Bryan Acuña*
Los acuerdos firmados el 15 de septiembre de 2020 fueron una de las movidas más claras de las intenciones del presidente Donald Trump para la región del Medio Oriente, basadas en la necesidad de generar un cambio en la política heredada del presidente Obama, quien durante ocho años prefirió restar fuerza a su presencia en el área y enfocarse más en las cercanías de China.
El expresidente Trump mantuvo esta presencia en el Sudeste Asiático, bajo la misma dinámica que asume que China es su principal enemigo en el globo; pero a través de sus expertos dio fuerza a esta movida con los países del Golfo más Israel en el Mediterráneo Oriental, complementando los acuerdos de 1979 con Egipto y de 1994 con Jordania.
Es así como llegan a sentarse a la mesa de negociaciones los Emiratos Árabes Unidos e Israel, y al final se sumaría el Reino de Bahréin, con el apoyo incuestionable del gobierno en Washington. Acuerdo que no solamente traería una pacificación entre las partes, sino además beneficios mutuos en temas comerciales, tecnológicos y eventualmente hasta militares.
Las banderas de Estados Unidos, Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, proyectadas en las murallas de la Ciudad Vieja de Jerusalén el día en que se firmaron los primeros Acuerdos de Abraham, 15 de septiembre de 2020
(Foto: AP)
Es trascendental, además, mencionar que la conformación de un eje que genere una especie de corredor militar cerca de las posiciones estratégicas iraníes en la zona del Golfo y Mar Arábigo, con conexiones en varios estrechos y pasos de rutas comerciales importantes, más la intención de cortar relativamente las ventajas militares del gobierno turco en manos de Recep Tayyip Erdoğan —quien ha intentado aumentar su influencia en el Mediterráneo Oriental, así como en regiones africanas, en detrimento de su relación estratégica con Occidente—, podría ser la motivación perfecta para impulsar y aumentar los alcances de este acuerdo.
De igual manera, a través de esta alianza se impulsan zonas pivotes para contrarrestar las movidas de potencias como Rusia o China en regiones de influencia atlantista, intentando revertir varios años de hegemonía del gobierno de Moscú en el Levante o el crecimiento de las inversiones de Beijing en zonas cercanas al Mediterráneo. Un movimiento similar impulsó la firma del acuerdo AUKUS entre el Reino Unido, Estados Unidos y Australia, para tener control en la región indo-pacífica cercana a China.
Otros países terminaron adhiriéndose a los Acuerdos de Abraham, como los casos de la República de Sudán y el Reino de Marruecos, quienes lo han hecho para obtener réditos propios. Los sudaneses se garantizan inversión extranjera, al ser excluidos de la lista de los países patrocinadores del terrorismo; en el caso marroquí, se les otorgó el reconocimiento sobre la región saharaui con acceso a recursos estratégicos y una ampliación de su territorio reconocido, todo en detrimento de una población que busca su autodeterminación desde hace varias décadas.
Se ha “despalestinizado” la agenda del mundo árabe, con la intención de lograr acuerdos que contrarresten la influencia iraní, el crecimiento del poder turco, y al mismo tiempo diversificar su estructura económica y comercial, menos dependiente de recursos estratégicos y de cara al cumplimiento de la agenda global del año 2030.
Se ha “despalestinizado” la agenda del mundo árabe, con la intención de lograr acuerdos que contrarresten la influencia iraní, el crecimiento del poder turco, y al mismo tiempo diversificar su estructura económica y comercial
También se cree que otros países como Catar, Omán, Túnez, Malasia y hasta Arabia Saudita se podrían unir a los Acuerdos. Todo dependerá, por supuesto, de las necesidades de la región en los próximos tiempos, lo que podría augurar un año 2022 muy movido para incentivar estos cambios.
La situación de inestabilidad política de Sudán y Túnez, el mundial de fútbol en Catar, la crisis en países que siguen en una condición volátil como Siria, Líbano o Yemen, el alejamiento turco de las posiciones atlantistas, así como las negociaciones en el tema nuclear iraní, podrían ser los elementos que le den razones suficientes a algunos países para decantarse a formar parte de esta coalición o gestar alguna nueva, entendiendo que sus amenazas actuales son las mismas.
Es aún temprano para sacar conclusiones sobre lo que será de los acuerdos durante el año 2022; quizá sean hasta ligeramente irrelevantes en el año que se avecina, pero es un hecho que dependiendo de cómo funcionen los otros ejes de acción y las propias movidas de los países occidentales con respecto a las amenazas para el mundo árabe e Israel, podrían generarse negociaciones directas entre estos para ampliar el marco de acción que les garantice seguir manteniendo el desequilibrio de fuerzas a su favor, ya que la experiencia de gobiernos anteriores de Occidente los ha obligado a tomar cartas en el asunto, sin esperar a que nuevamente alguna fuerza regional enemiga los ponga en jaque desde cualquier punto de vista.
*Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Internacional de las Américas (Costa Rica), especializado en la temática del Medio Oriente.