“Y fue en los días de Amrafel, rey de Shinär, Arioj rey de Elasar, Kedorlaömer, rey de Ëlam, y Tidäl, rey de Goim. Hicieron una guerra contra…”
(14, 1)
L a verdadera Primera Guerra Mundial sucedió en la época de Abraham Abinu. Él no tomó parte en ella, hasta que se enteró que en una de las batallas raptaron a su sobrino Lot, por lo que preparó a sus seguidores y enfrentó a cuatro potencias militares.
Al final logró vencerlos, rescató a su sobrino, devolvió las tierras conquistadas y las posesiones a las naciones vencidas. Por ello, se dispuso a regresar a Jebrón, donde había construido un altar para Dios, y donde continuaría su labor de hacer conocer el nombre del Eterno a todo el mundo.
En ese momento, Malki Tzedek, cohén de Dios (de acuerdo al Midrash era Shem), sacó pan y vino, se los ofreció a Abraham, y lo bendijo diciendo: “Bendito sea Abram a Kel Ëlión, dueño de cielos y tierra. Y bendito sea Kel Ëlión, quien dio a tus enemigos en tus manos, y Abraham le dio diezmo de lo que tenía (pues era cohén)”.
Rashí explica que hizo esto para demostrarle a Abraham que no le guardaba rencor por haber matado a su hijos (los reyes a quienes se enfrentó Abraham eran descendientes de Shem). Muy probablemente por ese motivo comenzó bendiciendo a Abraham en vez de bendecir a Dios en primer lugar.
No obstante, la Guemará, en el Tratado de Nedarim (32b), rebela que Malki Tzedek pagó muy caro por este hecho: “Le dice Abraham: ¿Acaso se pone por delante la bendición del esclavo y la de su amo después? En ese instante le retiró el sacerdocio a Malki Tzedek y se lo dio a Abraham”.
Por esa razón está escrito: “Y él es cohén de Kel Ëlion”, es decir, solamente él pero su descendencia no. El Ran explica que, a pesar de que Abraham era también descendiente de Shem, él no se ganó el sacerdocio por el mérito de su abuelo, sino por el suyo propio.
Reflexionemos un instante. ¡Shem perdió la oportunidad de que sus hijos y nietos fueran sacerdotes! Es decir, los sacrificios de la mañana y de la tarde, las ofrendas del incensario, las del vino, el encendido de la menorá, el mérito de los servicios de Yom Kipur, y de expiar los pecados de Israel. La berajá de los cohanim hubiera sido: “Asher kideshanu bikdusható shel Shem, vetzivanu lebarej…”. Perdió la posibilidad de que su descendencia le trajera méritos espirituales por la eternidad sobre cada servicio de los cohanim en el futuro. ¡Lo perdió todo! ¿Por qué? Por adelantar la berajá de Abraham, en la cual también está incluido el nombre de Dios, a la del Todopoderoso.
Una razón muy elevada lo motivó a no respetar el orden de las prioridades, pues así reafirmó su vínculo con Abraham. Y aunque nunca se olvidó de Dios, Jas Ve Shalom, por el simple hecho de no poner su bendición en el primer puesto demostró no ser apto para la kehuná, ya que los cohanim deben llevar una vida disciplinada, concentrados y dedicados en cuerpo y alma a ligar a Am Israel con su Creador. Saber que ante todo se encuentra el servicio a Dios es parte de su naturaleza. De hecho, todo lo que se pueda encontrar alrededor va solamente en función de cuidar esta relación.
El secreto de todo lo relacionado a la santidad está en saber ubicar siempre lo más importante, lo fundamental, por lo que realmente vale invertir nuestro máximo esfuerzo; lo demás quedará en segundo o tercer plano.
Esta es la clave para alcanzar el éxito en todo lo que nos propongamos. Dios está interesado en ayudarnos, él desea invertir en nuestras empresas de vida con buena parnasá, salud y tranquilidad. Solamente debemos presentarle un proyecto realmente sustancioso, que tenga que ver con nuestros objetivos reales de vida (eterna), de expandir más y más su Torá en el mundo. De ayudar a nuestros hermanos alejados de su herencia espiritual, y hacerles conocer su gran nombre. De trasformar nuestra vida terrenal en una experiencia espiritual en cada momento.
Si por lo menos nos aproximamos a este concepto, seremos también prioridad en la lista de Dios.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda