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Entre los miembros de las ramas separadas y luego vueltas a reunir con el tronco del pueblo judío, los provenientes de Etiopía son los más numerosos. Tras su aliá masiva a finales del siglo XX, constituyen una parte colorida y cada vez más dinámica del Estado de Israel
Sami Rozenbaum
N o existe información incuestionable sobre el origen de los judíos de Etiopía, conocidos como Beté Israel (literalmente “de la Casa de Israel”), que vivieron durante al menos 2000 años en la región de Gondar, entre Amhara y Tigray, al norte de ese país africano. Lo único seguro es que son una rama pre-talmúdica del Judaísmo, al igual que los samaritanos (ver NMI Nº 2022) y los caraítas (NMI Nº 2035).
Sus lenguas tradicionales son el amhárico y el tigrinya, ambas de la rama semítica, y su idioma litúrgico el ge’ez.
Los propios Beté Israel tienen varias explicaciones sobre su origen.
Habitualmente se los ha asociado a la visita de Makeda, la “reina de Saba” o Sheva, quien según el relato bíblico (1 Reyes 10:1-13, y 2 Crónicas 9:1-12) fue a conocer al rey Salomón y quedó maravillada por su riqueza y sabiduría. Según antiguas leyendas, ella fue amante del monarca; su presunto hijo en común, Menelik, se convirtió luego en emperador, iniciando una rama hebrea en su país de origen, conocido como Kush en el Tanáj. El Kebra Negast (“Gloria de reyes”), uno de los textos históricos de los Beté Israel, afirma que un grupo de judíos acompañó también a Menelik cuando él mismo visitó Judea y luego regresó a su país.
Sin embargo, numerosas fuentes señalan que los judíos de Etiopía se originaron en la tribu de Dan, parte de la cual emigró cuando el reino de Israel se fragmentó en el siglo X a.e.c., iniciándose una guerra civil; o quizá fueron judíos que tras la destrucción del Primer Templo por los babilonios (siglo VI a.e.c.) emigraron a Egipto, luego pasaron a Nubia (Sudán) y finalmente, siglos después, terminaron en Eritrea y Abisinia (Etiopía). Otra porción de judíos huyó al sur de Arabia, dando origen a las comunidades judías del Yemen. Es posible que todas estas versiones sean ciertas, y se haya producido más de una oleada de emigración judía hacia Etiopía.
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Otra posibilidad considerada por los investigadores es que los judíos etíopes se hayan originado en una población local convertida a la religión hebrea por judíos provenientes del Yemen, o por los que habían vivido en la isla egipcia de Elefantina, situada en el Mar Rojo, donde existió una comunidad judía en el siglo V a.e.c.
Análisis genéticos realizados en décadas recientes indican similitudes en el ADN de los Beté Israel y los judíos yemenitas, así como vínculos con las etnias nilo-saharianas y bantúes de la región de los Grandes Lagos africanos, y otros grupos semíticos.
Los Beté Israel definitivamente ya existían en el año 325 de la era común, cuando el reino de Aksum se convirtió oficialmente al Cristianismo y trató de bautizarlos. Los Beté Israel (así los llamó el propio emperador de los aksum, Ezana) se rebelaron, por lo que se desató una guerra civil. Los judíos lograron conservar su autonomía y crearon un territorio soberano en la provincia de Dembiya, conocido más tarde como Reino de Semien por el nombre de las montañas que formaban parte de la comarca. También se le llamó Reino de los Gideones, por la dinastía que lo gobernó.
Su capital fue la ciudad de Gondar y su primer rey fue Pinjas, quien según la tradición era descendiente de Zadok, sumo sacerdote de la época de los reyes David y Salomón. Estudios recientes indican que en realidad no se trató de un reino centralizado y unificado, sino que cada región o aldea elegía a sus propios líderes espirituales y seculares.
En el siglo IX de la era común, un viajero y comerciante llamado Eldad Hadani (“de la tribu de Dan”) se presentó ante la comunidad judía de Egipto y otras del Mediterráneo, y afirmó que provenía de un reino judío situado “muy al sur”, causando gran sensación. Según las descripciones de la época, Eldad hablaba un extraño dialecto del hebreo, tenía piel oscura, y sus costumbres diferían tanto del Judaísmo convencional como del caraísmo.
