Una historia que debe recordarse, especialmente hoy
Uno de los capítulos más destacados del Judaísmo en el siglo XX fue la emancipación política en la tierra de Israel, que trajo como consecuencia una “normalización” de los judíos de la diáspora. Pero los judíos también cumplieron un importante papel en los movimientos por los derechos civiles de otros grupos étnicos, como el caso de los negros en Estados Unidos junto a Martin Luther King, así como en Sudáfrica, donde buena parte de quienes enfrentaron el régimen de segregación lo hicieron imbuidos de los principios y valores de la fe judaica
Sami Rozenbaum
(Este artículo se publicó originalmente en Nuevo Mundo Israelita Nº 1819, 3 al 10 de febrero de 2012. Se han actualizado algunos detalles).
Los judíos comenzaron a establecerse formalmente en Sudáfrica a partir del año 1806, cuando el Cabo de Buena Esperanza fue ocupado por los británicos. En 1880 la comunidad contaba con unos 4000 miembros, la mayor parte provenientes de Inglaterra y Alemania.
Posteriormente comenzó una intensa inmigración, sobre todo de judíos que huían de las persecuciones en Lituania y otros países de Europa Oriental; para 1914 ya había una importante comunidad de 40.000 personas. Cuando Estados Unidos cerró sus fronteras en 1924, el flujo hacia Sudáfrica se aceleró; sin embargo, también ese país promulgó restricciones casi absolutas a los inmigrantes en 1937, justo en vísperas de la Segunda Guerra Mundial.
Habiendo sido catalogados como “blancos”, los judíos gozaron de plenos derechos políticos. La comunidad alcanzó su apogeo hacia 1970, cuando su número llegó a unos 118.000, equivalente al 0,6% del total de los “blancos”. Luego decreció debido a la emigración hacia Estados Unidos, Europa e Israel, la cual se ha acelerado a causa de la inestabilidad política de los últimos años; actualmente se estima su número en 75.000, radicados fundamentalmente en Johannesburgo y Ciudad del Cabo.
Israel Maisels (1905-1994), jefe del equipo de abogados en el “Juicio por Traición” a un grupo de activistas contra el apartheid, sacado en hombros del tribunal tras ser declarados inocentes todos los acusados en marzo de 1961. Catorce de los 23 blancos juzgados eran judíos. Parte de las sesiones de este histórico juicio tuvieron lugar en la Sinagoga Antigua de Pretoria
(Foto: houseofemslie.com)
La inmigración desde Lituania llevó a Sudáfrica a varios integrantes del llamado Bund (siglas en idish del Sindicato General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia), fundado en 1897 y que alcanzaría una gran influencia en el movimiento obrero europeo. Estos activistas, en ocasiones identificados con la izquierda radical, comenzaron a dejar su marca en la sociedad sudafricana con sus ideales igualitarios. Así, en 1911 estalló la primera huelga reivindicativa de empleados del tranvía en Johannesburgo, organizado por un judío de apellido Polevnik. Más adelante la mayoría de los sindicatos obreros del país, como el de los trabajadores textiles, contaría con numerosos dirigentes judíos.
En 1917, Isaiah Israelstam fundó el grupo Amigos de la Libertad Rusa (era el año de la revolución), así como el Partido Socialista Laborista, y la sección idish de la Liga Socialista Internacional; esta última daría lugar al Partido Comunista de Sudáfrica, muchos de cuyos fundadores fueron judíos. Una de sus principales actividades fue la lucha contra la segregación de los trabajadores negros.
El líder hindú Mohandas Gandhi, luego conocido como “Mahatma”, desarrolló sus primeros pasos como luchador contra la discriminación en Sudáfrica. Muchos de sus colaboradores fueron judíos, incluyendo quien sería su secretaria, Sonia Schlessin. Gandhi comentó posteriormente: “En Sudáfrica estuve rodeado de judíos”
El líder hindú Mohandas Gandhi, luego conocido como “Mahatma”, desarrolló sus primeros pasos como luchador contra la discriminación en Sudáfrica, tras graduarse allí de abogado. Muchos de sus colaboradores fueron judíos, como Henry Polak, editor del periódico Indian Opinion entre 1906 y 1916 (y quien estuvo preso junto a Gandhi por participar en una de las primeras manifestaciones no violentas), el miembro del Parlamento Morris Alexander, el arquitecto Hermann Kallenbach, y quien sería la secretaria de Gandhi durante casi toda su permanencia en Sudáfrica, Sonia Schlessin. Gandhi comentó posteriormente: “En Sudáfrica estuve rodeado de judíos”.
