El antisemitismo global puede observarse en la Asamblea General de la ONU mejor que en otros lugares. Los diplomáticos de alto nivel de muchas democracias participan activamente, cada año, en actividades antisemitas.
La definición ampliamente aceptada de antisemitismo, acordada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA por sus siglas en inglés), establece que una manifestación antisemita “podría incluir el ataque al Estado de Israel, concebido como una colectividad judía. Sin embargo, las críticas a Israel similares a las formuladas contra cualquier otro país no pueden considerarse antisemitas”.
A pesar de su pasado genocida contra los judíos en la generación de sus abuelos, la Alemania contemporánea participa de todo corazón en estas manifestaciones antisemitas en la ONU. El tema salió a la luz en marzo. El diario alemán de mayor circulación, Bild, publicó que en los últimos años la Asamblea General ha aprobado más de 500 resoluciones contra Israel y ninguna contra el grupo terrorista palestino Hamás. Bild dio algunos ejemplos: en 2014, de todas las resoluciones dirigidas contra un país específico, el 87% fueron contra Israel. En 2016 fueron el 77%, y en 2017 el 78%. Por otra parte, en el Consejo de Derechos Humanos de la misma ONU más de la mitad de las resoluciones fueron contra Israel. El periódico señaló que Alemania se alía regularmente con los enemigos de Israel: en noviembre pasado, de las 21 resoluciones de la Asamblea General contra Israel, 16 fueron apoyadas por Alemania y se abstuvo en cuatro.
No hay, ni de cerca, un número similar de resoluciones en la Asamblea General contra ningún otro país. Esto significa que los votos anti-Israel de Alemania y de otros países son manifestaciones de antisemitismo.
El Partido Liberal Democrático alemán (FDP) propuso recientemente una moción en el Bundestag (parlamento) para cambiar su política de votar contra Israel; la moción planteó que la condena desproporcionada a Israel va mucho más allá de la crítica legítima. Resultado: 408 parlamentarios votaron contra la resolución, 150 la aceptaron y 63 se abstuvieron. Solo el partido populista Alternativa para Alemania (AfD) se alió con el FDP y apoyó la moción. Con una sola excepción, los demócrata-cristianos de la canciller Angela Merkel, sus aliados bávaros de la Unión Social Cristiana, los socialistas y el Partido de Izquierda votaron a favor de mantener la votación antisemita del país en la ONU. El Partido Verde se abstuvo.
En la política alemana existe un “cordón sanitario” alrededor de AfD. Esto implica desde el lado de los boicoteadores: “Somos buenos y claros; AfD es mala y oscura”. Sin embargo, esta votación en el parlamento mostró que, con respecto a quienes se opusieron a la resolución del FDP, la diferencia con la AfD puede ser más bien de un tono gris. Después de la votación, Daniel Pipes, experto estadounidense en temas del Medio Oriente, tuiteó: “Merkel simplemente habla; AfD actúa”.
El ministro Heiko Maas, un socialista, ha dicho a menudo que Auschwitz lo inspiró a entrar en la política. Pero defendió la actitud del gobierno, alegando que es preferible participar en la redacción del texto de esas resoluciones anti-israelíes y hacerlas más moderadas, en lugar de no participar en la discusión y votar en contra. Los conocedores afirman que esta actitud es parte de un juego. Los palestinos preparan una resolución radical, sabiendo muy bien que el texto final será menos extremo. Los europeos negocian un texto más moderado y luego afirman que han logrado debilitar la resolución original.
Después del Holocausto y muchos otros crímenes horrendos, las Naciones Unidas aprobaron en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su primer artículo reza: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Están dotados de razón y conciencia”. Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos alemanes, y otros que habían participado en actividades criminales, afirmaron que habían seguido órdenes superiores; este argumento fue utilizado frecuentemente por los acusados en los Juicios de Núremberg. La expresión alemana “una orden es una orden” (Befehl ist Befehl) se convirtió en una frase internacional. Pero los tribunales no consideraron que las órdenes superiores fueran una justificación válida para permitir que aquellos que habían cometido delitos quedaran libres.
La ley religiosa judía ya entendía la naturaleza del problema hace más de un milenio: si alguien le pide a otro que cometa un pecado, quien sigue esas instrucciones es responsable del pecado cometido.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU es aún peor en su incitación anti-israelí. Un extraterrestre que viniera a la Tierra para tener una idea rápida de lo que significan los derechos humanos, probablemente se centraría en una visita al CDH en Ginebra. Luego podría informar que los habitantes de la Tierra han desarrollado un sistema inmoral perfecto para condenar a los Estados: todos los países trasgreden lo que denominan “derechos humanos”; por lo tanto, en el CDH la mayoría de aquellos que se portan mal, incluidos algunos que violan sistemáticamente los DDHH, pueden acusar al país que quieran.
Los ministerios de asuntos exteriores deciden si apoyan o no las condenas a Israel en la Asamblea General. Si lo hacen, cometen actos antisemitas. Sus diplomáticos en la ONU ejecutan las órdenes; esas personas “están dotadas de razón y conciencia”, por lo cual no pueden negar su responsabilidad arguyendo “Soy solo un mensajero y cumplo las órdenes de mis jefes”.
Para cada diplomático democrático que ha formado parte de las numerosas condenas de la Asamblea General de la ONU y el CDH contra Israel, se debe establecer un archivo que registre la frecuencia con la que él o ella ha participado en tales manifestaciones de antisemitismo. Llevar a cabo reiteradamente actos antisemitas no es un delito, pero siempre es una expresión del carácter defectuoso de un individuo.
*Escritor y analista político.Ex presidente del Comité Directivo del Centro de Asuntos Públicos de Jerusalén.
Fuente: The Jerusalem Post. Traducción NMI.