A mediados de ese mismo siglo, el Imperio Aksum inició un período de expansión, lo que generó un nuevo conflicto con el Reino de Semien; el rey judío Gideon IV logró vencer pero murió en batalla, y su hija Judith heredó el trono. Según las crónicas, Judith estableció una alianza con las tribus paganas de los agaw y, hacia el año 960, estas fuerzas unidas conquistaron y destruyeron la capital de Aksum, quemando iglesias y monasterios e imponiendo la ley judía.
Judith reinó durante unos 40 años, y desarrolló relaciones diplomáticas con otros reinos.
Este fue el inicio de la dinastía Zagwe, cénit de la “edad de oro” del reino de los Beté Israel que duró entre los años 937 y 1270, período en el que según el Kebra Negas los reyes judíos, cristianos y paganos etíopes vivían en armonía.
Posteriormente se estableció en Etiopía una nueva dinastía cristiana, la “salomónica” (la religión oficial, la Iglesia Copta Monofisita, mantiene algunos elementos judaicos en su lenguaje y rituales); esto dio inicio a tres siglos de conflictos entre el reino cristiano y el de los Beté Israel.
En el siglo XIV, el emperador cristiano Amda Seyon envió tropas para conquistar unas provincias donde la población se había venido convirtiendo al Judaísmo, lo cual estaba reforzando al Reino de Semien. Más tarde, el emperador Yeshak (1414-1429) se anexó el reino judío y lo dividió en comarcas, en las que designó gobernadores locales. Yeshak decretó que los judíos tendrían un nivel social inferior a los cristianos, y los conminó a convertirse: “Quien se bautice podrá heredar las tierras de su padre, de lo contrario será un afalasi”, término que significa errante, exiliado o persona sin propiedades. De allí proviene el mote de falashas de los judíos etíopes, con el que fueron conocidos durante siglos pero que ellos consideran hoy un término peyorativo.
Sin embargo, el reino judío logró reorganizarse y lanzar un contraataque en 1450 con el que recuperó sus comarcas, y en 1462 incluso invadió territorios del Imperio Etíope, aunque finalmente fue derrotado. Muchos judíos fueron masacrados a lo largo de los años siguientes en la región de Begemder; de hecho, el emperador cristiano Yacob Zara usaba, orgullosamente, el mote de “exterminador de judíos”, aunque estos mantuvieron sus enclaves en las montañas Semien.
Entre los años 1529 y 1543 se desarrolló una guerra entre los imperios etíope y otomano, cuando este intentó conquistar el país. Al principio los Beté Israel ofrecieron aliarse a los musulmanes, pero estos no mostraron interés y más bien los atacaron; entonces los judíos se unieron a los cristianos contra el sultán Ahmed Gragn. Finalmente Etiopía se liberó, pero el Reino de Semien quedó muy debilitado, y los cristianos reanudaron sus ataques debido al cambio de bando de los líderes judíos.
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Así, con el apoyo de fuerzas portuguesas de la orden de los Jesuitas, el emperador etíope Gelawdewos invadió el reino judío y ejecutó al rey Yoram. El territorio de los Beté Israel quedó reducido a la región de los montes Semien. A pesar de ello, el siguiente monarca judío, Radi, logró reagrupar fuerzas, conquistar algunos territorios y derrotar al emperador etíope Menas.
El péndulo volvió a moverse, y el emperador cristiano Sarsa Dengel sitió el reino de los Beté Israel; al final los cristianos triunfaron, ejecutaron al rey Goshen, y muchos judíos, soldados y civiles, cometieron suicidio; pero el reino sobrevivió.
El Reino de Semien llegaría a su fin bajo el reinado de Gideon VII, en 1627, cuando el emperador cristiano Susenyos I lo conquistó y anexó a sus posesiones. Muchos de los judíos fueron esclavizados o bautizados, sus libros destruidos y la fe judía prohibida.
A pesar de ello, pequeñas comunidades de Beté Israel sobrevivieron alrededor de la capital etíope de entonces, Gondar. Los judíos ejercían trabajos que se consideraban menos dignos que la agricultura: eran artesanos, albañiles y carpinteros para la corte imperial.
Cuando el país se sumergió en una nueva serie de guerras civiles a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el gobierno se diseminó entre varios monarcas y la economía artesanal de los judíos declinó.
Finalmente, en 1855 Etiopía se reunificó. Se estima que para entonces había entre 200.000 y 350.000 Beté Israel, y en ese momento Occidente se enteró de su existencia. Ese mismo año, un judío etíope, Daniel Ben Hamdya, viajó a Jerusalén para reunirse con rabinos e informarles sobre la situación de los Beté Israel.
En 1859, un grupo religioso británico llamado Sociedad para Promover el Cristianismo entre los Judíos comenzó a operar en Etiopía. En respuesta, numerosos rabinos europeos proclamaron que reconocían a los Beté Israel como judíos y protestaron el intento de convertirlos. En 1868, la organización educativa Alianza Israelita Universal envió a uno de sus dirigentes, Joseph Halévy, a investigar las condiciones de vida de los Beté Israel. Al regresar, Halévy presentó un informe favorable y llamó a las comunidades judías a establecer escuelas judías en Etiopía, e incluso sugirió trasladar a miles de Beté Israel a lo que entonces era la Siria otomana (Palestina). Sin embargo, no se asumió ninguna medida. El rabino de Eisenstadt, Alemania, Azriel Hildesheimer, publicó un manifiesto en la prensa judía exhortando al “rescate espiritual” de los judíos de Etiopía.
La situación se volvió crítica en 1888, cuando se desató la hambruna en Etiopía a causa de una peste del ganado, combinada con epidemias de cólera, tifus y viruela. Se estima que entre un tercio y la mitad de los Beté Israel perecieron en solo cuatro años.
Jacques Faitlovitch, discípulo de Joseph Halévy en la Escuela de Altos Estudios de París, decidió organizar un viaje a Etiopía. Con fondos suministrados por el banquero y filántropo Edmond de Rothschild, se trasladó al país africano en 1904 y vivió entre los Beté Israel; logró frenar los esfuerzos de los misioneros protestantes, quienes trataban de persuadir a los Beté Israel de que el resto de los judíos del mundo creían en Jesús. Adicionalmente, Faitlovitch creó un comité internacional de ayuda, publicó un libro, y gestionó que dos docenas de jóvenes judíos etíopes emigraran a Europa.
En 1930 ascendió Haile Selassie al trono del Imperio Etíope (nombre formal del país). Al igual que los anteriores emperadores, Selassie adoptó el título de León de Judea.
En 1935, la Italia fascista invadió el país con el propósito de iniciar un imperio colonial africano. Selassie debió huir, y junto a su familia y numerosos funcionarios del gobierno se refugió en Jerusalén, donde se le recibió calurosamente; luego se exilió en Inglaterra.
El líder fascista Benito Mussolini, quien aplicó en Etiopía las mismas leyes raciales y antisemitas que en Italia, propuso a los británicos solucionar el “problema judío” en Europa y Palestina concentrando a todos los judíos en Etiopía, en un seudo-Estado que formaría parte de su imperio. Pero en 1941 los aliados expulsaron a los fascistas de Etiopía, y Haile Selassie fue restaurado en el poder. Aunque Etiopía se abstuvo en la votación sobre la partición de Palestina en la ONU en 1947, tratando de mantener un cauto “equilibrio” en el naciente conflicto árabe-israelí, Haile Selassie sostuvo vínculos cada vez más amistosos con el Estado judío, a través de amplios programas de asistencia agrícola y científica por parte de Israel y un notable intercambio cultural; numerosos etíopes (judíos o no) estudiaron en universidades y otras instituciones israelíes. En 1961 ambos países establecieron plenas relaciones diplomáticas, pero el emperador no permitía la emigración de los Beté Israel.
En 1973 se planteó al Gran Rabino sefardí de Israel, Ovadía Yosef, el tema de la judaicidad de los Beté Israel. Yosef la aprobó, invocando un dictamen del rabino David ben Salomón ibn Abi Zimra (Radbaz), del siglo XVI, según quien ellos eran efectivamente descendientes de la tribu de Dan y judíos según la halajá; el Gran Rabino asquenazí, Shlomo Goren, extendió también su reconocimiento a los judíos etíopes poco después. Debe mencionarse que el primer Rabino Jefe asquenazí del yishuv de Éretz Israel, Abraham Isaac Kook, ya había hecho un reconocimiento similar en 1921.
En 1974, Haile Selassie fue derrocado por un golpe de Estado comunista que abolió la monarquía, y se inició una guerra civil. El nuevo régimen pro-soviético mostró desde el principio su hostilidad hacia los Beté Israel y el Estado judío. En vista del peligro que afrontaban los Beté Israel, el gobierno de Itzjak Rabin dispuso que la Ley del Retorno era aplicable a los judíos etíopes, a efectos de que pudiesen hacer aliá. Pero no sería fácil hacerlos salir.
