Un reportaje reciente de The Times of Israel reveló la existencia de una pequeñísima comunidad judía en un lugar sorprendente: Dubai, uno de los Emiratos Árabes Unidos.
Dubai es una ciudad-estado del Golfo Pérsico que cuenta con tres millones de residentes, pero apenas el 11% de ellos son ciudadanos permanentes; el resto son extranjeros, desde grandes empresarios del petróleo hasta obreros que viven en condición de semi-esclavitud (para ellos no existe ninguna legislación social ni se permiten los sindicatos). Es un enclave de aspecto occidental, una especie de espejismo de rascacielos en el desierto, famoso por poseer el edificio más alto del mundo: Burj Khalifa, de 828 metros y 163 pisos de altura.
Parte de los habitantes no permanentes de Dubai son judíos, aunque mantienen esta condición en una cauta reserva. Dado que allí coexisten unas 200 nacionalidades, la diversidad es “oficialmente celebrada” y la cortesía es la norma, según destaca el artículo; no se tolera —al menos abiertamente— ningún maltrato a las personas por su origen o religión.
En ese entorno, una relación personal produjo una situación inesperada: Eli Epstein, judío ortodoxo, es uno de los gerentes principales de la empresa neoyorquina Aminco Resources, dedicada al suministro de productos a las industrias del acero y el aluminio. Durante décadas ha mantenido una estrecha amistad con Mohamed Alabbar, jefe de la firma de bienes raíces Emaar Properties, vinculada con el gobierno de los Emiratos y precisamente la que construyó el Burj Khalifa. Epstein y Alabbar crearon una ONG llamada The Children of Abraham (“Los hijos de Abraham”), iniciativa de diálogo judeo-musulmán para adolescentes.
Hace diez años, Epstein fundó, con gran sigilo, la pequeña sinagoga, que hasta ahora es la única institución judía de los Emiratos. Se llama The Villa, y antes era una edificación residencial de alquiler; consta del templo, cocina, áreas sociales y de juegos, varias habitaciones para los judíos observantes que pernoctan allí en Shabat, y hasta una piscina. El Séfer Torá fue donado por Epstein y está dedicado a su amigo; la cubierta de terciopelo tiene grabada la dedicatoria en letras doradas, en árabe y en inglés: “Esta Torá ha sido donada en honor a Su Excelencia Mohamed Ali Alabbar, cuya visión y carácter han inspirado a sus amigos, a su país y a su generación”. Cabe mencionar que, debido a la ubicación geográfica de Dubai, el Arón Hakodesh está orientado hacia el oeste, mirando a Jerusalén.
El apoyo de Alabbar ofrece cierto grado de seguridad a la minúscula congregación, que con frecuencia no logra reunir un minián para los servicios. En Shabat se pronuncia una bendición por el bienestar de los gobernantes y fuerzas militares de los Emiratos, que aprueban silenciosamente estas actividades “infieles” en su territorio mientras los judíos mantienen un prudente bajo perfil; de hecho, el reportaje no mostró sus rostros ni reveló la dirección de la sinagoga, que no posee sitio web ni aparece en ninguna guía turística; su ubicación se informa a los interesados solo después de verificar sus intenciones.
Durante los últimos años, los gobiernos árabes sunitas han ido descongelando su relación con Israel, al compartir su preocupación por las ambiciones expansionistas de Irán en la región. El primer ministro Benjamín Netanyahu y el ministro de Trasporte, Israel Katz, visitaron el Emirato de Omán en 2018; y cuando un atleta israelí ganó un campeonato de judo en el Gran Premio de Abu Dhabi, se interpretó el Hatikva en presencia de la ministra de Cultura y Deportes, Miri Regev.
El rabino Yehuda Sarna, capellán de la Universidad de Nueva York que visita una o dos veces al año el campus que esa casa de estudios tiene en Abu Dhabi, es uno de los principales apoyos de The Villa. “La amo por la diversidad. Uno reza con judíos de todo el mundo, y siente que forma parte de algo histórico; pequeño, pero histórico”. Cuando se elaboró el reportaje había allí familias del Reino Unido, Sudáfrica, Bélgica y Estados Unidos.
El rabino destaca la paradoja de que, mientras los judíos enfrentan amenazas en los países europeos en que se sintieron seguros durante las décadas posteriores a la Shoá, ahora surge la primera kehilá nueva en el mundo árabe en varios siglos.
Por su parte, Eli Epstein es optimista sobre la relación entre judíos y musulmanes en los nuevos tiempos que vive el Medio Oriente: “Existe una gran brecha de conocimiento entre el judaísmo y el Islam; hemos logrado cerrar unas pequeñas partes de esa brecha”.
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Mohamed Tawhidi es un imán (sacerdote musulmán chiíta) de 36 años de edad, nacido en Iraq, que vive y trabaja en Adelaide, Australia. Desde hace varios años propugna la necesidad de que el Islam se renueve, y pone en duda muchos de los dogmas de su religión, como el trato despectivo a las mujeres.
Tawhidi apoya al Estado de Israel (afirma que “Palestina es tierra judía”), sobre todo a través de sus redes sociales, donde con frecuencia ridiculiza las campañas antiisraelíes y antisemitas de sus correligionarios. Uno de sus tuits más recientes revela algo que el propio gobierno israelí nunca ha destacado:
• Existen más de 400 mezquitas en Israel, 73 de ellas en Jerusalén.
• El número de mezquitas en Israel se ha quintuplicado desde 1988, cuando solo había 80.
• 300 imanes reciben subvenciones del gobierno israelí.
Tawhidi concluye: “[Este es] el peor apartheid que ha existido”.
Por supuesto, este imán excepcional ha sido amenazado de muerte, y ha tenido que esconderse en más de una oportunidad. Su cuenta de Twitter es @imamofpeace.
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Mensaje recibido en la Redacción
Quiero agradecer muy sinceramente a todos los amigos, compañeros y demás personas que conocieron a mi hermano Gustavo Arnstein Z’L, y que de una forma u otra han manifestado y expresado su sentir por su partida física tan temprana, describiendo todas sus cualidades y habilidades con absoluta destreza.
Me añado a esa lista de admiradores, ya que para mí, además de ser mi hermano querido, era un ejemplo viviente a seguir en todos los ámbitos que él transitaba.
Hermano: aunque nos dejaste físicamente nunca podremos olvidarte, y permanecerás siempre en nuestros corazones. Descansa en paz.
Roberto Arnstein