Mientras fiestas como Pésaj, Sucot, Rosh Hashaná, Yom Kipur y Purim tienen su propio libro dentro de los tratados de la Mishná, la fiesta de Janucá no tiene uno propio, ya que no existe ningún tratado llamado Janucá.
Las leyes de Janucá se encuentran en el Tratado de Shabat, en la parte referente a las velas de Shabat. La Guemará habla también sobre las leyes de las velas de Janucá.
Por medio de las leyes de Janucá comprenderemos cómo se estableció el Talmud y también el significado de esta fiesta. Así está escrito (Tratado de Shabat, pág. 21:8 – 22A): “Dijo Rabí Cahana en nombre de Rabí Natan: ‘la lámpara de Janucá que se coloque a más de 20 codos de altura se inutiliza… y dijo también Rabí Cahana en nombre de Rabí Natan: porque dice el versículo pero la cisterna estaba vacía, no había agua en ella (se refiere a la historia de Yosef y sus hermanos. Yosef era el preferido de su padre Yaacov, sus hermanos sentían envidia de él y pensaron en matarlo pero al final decidieron tirarlo en un pozo para posteriormente venderlo como esclavo a los egipcios). Al decir que la cisterna estaba vacía se supone que no había agua en ella; ¿para qué agregar la frase: “no había agua en ella”. Para enseñarnos que no había agua, pero sí serpientes y escorpiones. Y el Talmud continúa con otras leyes sobre Janucá.
Hay quienes se preguntan: ¿qué tiene que ver este midrash sobre el pozo al cual fue arrojado Yosef dentro de las leyes de las velas de Janucá?
Podríamos sugerir tres caminos como respuesta: lo práctico, lo instructivo y lo significativo.
1. Lo Práctico: hay que recordar que por lo menos hasta la época de Rabí Yehudá Hanashí (200 E.C.) todo el estudio de los sabios, que estaba basado en las leyes y estudios tradicionales, se registraban en la memoria de cada individuo. La materia era bastante amplia y, para facilitar el reto de recordarla, los sabios buscaron varios métodos. Uno de ellos fue juntar varios dichos del mismo sabio uno al lado del otro, que tratasen temas totalmente distintos. Así era más fácil para ellos recordar con orden una gran cantidad de dichos y aprendizajes.
2. Lo instructivo: cuando se lee la historia de Yosef y sus hermanos, se comprende que al principio los hermanos quisieron matarlo. “Entonces se levantó Reubén, el hermano primogénito, y les dice: ‘¿Para qué lo mataremos?’ y sugiere tirarlo dentro de un pozo. Pero si el pozo estaba vacío de agua pero lleno de culebras y escorpiones (como el midrash nos enseña), ¿entonces cuál era la idea de Reubén de no matarlo, pero sí arrojarlo dentro del pozo lleno de culebras y escorpiones? ¿Acaso estos animales no lo matarían?Por eso, y según esta explicación y por asociación de ideas, este midrashlo escribieron inmediatamente después de la ley sobre la altura máxima a la que se puede poner la Janukiyá y cumplir con la mitzvá (20 amot – 10 metros). La razón de esta ley es que hasta esta altura nuestra mirada puede visualizar lo que se encuentra a nuestro alrededor cuando caminamos por la calle, y como la idea de las velas de Janucá es hacer público los milagros acontecidos durante Janucá, hay que poner la Janukiyá hasta de 10 metros de alto. Ahora bien, podemos decir que Reubén de verdad no quiso matar a Yosef sino solo mantenerlo dentro de un pozo profundo, y como la profundidad del pozo era de más de 10 metros, no pudieron ver a las culebras y los escorpiones que allí se encontraban.
3. Lo significativo: el midrashse basa en el principio que indica que en la Torá no sobra ninguna letra, pero en este caso “supuestamente” hay tres palabras de sobra, porque el versículo dice: “el pozo estaba vacío, no tenía agua”. Si sabemos que estaba vacío, sabemos que no tenía agua. De aquí sale la explicación que nos dice que la Torá quiere destacar que el pozo estaba vacío de agua, pero adentro había otras cosas como serpientes y escorpiones.
Este midrash nos enseña que igual que un recipiente natural que nunca se queda vacío es el ser humano.
En la naturaleza un recipiente siempre se llena con algo. Si tenemos un pozo natural, o se llena con agua (lo cual es algo positivo, ya que da vida al mundo) o se llenara con cosas tales como serpientes y escorpiones (animales que pueden quitarnos la vida). Pero algo es seguro: jamás el pozo se encontrará vacío. Así es también el ser humano: tiene carácter, talentos y cualidades, nunca está vacío. Si utiliza estas cualidades para cosas positivas, logra convertirse en una persona constructiva; de lo contrario, no será un ser vacío, sino lleno de ideas falsas que lo conducen hacia el camino del mal.
De esto se trató la guerra de los Macabeos en Janucá. Los griegos trataron de vaciar de sus valores a los hebreos de la época evitando el cumplimiento del Shabat, prohibiéndoles circuncidarse y estudiar la Torá. Algunos judíos pensaron que al no cumplir con los preceptos, no hacían algo malo; pero los Macabeos entendieron que no era así, continuaron cuidando, guardando y conservando los principios del judaísmo. Ser judíos sin ninguna práctica de nuestras creencias, se corre el riesgo, que al pasar algunas generaciones podrían convertirse en Mityavnim (asimilados). Por eso los Macabeos salieron a una guerra que no estaba basada en lo territorial sino en lo espiritual, para defender el judaísmo.
«Mis deseos para Janucá», por Rachel Chocrón de Benchimol
«Janucá: luz para nosotros y para ustedes», por Esther Benayoun de Benhamou