Sami Rozenbaum, Director NMI
L as decenas de líderes y representantes de gobiernos que asistieron al funeral de Shimon Peres fueron noticia, pero la mayoría de los medios no reseñaron una visita privada y muy discreta que Carlos, príncipe de Gales, realizó tras el evento a la tumba de su abuela paterna, quien está sepultada en Jerusalén y además forma parte de los reconocidos como Justos entre las Naciones por Yad Vashem.
Un reportaje del diario Haaretz informa que el príncipe se dirigió a la iglesia de María Magdalena, en el Monte de los Olivos, donde está sepultada Alice de Battenberg, bisnieta de la reina Victoria y madre de Felipe de Edinburgo, esposo de la actual reina Isabel II y por ende padre de Carlos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la princesa Alice vivía en Grecia, pues su esposo formaba parte de la familia real de ese país. El conflicto la colocó entre dos aguas, pues tenía yernos luchando en el ejército alemán, mientras su hijo Felipe estaba en la Armada Imperial británica.
Alice desarrolló una gran amistad con Haimaki Cohén, un judío que había sido miembro del parlamento griego. Cuando Grecia fue ocupada por los nazis en 1943, la viuda de Cohén y sus hijos comenzaron a buscar refugio para evitar su deportación a Auschwitz; Alice de Battenberg se enteró, y les ofreció esconderse en su casa.
La Gestapo sospechaba de la princesa e incluso llegó a interrogarla, pero como ella era sorda de nacimiento fingió que no entendía nada. Los Cohén permanecieron ocultos con ella hasta la liberación de Grecia, y posteriormente Yad Vashem le otorgó su máximo reconocimiento por esta acción.
Alice de Battenberg falleció en 1969. En 1988, siguiendo sus expresos deseos, sus restos fueron trasladados a la iglesia de María Magdalena en Jerusalén, donde por cierto se encuentra también el sepulcro de una tía suya, la gran duquesa Elizabeta Feodorovna, asesinada por los bolcheviques durante la revolución rusa.
La visita del príncipe Carlos a la tumba de su abuela tuvo muy bajo perfil por razones políticas: el Monte de los Olivos está en Jerusalén Oriental, cuya reunificación con el resto de la ciudad no es reconocida por el Reino Unido.
L a festividad de Sucot fue propicia para un cálido acercamiento entre israelíes y palestinos. El intendente de la comunidad judía cisjordana de Efrat, Oded Revivi, invitó a unos 30 palestinos de los pueblos cercanos a compartir en su sucá.
Todo estuvo muy bien, pero luego cuatro de los que habían sido huéspedes de Revivi fueron detenidos e interrogados por la policía de la Autoridad Palestina. Los detenidos son, según explica el diario Aurora, dignatarios de las aldeas de Wadi al-Nis y Al-Khadar.
Un alto oficial de seguridad palestino expresó bajo condiciones de anonimato que “cualquier cooperación palestina con los colonos es considerada una violación de la ley, porque implica colaborar con el enemigo”. Oded Revivi acotó: “Es absurdo que tomar café con judíos sea considerado una violación de la ley”.
El asunto llegó a oídos del primer ministro, Benjamín Netanyahu, quien expresó su irritación: “¿Donde está la indignación de los organismos de derechos humanos? No existe. Para su gran vergüenza están mudos. Insto a la comunidad internacional a actuar para liberar a esos inocentes palestinos, cuya detención es otra prueba del rechazo de la dirigencia palestina a hacer la paz”.
Los presos fueron liberados después de cuatro días gracias a los buenos oficios de Yoav Mordejai, jefe de la oficina de enlace entre el ejército israelí y la Autoridad Palestina (Cogat).
La “colaboración con el enemigo”, citada como motivo de la detención por el anónimo oficial de seguridad palestino, no es más que hipocresía, ya que como indicó a The Washington Post Ahmad Musa, un contratista árabe de Wadi al-Nis, “el 75% de los habitantes de la aldea trabaja en Efrat. Ellos nos tratan muy bien y nosotros los tratamos muy bien. Nos consideramos parte de la familia, parte del pueblo de Efrat”.
Entonces, ¿de dónde viene la hostilidad? La Autoridad Palestina queda muy mal parada.
Edición del 5 al 12 de noviembre de 1976
H ace cuarenta años, nuestro semanario reseñaba la visita que hizo al país Itzjak Navón, miembro de la Knesset. Navón dictó una conferencia en español en la UIC, y visitó la sinagoga Tiferet Israel para un Kabalat Shabat, oportunidad que también aprovechó para disertar sobre los logros del Estado de Israel. Navón, quien además de respetado político era escritor y dramaturgo, llegaría a ser presidente de Israel dos años más tarde.
NMI también informaba que el Premio Jerusalén, el galardón más prestigioso de Israel, fue otorgado al poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. El premio se lo entregaría el alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, en el contexto de la Feria Internacional del Libro de la capital en abril de 1977.
Según una nota curiosa, un investigador de la Universidad de Tel Aviv había construido un automóvil que funcionaba con energía solar, y buscaba “mejorar el primer modelo de tal manera que tendrá un alcance de 150 kilómetros”. Además, el inventor no identificado “predice que en 10 años habrá estaciones de servicio donde los propietarios podrán cambiar las baterías”. Justo 30 años después, en 2007, Israel fue pionero en poner en servicio el automóvil eléctrico (no solar) de la firma Better Place, pero lamentablemente la empresa se declaró en bancarrota en 2013.
Cabe destacar que con esa edición de NMI circuló el primer número de un suplemento llamado Paréntesis, elaborado por estudiantes del Colegio Moral y Luces “Herzl-Bialik”. La publicación estaba dirigida por Fanny Perel, la jefe de redacción era Adriana Meneses, la administradora Mery Broitman, la “archivista” Sonia Chocrón, el jefe de fotografía Ramy Vaisman, y los redactores eran Leonardo Lustgarten, Raquel Holder, Susy Gutt y Milton Wainberg, con la asesoría de los profesores Doris Garber y Mario Nassí. Eso fue hace cuarenta años.