Los mercados tienen un comportamiento errático, los precios de las acciones fluctúan constantemente y muchos inversores quieren salir de sus posiciones. ¿Deberíamos entrar en pánico y llamar inmediatamente a nuestro corredor?
Muchos analistas creen que este es el momento perfecto para llamar al broker, pero para comprar en lugar de vender. Warren Buffett, reconocido inversor y empresario, tiene fama de comerciar como un caballero: compra cuando otros quieren vender y vende cuando otros quieren comprar. Según Buffett, el valor intrínseco de una empresa siempre es de mayor interés que el éxito de sus acciones en el mercado bursátil. Si se topa con una empresa infravalorada en el mercado e impopular entre los inversores, la compra, independientemente de lo que haga el mercado.
Pero la regla de «comprar barato, vender caro» es muy difícil de mantener cuando el mercado es volátil. Cuando las acciones se disparan y todos quieren comprar, somos reacios a vender; y cuando el mercado se hunde y todos quieren vender, invertir más dinero puede requerir nervios de acero.
En tal situación, contrarrestar nuestros instintos y nadar contra la corriente puede ser la clave del éxito. En resumen, no dejar que los mercados lo abrumen. Es posible no solo sobrevivir, sino prosperar.
Lo que es popular no es necesariamente lo correcto, y lo que es correcto no siempre es popular. Si esto es verdad en los mercados bursátiles, es aún más cierto en la religión. El porcentaje de judíos en el total la población mundial es minúsculo, y la cantidad de judíos observantes es una minoría aún menor. Parece que nuestra pasión por la Torá y la fe en Di-s, no están muy de moda.
Supongamos que usted resolvió observar el Shabat, comer kosher o rezar todos los días. Presumamos además que usted es el único en su familia y círculo social en hacerlo. Admitamos que se ridiculizan sus acciones. ¿Qué debería hacer? ¿Seguir lo que dicta el entorno y hacer lo que es popular, o intentar cambiar la tendencia y hacer lo que usted considera correcto?
Los judíos, como monoteístas practicantes, fueron ampliamente superados en número en el antiguo Oriente Medio. Rodeados de tribus idólatras y culturas paganas, eran una pequeña minoría. Para prepararlos para esta situación, Di-s los guio a través de un desierto antes de permitirles entrar a Tierra Santa.
La Torá describe el desierto en el que viajaron nuestros antepasados como «grande e impresionante». Fueron guiados a través de ese desierto para demostrarles que, aunque es portentoso, se puede prevalecer sobre el. Una de las palabras hebreas para hombre, es ADAM, expresión afín a ADAMÉ («reflexionaré»). Como en la frase Adamé LeElyón, «reflejaré lo supremo». El hombre es un reflejo de Dios, y como tal, él es capaz de sublimar su entorno físico y canalizar la divinidad hacia el mundo, viviendo una vida de principios. Una vida digna.
De la misma manera en que nuestra nación sobrevivió físicamente durante cuarenta años en el desierto, con abundante comida, agua y protección, sobrevivimos espiritualmente, a pesar de estar rodeados de culturas paganas. Di-s quería que supiésemos que incluso en un desierto espiritual, el judaísmo florecería y prosperaría.
El desafío es rechazar la sugerencia de que el desierto es superior a nosotros. No estamos sujetos a sus caprichos. Podemos defendernos y cambiar sus tendencias. Una vez que aceptamos que podemos medirnos en contra de su fortaleza bruta, podemos negarnos a ser intimidados por él. Pero si ello es una idea genial en nuestras mentes, será una acción increíble, en la vida real.
Este es un buen consejo para los inversionistas bursátiles, y un buen consejo en lo que se refiere a nuestros compromisos religiosos.