajo el frío.
Ronen Gazit, otro soldado israelí, se volvió muy cercano a un voluntario que ayudó con las traducciones. “Descubrió que el voluntario estaba buscando también a su hermano, y lo encontramos. Fue muy duro”, apunta Geffen, quien reconoce ante las cámaras: “Fue la primera vez que lloré por algo relacionado a mi unidad, dolió mucho. Fue difícil y traumático. Hace 20 años vinieron aquí a Israel para darnos las gracias varios de aquellos jóvenes voluntarios. Cada año hay un evento de recuerdo frente a la AMIA, y lo que nos contaron aquel día nos llevó a entender el nivel del trauma en el judaísmo argentino. Es una herida abierta”, reconoce Golán.
Andy, quien hace siete años se mudó con su familia a Israel, celebra con emoción: “Increíblemente mi hija está en el ejército, es algo que me llena de orgullo”.
Fuente: Aurora. Versión NMI.