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D urante una entrevista que otorgó la semana pasada a Megyn Kelly, periodista de la cadena estadounidense NBC, el presidente ruso Vladimir Putin respondió preguntas sobre los 13 ciudadanos rusos acusados por el juez especial Robert Mueller de haber interferido en las elecciones presidenciales de 2016, a través de una campaña encubierta en las redes sociales.
Este escándalo está en la palestra desde que el mismo momento en que Donald Trump ganó las elecciones. De hecho, Trump finalmente reconoció hace pocos días que “hubo interferencia de Rusia, y probablemente otros países, en las elecciones de 2016. Y Estados Unidos contrarrestará cualquier intento de intromisión en los comicios de mitad de término (al Congreso) de noviembre de 2018”.
Putin, quien había ridiculizado las acusaciones calificándolas como “una gritería y unos aullidos en el Congreso de EEUU”, le dijo a Kelly: “Primero debo ver qué es lo que [supuestamente] hicieron [los hackers]. Dennos material, dennos información”, según reseña The Jerusalem Post.
En otro momento de la entrevista, añadió: “Quizá ni siquiera era rusos. Tal vez eran ucranianos, tártaros, judíos, pero con ciudadanía rusa. Eso debe verificarse. Tal vez tienen doble ciudadanía, o una Green Card. Quizá fueron estadounidenses quienes les pagaron por ese trabajo. ¿Cómo saberlo? Yo no lo sé”.
Esto originó de inmediato una tormenta entre las organizaciones judías, quienes acusan a Putin de antisemita. Por ejemplo, el American Jewish Committee y la Liga Antidifamación compararon estos comentarios a Los Protocolos de los Sabios de Sión. Varios medios también lo enfocaron con ese tono; el portal Slate tituló: “Putin: quizá los judíos se inmiscuyeron en las elecciones de EEUU”. La revista New York Magazine escribió: “Putin dice que judíos podrían ser culpables por el hackeo de las elecciones de 2016”. The Jerusalem Post utilizó palabras similares.
En el respetado portal judío Forward, el periodista David Klion se distancia de estas reacciones, que según él representan equívocamente lo que el líder ruso dijo y el contexto cultural en que lo dijo: “No voy a defender a Putin por su tono petulante y condescendiente durante la entrevista, sus afirmaciones evidentemente deshonestas sobre la implicación del gobierno ruso en las elecciones de 2016, o su poco útil introducción del tema étnico en el debate. De todos modos, hay que ser preciso sobre lo que él quiso decir, y si ello muestra una actitud contra los judíos. El antisemitismo en Rusia es un problema real, pero las reacciones de pánico ante la respuesta de Putin son erradas”.
Los argumentos de Klion se concentran en la traducción. Por una parte, en lengua rusa existe una distinción entre rosiski (cualquier ciudadano de la Federación Rusa) y ruski (que se refiere a la etnia rusa, la mayoritaria entre las muchas que existen en ese país). Tal vez, dice Klion, el traductor usó el término ruski, lo que Putin aprovechó para desviar la respuesta hacia la etnicidad de los acusados.
Por otra parte, Putin usó la palabra yevrei, que en ruso es neutra e “inofensiva”, según Klion, para referirse a los judíos desde el punto de vista étnico, no religioso (en cuyo caso habría utilizado iudei, un término más cargado y “una distinción que no se percibe fácilmente en inglés”).
El analista agrega que, ciertamente, Putin no ha sido considerado hasta ahora antisemita, y más bien “cuenta con muchos judíos entre su círculo de amigos acaudalados, mantiene una relación cálida con el controversial rabino Berel Lazar de Jabad Lubavitch, y es harto sabido que se lleva bien con funcionarios israelíes como el canciller Avigdor Lieberman. Siempre se ha referido a los judíos en términos positivos, y según sus respetados biógrafos Fiona Hill y Clifford Gady, ha tenido relaciones cercanas con judíos desde su temprana infancia en Leningrado [hoy San Petersburgo]”.
Klion continúa: “Los comentarios de Putin a Kelly fueron, por lo menos, torpes. Pero deberían entenderse como un disimulo o un troleo, por los cuales, a diferencia del antisemitismo, el presidente ruso es bien conocido”. En resumen, se trató de una maniobra insincera de Putin para desviarse del fondo de las preguntas que se le hicieron, sobre la responsabilidad de su gobierno en las ciberintrusiones en la política de EEUU.
Durante una entrevista que otorgó la semana pasada a Megyn Kelly, periodista de la cadena estadounidense NBC, el presidente ruso Vladimir Putin respondió preguntas sobre los 13 ciudadanos rusos acusados por el juez especial Robert Mueller de haber interferido en las elecciones presidenciales de 2016, a través de una campaña encubierta en las redes sociales.