Con frecuencia, el activismo colocó a estos judíos entre los “enemigos del Estado”. Así, a raíz de una huelga de mineros en 1946, varios dirigentes judíos fueron acusados de sedición. Pero las principales luchas aún no habían comenzado.
Entre las dos guerras mundiales, los racistas en el gobierno sudafricano fueron introduciendo medidas discriminatorias en la legislación del país. Finalmente, el sistema del apartheid fue implantado en 1948, cuando el Partido Nacional llegó al poder; de acuerdo con este régimen, las personas “de color” tenían prohibido residir en las ciudades principales, sufrían rigurosas limitaciones laborales y de movilidad, e incluso su sistema educativo estaba diseñado para condenarlos a la inferioridad. El Partido Comunista, en el que muchos judíos activaban, fue proscrito.
En 1953 se creó un frente unido llamado Alianza del Congreso, integrado por varios movimientos contra el apartheid y organizaciones sindicales. En junio de 1955, esta Alianza realizó una gran concentración llamada “Congreso del Pueblo” en Kliptown, en el gran suburbio negro de Soweto, cerca de Johannesburgo. Durante esta reunión se aprobó un documento llamado Freedom Charter (Carta de la Libertad). Las autoridades policiales que rodeaban el evento advirtieron a sus promotores que “se sospechaba que se estaba cometiendo un acto de traición”. En efecto, los organizadores fueron detenidos brevemente y sus nombres registrados.
La periodista y activista judía Ruth First (1925-1982) se dirige al público durante una manifestación en la plaza Trafalgar de Londres por la liberación de Nelson Mandela y otros dirigentes anti-apartheid en 1964. First debió huir de Sudáfrica tras pasar varios meses detenida sin juicio y sufrir persecuciones. En 1978 se radicó en Mozambique, donde se dedicó a la docencia universitaria y al activismo; en 1982 fue asesinada con una carta-bomba enviada por los servicios de seguridad del régimen sudafricano
(Foto: archant)
Unos meses después del “Congreso del Pueblo”, la policía irrumpió en los hogares de más de 500 activistas anti-apartheid. Treinta de ellos fueron acusados de traición, 23 de los cuales eran “blancos”; 14 de ellos eran judíos, entre ellos Joe Slovo, León y Norman Levy, Lionel “Rusty” Bernstein, Ronnie Press, Ben Turok, Sydney Shall, Lionel Forman e Ike Horvitch. Este fue el inicio de un largo proceso judicial de seis años (1955-1961) llamado Treason Trial (“Juicio por Traición”), parte de cuyas sesiones tuvieron lugar en la Sinagoga Antigua de Pretoria.
Paradójicamente, el juicio logró dar relevancia internacional a la lucha contra el apartheid; por otra parte, al pasar juntos tan largo tiempo, los implicados —quienes tenían muy diferentes orígenes étnicos además de incluir mujeres— pudieron alcanzar una mayor integración ideológica y programática.
El líder del equipo de abogados de la defensa fue un jurista judío, Israel Maisels. El resultado de su intenso trabajo fue el veredicto de inocencia para todos los acusados, emitido en marzo de 1961.
Durante 13 años, Helen Suzman fue la única parlamentaria del Partido Progresista; el premier P. W. Botha decía que ella “creaba problemas en todo el país”, mientras que F. W. De Klerk la llamó “saboteadora”
En 1977 se produjo otro proceso legal de gran trascendencia, relacionado con el comportamiento de la policía a raíz del asesinato del líder negro Steve Biko; en el equipo de la defensa destacó el judío Sydney Kentridge, quien también había trabajado en el Treason Trial. Otros abogados judíos que cumplieron un importante papel en el movimiento por los derechos civiles fueron Albie Sachs, Rowley Arenstein, Hymie Basner, Harry Snitcher, Joel Joffe, Jack Unterhalter (miembro fundador del Partido Liberal de Sudáfrica), Jules Browde y Richard Goldstone, quien mucho después trabajaría para la ONU en el notorio caso de la Operación Plomo Fundido (de cuyo distorsionado veredicto se retractó posteriormente).
La lucha también se dio en el ámbito parlamentario. En 1959, el Partido Unido se dividió —paradójicamente— para dar origen al nuevo Partido Progresista; su principal líder fue Helen Suzman, quien alcanzaría fama mundial por su enérgica acción contra el racismo institucionalizado, y por lograr reivindicaciones para todas las minorías. Durante 13 años, Suzman fue la única parlamentaria del Partido Progresista; el premier P. W. Botha decía que ella “creaba problemas en todo el país”, mientras que F. W. De Klerk la llamó “saboteadora”. Pero su influencia fue determinante al enfrentar las normas que permitían las detenciones sin juicio y el maltrato en las cárceles.
