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Sami Rozenbaum, Director NMI
E l publicista y editor israelí Assaf A. Voll ha publicado un libro que llegó al segundo lugar en ventas en Amazon, en la categoría “Historia de Israel y Palestina”. El título de la obra es A History of the Palestinian People: from Ancient Times to the Modern Era (“Una historia del pueblo palestino: desde los tiempos antiguos hasta la era moderna”). El sitio de comercio electrónico la describe como “el fruto de muchos años de investigación”, “un estudio comprehensivo y extenso de 3000 años de historia palestina, con énfasis en las contribuciones únicas del pueblo palestino al mundo y la humanidad”. Pero este volumen de 120 páginas en rústica, que ha causado tanta sensación, tiene todas sus páginas en blanco.
Como explica The Jerusalem Post, se trata de una broma sarcástica de Voll, con un claro significado político: el pueblo palestino es una invención de la segunda mitad del siglo XX, que la propaganda antiisraelí ha intentado, con éxito, trasformar en una entidad con extenso pasado. Los árabes que vivían en Éretz Israel, la mayor parte de ellos inmigrantes de los países vecinos atraídos por el crecimiento económico del yishuv, nunca habían conformado un pueblo; no existe ningún registro histórico de algo llamado “pueblo palestino”, aunque en algunas partes hay gente que afirma que tiene “11.000 años”.
Amazon no aclara (al menos hasta la publicación de la reseña en The Jerusalem Post) que la obra no es real, y tampoco se sabe si sus muchos compradores fueron engañados, o simplemente la adquirieron para seguir con la broma.
A History of the Palestinian People también está disponible en árabe y hebreo, para quien le interese.
El historiador y experto en la Shoá Yehuda Bauer ha publicado una carta abierta dirigida al director de orquesta Daniel Barenboim, quien en un artículo en el diario Haaretz había expresado la opinión de que el Estado de Israel nació a consecuencia del Holocausto, y atribuía a ello la naqba (catástrofe, como llaman los árabes a la creación de Israel).
En el mismo diario, Bauer le responde a Barenboim, a quien dice admirar, que está en total desacuerdo con esta aseveración, muy común entre quienes desconocen la historia, dándole un ejemplo: “Gran parte de los 3,3 millones de judíos de Polonia querían emigrar a Palestina. El Holocausto destruyó la base de inmigrantes en que el sionismo se basaba y, tal como pareció en ese momento, la posibilidad de establecer esa entidad judía. La ecuación real, contradiciendo su argumento, es que a más Holocausto menos Israel, y a menos Holocausto más Israel”.
Bauer recuerda que los judíos ya habían establecido sólidas bases para la creación de su Estado en las décadas precedentes. También niega la afirmación común de que Israel se fundó a causa del “complejo de culpa” del mundo tras el Holocausto, lo que califica como un mito: “Los archivos de los años 1945 a 1948 están abiertos. Los británicos se oponían a un Estado judío, y también el Departamento de Estado de EEUU, que en marzo de 1948, tras la aprobación del Plan de Partición de la ONU, propuso establecer un protectorado anglo-estadounidense que continuaría con la política del ‘Libro Blanco’ de 1939 [impedir la inmigración judía]. Su principal disposición establecía que, después de 10 años, ese protectorado entregaría el país a la población árabe. El Holocausto y el destino de los judíos durante la guerra les resultaba irrelevante”.
Continúa Bauer en su instructivo texto: “El liderazgo árabe rechazó crear un Estado árabe en parte del territorio de Palestina, y luchó una guerra suma-cero para expulsar a los judíos. No hay duda de que si hubiesen ganado, habría ocurrido una terrible ‘naqba judía’, como lo comprueban los relativamente pocos casos en que comunidades judías fueron capturadas por ellos, como los kibutzim de Masada y Shaar Hagolán en el norte, el bloque Etzión, y el barrio judío de la Ciudad Vieja de Jerusalén”.
Finaliza el académico: “Alguien que ama la música pero no la entiende, debe estudiarla antes de expresar una opinión. Alguien que siente pasión por la memoria del Holocausto pero no es experto, debería aprender al respecto”.
El pasado mes de abril, la serie de dibujos animados Los Simpsons, considerada una de las más influyentes de la historia, cumplió 30 años. The Times of Israel publica un artículo en el que resalta el contenido judío de la serie, que es muy abundante.
De hecho, Los Simpsons pueden calificarse como un invento de judíos: lo son su escritor y productor Mike Reiss, sus co-creadores y productores ejecutivos James Brooks y Sam Simon, el compositor de su célebre tema musical Danny Elfman, y los protagonistas (voces) Hank Azaria, Julie Kavner y Harry Shearer.
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Uno de los personajes principales de la serie, el payaso Krusty, es judío; su verdadero nombre es “Herschel Shmoikel Pinjas Yerujam Krustofsky”. Su historia se revela en un capítulo en el que la familia Simpson lo invita a cenar y le pide que bendiga los alimentos; Krusty entona el hamotzí (bendición hebrea del pan), lo que le trae dolorosos recuerdos de su infancia: sus padres eran inmigrantes de Europa Oriental que llegaron a Estados Unidos a principios del siglo XX y se establecieron en el “Lower East Side de Springfield”, un barrio pobre lleno de sastres, carniceros y tiendas de yarmulkes (kipot). Su padre, Hyman Krustofsky, era un rabino en la sinagoga Temple Beth Springfield, y cuando el joven Herschel le informó que no seguiría sus pasos sino que trabajaría en el mundo artístico, el rabino exclamó: “¡Has traído vergüenza a la familia!”.
Los Simpsons, como muchas otras series norteamericanas, está salpicado de expresiones en idish y un ácido humor muy judío, con una dosis considerable de cinismo hacia la sociedad contemporánea. En estas tres décadas de vida, solo queda desearle “hasta 120”.