¿Hay alguien que no haya escuchado la afirmación de que “la entidad sionista heredó un pueblo que ha vivido en esta tierra durante miles de años”?
Nati Avneri*
¿Quién no ha escuchado alguna vez a los parlamentarios árabes de la Knesset utilizar el mantra “Somos nativos de esta tierra. Ustedes vinieron a nosotros, no nosotros a ustedes”? ¿Hay alguien que no conozca la afirmación de que “la entidad sionista heredó un pueblo que ha vivido en esta tierra durante miles de años”?
En el centro del mito cultivado por la propaganda palestina está una supuesta presencia árabe continua en la Tierra de Israel, y un grupo de “colonialistas” sionistas que vinieron a usurpar sus tierras, en las que habían vivido pacífica y cómodamente.
Pero la verdad es muy diferente. En vísperas del asentamiento sionista que comenzó con el establecimiento de Petaj Tikva, la madre de las colonias, en 1878, el territorio estaba abandonado, arruinado y casi completamente desierto. Su población era escasa, y en parte estaba compuesta por nómadas.
En vísperas de la aparición del sionismo moderno, el geógrafo inglés Arthur Penryn Stanley escribió: “No sería exagerado decir que no hay señales de vida en Judea”. En el primer cuarto del siglo XIX había 250.000 habitantes en el actual Israel, de los cuales aproximadamente una cuarta parte eran judíos y cristianos. El aumento de la población árabe desde ese momento hasta la víspera de la aparición del sionismo se estima en alrededor del 30%. Sin embargo, entre 1870 y 1947 la población árabe del territorio creció alrededor de un 270%.
Entre las principales ciudades de Israel, Haifa ha tenido siempre la mayor proporción de población árabe. Imagen de la primera mitad del siglo XX, cuando experimentaba un crecimiento acelerado
(Wikimedia Commons)
¿Cómo se puede explicar un crecimiento repentino tan enorme? Algunos afirman que la causa fue la reproducción natural, debido a la modernización y mejora de las condiciones sanitarias. Sin embargo, este no es un argumento razonable, considerando que en el vecino Egipto, gobernado también por los británicos desde finales del siglo XIX, hubo un crecimiento marcadamente lento en comparación con el producido en Israel.
La verdadera razón radica en las oleadas de inmigración árabe, que se intensificaron a medida que se desarrollaban las fuentes de empleo y las opciones de vida en el país. Clanes de toda la región llegaron a Israel desde Siria, el Líbano y Transjordania (actual Jordania, que hasta 1922 formó parte del Mandato Británico de Palestina), así como desde Sudán y Libia. Hoy en día es posible encontrar muchos clanes originarios de esos países, como los Mograbi del norte de África, los Shami que llegaron de Siria, y los Horani de Horan (también en Siria). Los Masri se originaron en Egipto, y los Juarish en Libia.
El fenómeno de la inmigración árabe a la Tierra de Israel en las últimas generaciones lo resume así el Dr. Yuval Arnon-Ohana: la migración de tribus beduinas a Israel era un fenómeno antiguo y regular, pero se llevó a cabo con gran intensidad especialmente en los siglos XIX y XX. Entre los primeros estuvieron, por ejemplo, las tribus de Meta Anza que se establecieron en la Bekaa, o los Bani Zeidan que se lo hicieron en Galilea; estos también llegaron a Israel a través de Transjordania y la Península Arábiga. Una gran oleada de tribus llegó en el siglo XIX desde Egipto, entre ellas los al-Saida en la zona de Haifa. Algunos grupos llegaron del norte, como los turcomanos, los bushnaks (de Bosnia), así como tribus beduinas como los al-Shakirat que arribaron a las cercanías de Haifa, los al-Zubidat en la zona de Shafram, y los al-Aramsha en la Alta Galilea. Tribus beduinas como los Taamra también se radicaron a las estribaciones de las montañas de Judea y el área de Hebrón, pero la mayoría prefirió las llanuras abiertas de la costa, Jezreel, Harod, Beit-Shean y el Jordán.
A lo largo del período del Mandato Británico, la inmigración árabe continuó con más fuerza todavía, debido principalmente al desarrollo y modernización impulsados por los británicos y el asentamiento judío. A modo de ilustración podemos citar el enorme crecimiento que tuvo lugar en la ciudad de Haifa en un período muy corto, un 80% entre 1931 y 1944.
Los británicos, que eran tan estrictos en lo que respecta a la inmigración judía, nunca se preocuparon por registrar o “certificar” a los árabes que llegaban a Éretz Israel, y que utilizaban para construir infraestructura. Documentos divulgados décadas más tarde revelan que la burocracia británica estaba claramente consciente del fenómeno y no lo impidió
Los británicos, que eran tan estrictos en lo que respecta a la inmigración judía, nunca se preocuparon por registrar o “certificar” a los árabes que llegaban a Éretz Israel, y que utilizaban para construir infraestructura. Documentos divulgados décadas más tarde revelan que la burocracia británica estaba claramente consciente del fenómeno y no lo impidió. El flujo era tan visible que el propio Winston Churchill señaló: “Los árabes se han apiñado en el territorio y se han multiplicado al punto que su número se incrementó más allá de la tasa en la que aumentaron los judíos en el mundo entero en el siglo XIX”. O como afirmó el presidente estadounidense Franklin Roosevelt: “La inmigración de árabes a Palestina desde 1921 ha superado con creces la inmigración judía en todo el período reciente”.
Esta situación quedó confirmada científicamente con la investigación del orientalista Shlomo Aryeh ben Elkana, quien inspeccionó más de 800 aldeas árabes en todo Israel a partir de la década de 1940 y reveló que la gran mayoría de los residentes tenía origen extranjero. Puso como ejemplo Umm al-Fahm, aldea que estudió en 1943: de sus 2800 habitantes, 1400 eran de origen egipcio, unos 900 de la Península Arábiga y 500 de Transjordania.
Por lo tanto, es ilógico y claramente irrazonable seguir afirmando la existencia de un “pueblo árabe asentado en esta tierra” durante siglos.
*Docente en el Departamento de Estudios Judaicos de la Universidad Bar-Ilan.
Fuente: Yediot Ajaronot con traducción de Hatzad Hashení / Versión NMI.