Helen Suzman (1917-2009), líder del Partido Progresista, junto a Nelson Mandela en su casa de Soweto en febrero de 1990, cuando fue puesto en libertad. Su trabajo como parlamentaria fue determinante al enfrentar las normas que permitían las detenciones sin juicio y el maltrato en las cárceles, y alcanzó fama mundial por su enérgica acción contra el racismo institucionalizado
(Foto: AP)
Otro político judío de gran relevancia fue Harry Schwarz, del Partido Unido, quien en 1974 firmó, junto al líder zulu Mangosuthu Buthelezi, una “Declaración de fe” que establecía las bases teóricas de un Estado sudafricano no racial y democrático, al que se llegaría por medios pacíficos. Dos décadas más tarde, Schwarz se convirtió en el primer judío designado embajador de Sudáfrica, en su caso en Estados Unidos.
La escritora Nadine Gordimer, cuyos padres arribaron a Sudáfrica provenientes de Lituania, fue una de las activistas anti-apartheid más respetadas, y amiga cercana de Nelson Mandela. Varios de sus libros fueron prohibidos por las autoridades, como The Late Bourgeois World y A World of Strangers. Fue miembro del Congreso Nacional Africano, participó en numerosas manifestaciones, y durante años viajó por todo el mundo dando conferencias sobre el racismo en su país. En 1991 obtuvo el Premio Nobel de Literatura, la primera mujer judía en recibir este galardón.
Sin embargo, también hubo numerosos judíos que optaron por otras vías. Un activista de nombre Arthur Goldreich estableció, en una finca de las afueras de Johannesburgo, una sede clandestina del Partido Comunista y refugio para fugitivos políticos, entre los cuales estaba Nelson Mandela. El lugar fue allanado, tras lo cual se produjo otro sonado juicio que terminó en cadenas perpetuas para ocho personas. Los cinco “blancos” detenidos en la finca eran judíos.
Muchos de los activistas judíos celebraron el fin del apartheid con su compañero de luchas, Nelson Mandela —quien sería electo presidente en 1994—, así como con el líder Oliver Tambo, quien había vivido 30 años en el exilio
La persecución política llevó a numerosos judíos al destierro; algunos se exiliaron en la Unión Soviética y otros países comunistas, lo cual no deja de ser irónico, dado que allí los judíos estaban sometidos a discriminación y persecución.
Incluso hubo un caso de muerte violenta: David Rabkin, hijo de la activista Joan Rabkin, participó en la facción armada del Congreso Nacional Africano y perdió la vida en un enfrentamiento con las autoridades.
Tras la enorme presión interna y externa, en 1990 el presidente sudafricano F. W. De Klerk legalizó todos los partidos, abrogó las leyes discriminatorias y abrió el sistema político. Como por arte de magia cesaron las prohibiciones a la prensa, y cientos de exiliados regresaron al país. Muchos analistas habían previsto que la situación de Sudáfrica desembocaría en una guerra civil, por lo que estos desarrollos lucieron casi increíbles.
Muchos de los activistas judíos celebraron el fin del apartheid con su compañero de luchas, Nelson Mandela —quien sería electo presidente en 1994—, así como con el líder Oliver Tambo, quien había vivido 30 años en el exilio.
Nadine Gordimer (1923-2014), narradora y ensayista sudafricana, fue la primera mujer judía y primera mujer africana que ganó el Premio Nobel de Literatura (1991). Fue miembro del Congreso Nacional Africano, participó en numerosas manifestaciones, y durante años viajó por todo el mundo dando conferencias sobre el racismo en su país
(Foto: www.biografiasyvidas.com)
La victoria contra la segregación en Sudáfrica fue producto de inteligencia, organización y perseverancia, ante obstáculos que por mucho tiempo parecieron insalvables. La gran proporción de judíos que intervinieron en este proceso, y en su final feliz, refleja la impronta de las enseñanzas y valores judaicos a favor de la igualdad y la justicia.
Treinta años más tarde, el presidente de Sudáfrica es Cyril Ramaphosa, del mismo partido de Mandela (Congreso Nacional Africano), quien vivió y seguramente recuerda bien la época en que una cantidad desproporcionada de judíos participó en la lucha contra la discriminación en su país. Sin embargo, su gobierno ha promovido que se juzgue a Israel por un ficticio “genocidio” ante la Corte Internacional de Justicia, e incluso ha acusado al Estado judío de apartheid, lo que banaliza el significado del término y constituye un insulto a quienes padecieron la segregación racial.
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