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E n una de las historias más fascinantes de la Torá, el profeta Balaam intenta que Dios consienta su deseo de maldecir al pueblo judío, causándoles así algún daño que los debilite o destruya. Balak, el rey de Moab, le había ofrecido una gran recompensa si debilitaba al pueblo de Israel para que pudieran ser expulsados de la región.
Balaam se involucra en una serie de diálogos con Dios, en los que Dios deja claro que no quiere que Israel sea maldecido. Balaam, sin embargo, piensa que todavía puede “convencer” a Dios. Entonces, el burro de Balaam pasa de ser un simple medio de trasporte a un elocuente portavoz de derechos animales. Tres veces ve a un ángel bloqueando el camino, y cada vez que él se aleja, enojando a Balaam, que no vio al ángel, cada vez Balaam golpea al pobre burro.
Finalmente, en las palabras de la Torá: “Y abrió la boca la asna, y dijo a Balaam: ‘¿Qué te he hecho, que me has golpeado estas tres veces?’. Balaam dijo a la burra: ‘Tú me has humillado; si tuviera una espada en la mano, te mataría ahora mismo’. La burra dijo a Balaam: ‘¿No soy yo tu burro en el que has montado desde que empezaste hasta ahora? ¿He estado acostumbrado a hacerte esto?’. Él dijo: ‘No’. Dios abrió los ojos de Balaam y vio al ángel que estaba en el camino con una espada en la mano. Se inclinó y se postró ante su rostro. El ángel de Dios le dijo: ‘¿Por qué has golpeado a tu burra estas tres veces? He venido a frustrarte’”.
El comentarista Rashí señala que el burro, viendo al ángel, no es nada notable: “La asna vio, pero Balaam no vio, porque Dios permitió que una bestia percibiera más que un hombre; puesto que el hombre posee inteligencia, se volvería loco si viera al ángel amenazador”. Esta idea expresada por Rashí es una encarnación de la lección clave de todo el episodio de Balaam. Se pregunta a menudo: “¿Por qué Dios originalmente discute con Balaam, diciéndole que él desaprobó el viaje, solo para dejarlo ir y tratar de maldecir a Israel, y eventualmente frustrar su complot? ¿Por qué no paró Balaam en su camino?”.
El Talmud (Makkot 10b) responde: A uno se le permite seguir el camino que desea seguir. La esencia de la humanidad es el libre albedrío. El libre albedrío es la “imagen de Dios” en la que Adán y Eva fueron creados.
Dios ha definido principios morales y conceptuales absolutos. Vivir una vida que expresa estos principios es la definición de la bondad. En cada coyuntura, sin embargo, somos completamente libres para rechazar tal modo de vida. Esta libertad da sustancia y significado a nuestra elección cuando “elegimos la vida”.
En raras ocasiones se nos da un vistazo de la verdad (como en el Sinaí), solo para que sepamos qué es lo que buscamos. Pero la libertad de elección únicamente puede existir en un ambiente de ignorancia natural que exige discernimiento e inteligencia para superar. Debemos vivir en un mundo donde ni el Creador ni la creación son evidentes. Se nos da entonces la capacidad de utilizar nuestros poderes de análisis y discernimiento inteligentes para reconocer que este magnífico mural tiene un artista, y que estar pintados en este mural significa que nuestra presencia es una necesidad fundamental para que toda la empresa de la creación sea total.
Si vemos el proceso de creación y la presencia del Dios en todo, si vemos el flujo de energía de la fuente infinita en todo, llevándolo a ser en cada momento, no tendríamos libre elección en elegir el bien: sería obvio.
En un sentido metafórico, el ángel que bloqueaba el camino de Balaam le daba la información para intuir que este viaje por carretera, en particular, era una mala idea. El burro ve esta realidad y la acepta como materia natural; si la vemos, eludiría nuestro intelecto y nuestra elección, y nos obligaría a aceptar la realidad de la presencia divina.
Por lo tanto, un animal sin voluntad libre o inteligencia abstracta puede verlo todo. El burro de Balaam no se vio abrumado por la visión de las fuerzas espirituales que impulsan todo, porque no se ve afectado por las implicaciones cognitivas de este hecho. No necesita las herramientas de la inteligencia que nos proporcionan a los humanos una comprensión de las implicaciones de lo que vemos.
Se nos da discernimiento e inteligencia para perforar de manera autónoma el velo de la ignorancia sobre la humanidad, si así lo deseamos. Para ello, este velo debe permanecer bloqueado en su lugar hasta que lo abramos usando las teclas que nos son dadas.
A menudo la gente dice: “Si Dios se me apareciera y me lo dijera, viviría una vida de acuerdo a la Torá”. Esa es una buena forma de vida para un burro. Además, como demostraron los acontecimientos, incluso después de que Balaam llegó a ver las cosas desde la perspectiva del burro, no le ayudó; siguió manejándose en “la manera en que deseaba ser conducido”. Dios nos ha dado algo lejos, muy superior a la “Donkeyvision”: el desafío de la libertad y el don del discernimiento.