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Sami Rozenbaum
Director
N imer Jamal era un trabajador palestino de 37 años que todos los días, desde hace varios años, se trasladaba desde su pueblo en Cisjordania hacia el asentamiento israelí de Har Adar, donde se le consideraba un empleado amistoso y esmerado. Jamal hacía trabajos de mantenimiento y limpieza, y se había ganado la confianza de muchos habitantes de Har Adar, al punto que invitó a varios a su boda. Pero el 26 de septiembre pasado, al llegar a la entrada de la urbanización, sacó un arma y disparó contra varios guardias de seguridad, matando a tres e hiriendo gravemente a otro antes de ser abatido.
Las autoridades de Israel y la AP se acusaron mutuamente, pero la historia verdadera parece ser más prosaica: Jamal estaba deprimido porque su matrimonio fracasó, y por ello quería suicidarse.
The Times of Israel inicia así un análisis sobre los recientes actos terroristas en Israel y Cisjordania, que arroja resultados muy interesantes. Expertos tanto israelíes como palestinos indicaron al diario que ha habido numerosos casos como este durante los dos últimos años, desde que se inició la actual etapa de ataques con cuchillos, disparos y arrollamientos. Muchos de los atacantes han sido personas afectadas por problemas emocionales y sicológicos, aunque la Autoridad Palestina atribuyó posteriormente estas acciones al “nacionalismo”.
Un funcionario del Shin Bet (Servicio de Seguridad Interior) señaló que de los aproximadamente 400 ataques registrados desde septiembre de 2015, que en su mayoría han tenido como autores a “lobos solitarios”, dos tercios tuvieron motivación ideológica, pero 18% (es decir, casi uno de cada cinco) fueron producto de problemas personales; estos incluyen casos de violencia doméstica, dificultades económicas, mujeres que habían “deshonrado” a su familia e incluso enfermos mentales.
Convertir los problemas individuales en ataques “nacionalistas” ofrece varias ventajas. Aunque el suicidio es mal visto en la sociedad palestina, atacar a israelíes, en especial a residentes de Cisjordania o miembros de las fuerzas de seguridad, disfruta de un apoyo masivo, y quien muere en una de estas acciones es visto como “mártir”. Además de este prestigio, su familia puede recibir dinero del “fondo de los mártires”, incluso si el atacante no muere sino que es recluido en una prisión israelí. Israel ha protestado durante muchos años contra esta práctica, que incentiva la violencia palestina.
En el caso específico de Nimer Jamal, el Shin Bet halló que tenía una historia de violencia doméstica. Su esposa acababa de huir a Jordania para escapar de sus abusos, abandonándolo con sus cuatro hijos. Jamal publicó una nota en Facebook reconociendo que era “mal esposo” y pidiendo perdón a su mujer.
En cuanto a Har Adar, sus habitantes tienden a ser políticamente “palomas”, y proclives a tener buenas relaciones con los poblados palestinos cercanos. Por ello el caso de Jamal, quien era bienvenido en muchos hogares como empleado a destajo, produjo un fuerte impacto. Jen Filipovitz, director del consejo vecinal, declaró: “Este fue un atacante individual, un tipo con problemas sicológicos, y no queremos asociarlo con los demás palestinos que han trabajado aquí pacíficamente durante 30 años. Él tenía problemas y trajo esos problemas a nosotros”.
The Times of Israel cita también a la abogada palestina Jalida Jarrar, quien aprovechó el año que pasó detenida en una prisión israelí por incitación al terrorismo para hacer una investigación entre sus compañeras de la cárcel, y pronto va a publicar un libro al respecto. Jarrar halló que de las 93 mujeres presas, 46 (exactamente la mitad) estaban allí como consecuencia de la “opresión social”. Diez optaron por la violencia tras haber sido obligadas a casarse; otras querían escapar del acoso sexual, divorcios “vergonzosos” o padres abusivos. La declaración de una chica de apenas 16 años resulta muy reveladora: “Mi padre atormentaba a mi madre y hacía su vida miserable. Yo no podía soportarlo, así que tomé un cuchillo y me fui al cruce fronterizo”.
Para elaborar el reportaje, The Times of Israel intentó obtener comentarios de otros abogados y funcionarios palestinos, pero estos evitan tocar el tema de la motivación personal o conflictos sicológicos, ya sea porque ello socava su “causa nacional” o porque violaría la privacidad de sus clientes. Pero una jurista aceptó comentar en forma anónima: “Muchos atacantes, particularmente mujeres, han llevado a cabo sus acciones para evadir problemas sociales. Es un escape honorable, ya que atacar a un residente u oficial israelí es visto como el acto más prestigioso en la sociedad palestina. Cuando atacas a un israelí eres un héroe nacional”.
A pesar de la hostilidad política, aproximadamente 20.000 hojas de palmera de la Franja de Gaza, controlada por Hamás, fueron exportadas a Israel para ser utilizadas en Sucot.
Las hojas de palmera se venden en los mercados israelíes para su uso como lulavs, una de las cuatro especies utilizadas durante la festividad de las cabañas. Tal como informa el portal ItonGadol, la importación fue coordinada por el Ministerio de Defensa, el de Agricultura y los representantes de la Autoridad Palestina en la Franja de Gaza. Los camiones pasaron a través del cruce de Kerem Shalom desde Gaza, informó Uri Madar, portavoz de la Coordinación de Actividades Gubernamentales de los Territorios. “Además de los envíos semanales de toneladas de frutas y verduras, también coordinamos cargas únicas como esta”, expresó Madar.
Por su parte, Ami Shaked, gerente del cruce de Kerem Shalom, recordó que unos 800 camiones pasan por ese puesto de control todos los días, llevando mercancía en ambas direcciones.