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R ecientemente, una delegación de ciudadanos árabes, drusos y beduinos de Israel viajó a Estados Unidos para mostrar la realidad del país y contrarrestar el mensaje de odio del movimiento “Boicot, Desinversión y Sanciones” (BDS) contra el Estado judío en los campus universitarios.
Como informaron los portales Hatzad Hasheni y The Algemeiner, esta actividad la coordinó la organización no gubernamental Students Supporting Israel (Estudiantes que Apoyan a Israel, www.ssimovement.org). El grupo estuvo dos semanas en Estados Unidos, durante las cuales se reunió con alumnos de doce universidades, además de presentarse en instituciones judías.
Una participante fue Dema Taya, de 25 años, musulmana originaria de Qalandia (Cisjordania) y que actualmente reside en Kafr Manda, en la Baja Galilea. “El Estado de Israel es importante para mí, y es importante para todas las minorías que viven en él”, dice. “Estoy feliz de representar al Estado. Mi padre es liberal y me enseñó el significado de la coexistencia”. Dima lamenta lo que describe como odio infundado en Estados Unidos y en Europa por Israel: “Piensan que vivimos en el desierto, los medios de comunicación propagan información antiisraelí”. También describió los mensajes amenazantes que recibió en sus redes sociales que, según cuenta, la afectaron emocionalmente, y agregó: “Los medios árabes le lavan el cerebro a la gente joven. Hay hombres y mujeres musulmanes que piensan como yo pero tienen miedo de hablar, porque no todos pueden soportar esos ataques”.
Otro miembro del grupo fue Qassem Halila, de 24 años, también árabe musulmán originario de Iksal, en el norte de Israel. Qassem dice que aceptó formar parte de la iniciativa a pesar del ostracismo que ha enfrentado por parte de familiares y amigos: “Estoy pagando un alto precio personal por mis opiniones. Mi primo me echó de la casa, un tío impidió que me invitaran a una boda e incluso me expulsaron del grupo WhatsApp de la familia”. Pero agrega: “Afortunadamente mis padres me apoyan. Creo que este es un Estado judío y democrático. Me siento igual en todo y no sufro discriminación”.
Bassem Aid, palestino de 59 años de Beit Hanina, Jerusalén Oriental, enfatiza el efecto perjudicial que los movimientos de boicot tienen sobre sus propios coterráneos. “BDS está poniendo en peligro los medios de vida de cientos de miles de palestinos. Fui a defender la economía palestina, no a poner en peligro mi vida con mis opiniones. Tengo la intención de decir esto en cualquier lugar”.
Jonathan Alhori, de 25 años, árabe cristiano de Haifa, considera que el viaje resultó revelador para muchas personas mal informadas. “Gente que nunca había oído hablar de las minorías en Israel se las encontró frente a frente por primera vez. Cambiarán de opinión después de conocerme”, dice con optimismo.
El grupo étnico druso estuvo representado por Ram Assad, de 25 años y originario de Isfiya, en el monte Carmel; por parte de los beduinos participó Mohamed Kaabiye, de 27 años, nativo de una aldea también llamada Kaabiye en el valle de Jezreel.
Un dato notable es que esta misión de esclarecimiento la financiaron el público israelí, ciudadanos estadounidenses y Reservists on Duty (onduty.org.il), ONG fundada en 2015 por ex soldados israelíes para luchar contra el movimiento BDS y el antisemitismo en las universidades de Estados Unidos.
Antes de llegar al país norteamericano el grupo sabía que podría enfrentar dificultades. En mayo pasado, mientras se desarrollaba un foro de Reservists on Duty en la Universidad de California-Irvine, miembros del grupo Estudiantes por la Justicia en Palestina interrumpieron el evento, cantando consignas incendiarias y bloqueando el acceso a la sala; finalmente, los panelistas debieron abandonar el lugar con protección policial.
Esa es la táctica de los grupos antiisraelíes: no argumentar sino impedir que el punto de vista judío pueda escucharse, fomentando el temor entre el público y otros potenciales conferencistas. Y al parecer esta táctica fascista funciona: el grupo multiétnico del que hablamos no pudo presentarse en la Universidad de Stanford, debido a que el grupo estudiantil judío de esa universidad, Hillel, temió que se generara violencia y luego se le culpara de ello.
Pero la joven Dema Taya aseguró a The Algemeiner que el viaje fue exitoso; unas 50 personas asistieron en promedio a cada presentación, y el público planteó numerosas preguntas sobre la vida de las minorías en Israel.
RETROVISOR
Edición del 2 al 9 de diciembre de 1977
Otro aniversario “redondo” se cumple en 2017: los 40 años de la histórica visita del presidente egipcio Anwar el Sadat a Israel, que rompió el hielo y dio inicio al proceso de paz entre ambos países.
La llegada de Sadat a Jerusalén, el 19 de noviembre de 1977, había sido anunciada pocos días antes y fue una impactante sorpresa, aunque estuvo precedida de negociaciones secretas con el gobierno de Menajem Beguin. Los israelíes comenzaron a saludarse con la frase “Sadat Shalom”, y al presidente egipcio lo ovacionaron multitudes que esperaron, ondeando banderitas egipcias, la caravana que lo llevó desde el aeropuerto Ben Gurión hasta la Knesset en Jerusalén. Allí ofreció un intenso discurso, interrumpido varias veces por aplausos mientras muchos tenían lágrimas en los ojos. Fueron célebres los comentarios humorísticos que compartió con la ex primera ministra Golda Meir, así como su conversación con Moshé Dayán, entonces canciller y símbolo de la victoria militar israelí ante Egipto en las guerras de 1956 y 1967.
El mundo árabe reaccionó con furia; se acusó a Egipto de “traidor” y lo expulsaron de la Liga Árabe durante una década. Pero tras sucesivos encuentros y una visita de Beguin a El Cairo, se firmó el tratado de paz en 1979. A partir del año siguiente comenzaron los vuelos comerciales entre ambos países, un flujo de turistas israelíes inundó Egipto, y ese país comenzó a exportar petróleo a Israel. Se desmilitarizó el Sinaí e Israel terminó de devolverlo a Egipto, incluyendo los pozos de petróleo que había instalado allí tras la Guerra de los Seis Días.
En todo el orbe cundió un aire de optimismo: pronto el Líbano, Jordania y Siria terminarían también por hacer las paces con el Estado judío, se pensaba, y luego la parte más fácil sería resolver el tema palestino.
Ese fue el clima de opinión hasta el 6 de octubre de 1981, cuando a Sadat lo asesinaron los Hermanos Musulmanes. Por su parte, al carismático Bashir Gemayel, presidente electo del Líbano y quien había dirigido las milicias cristianas de su país durante la guerra civil que se desarrollaba allí, también lo asesinaron, con lo cual se truncaron las esperanzas de un acuerdo de paz con Israel.
La luna de miel entre Israel y Egipto terminó por convertirse en una “paz fría” que dura hasta hoy, pero es paz a fin de cuentas.
NMI dedicó mucho espacio al trascendental viaje de Sadat a Israel. Eso fue hace cuarenta años.