Para agravar las cosas, en la década de 1980 se desató la hambruna en Etiopía, y cientos de miles de personas murieron de inanición y enfermedades. Muchos Beté Israel huyeron hacia campos de refugiados en el vecino Sudán. Esto fue aprovechado por la Agencia Judía, que organizó un plan para sacar a la mayor cantidad de ellos haciéndolos pasar como cristianos, para luego trasladarlos a Israel. Sin embargo, esta actividad debió detenerse cuando la prensa israelí la divulgó, por lo cual muchos judíos quedaron atrapados en Sudán.
La emigración se reanudó en 1983, cuando el gobernador de la región de Gondar eliminó las restricciones de viaje. Sin embargo, las terribles condiciones de vida en los campamentos sudaneses causó la muerte a muchos refugiados, incluyendo entre 2000 y 5000 judíos.
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Finalmente, gracias a las gestiones de Estados Unidos, en 1984 el gobierno de Sudán aprobó la emigración masiva de Beté Israel en lo que se llamó “Operación Moisés”, que llevó a Israel a unos 7000 judíos etíopes entre finales de ese año y principios de 1985.
En 1991, tras el derrumbe del imperio soviético, el régimen de Etiopía comenzó a colapsar. El gobierno israelí aprovechó para reiniciar la migración masiva de los judíos etíopes, esta vez desde la propia capital, Addis Abeba. En un dramático puente aéreo que se llamó “Operación Salomón”, 34 aviones de El Al, a los que se removieron los asientos para maximizar su capacidad, trasladaron un total de 14.325 Beté Israel en tan solo 36 horas.
Poco después, un numeroso grupo de etíopes que eran descendientes de Beté Israel convertidos a la fuerza al Cristianismo, llamados falash mura, solicitaron que también se les permitiera hacer aliá. Tras una compleja controversia político-religiosa, esto se aprobó. Sin embargo, el gobierno de Israel restringió el número de los que podían inmigrar.
En 2015, el gabinete aprobó finalmente la aliá de los falash mura remanentes en Etiopía.
Al igual que sucedió con los judíos yemenitas trasladados a Israel en la “Operación Alfombra Mágica” de 1949-1950, los etíopes dieron un salto repentino de la antigüedad rural al mundo industrial urbano, para lo cual no estaban preparados. Tres décadas después de su llegada en masa, la comunidad de los Beté Israel, que hoy en día consta de unos 130.000 integrantes, muestra aún niveles de educación e ingresos significativamente inferiores al promedio.
En la década de 1990 surgió un escándalo de grandes proporciones, cuando se reveló que los bancos de sangre estaban desechando los fluidos donados por judíos de origen etíope por temor a que estuvieran contaminados con VIH. Otros casos de discriminación han llegado con cierta frecuencia a los medios, y los Beté Israel han protagonizado numerosas protestas. De su comunidad han surgido líderes que dan cada vez más visibilidad y articulación a sus demandas.
Pero el proceso de absorción de los Beté Israel está avanzando. Hoy en día, un tercio de ellos ya son sabras (nacidos en Israel), y el servicio en Tzáhal ha operado como un importante factor de integración en la sociedad israelí.
Actualmente los israelíes de origen etíope están activos en todos los ámbitos: han tenido siete diputados a la Knesset (incluyendo uno en la actual legislatura), escritores, académicos, periodistas, deportistas, actores, músicos, diseñadores de moda, y además Miss Israel 2013. Las mayores concentraciones de Beté Israel se encuentran en las ciudades de Netanya, Beersheva, Ashdod, Rehovot y Haifa, aunque no hay población grande o mediana que no cuente con su presencia. La tribu de Dan ha vuelto a casa.
Todos los textos hebreos de los Beté Israel desaparecieron cuando el Reino de Semien fue destruido, lo cual los despojó de un vínculo directo con sus orígenes. Por ello sus libros sagrados no están en hebreo sino en ge’ez, lengua emparentada con el amhárico y el tigrinya; se trata de traducciones de fuentes como la Septuaginta, es decir la Torá traducida al griego, que los cristianos etíopes vertieron a su vez al ge’ez.
Un hecho notable entre los Beté Israel fue que en el siglo XV crearon un movimiento monástico, con el fin de fortalecer su identidad judía y resistir los intentos de conversión por parte de cristianos y musulmanes. Estos monjes judíos organizaron la práctica ritual y redactaron una nueva literatura y plegarias adicionales.
FUENTES