A finales de diciembre tuvimos, con nuestros hijos y amigos, el placer de recorrer las principales ciudades de Marruecos. La experiencia fue enriquecedora, instructiva y visual, y emocionalmente impactante, y además fuimos tratados con cortesía durante toda nuestra visita.
N os llamó la atención la activa participación de las damas marroquíes en la vida diaria; encontramos gran presencia de ellas trabajando en los comercios, bancos, restaurantes y similares. Asimismo se observa la presencia de conductoras, y solo excepcionalmente nos encontramos con damas envueltas con el burka negro.
En relación a la economía, nos informaron de pequeñas pero constantes mejoras año tras año, y tienen como meta cercana que el turismo alcance el primer lugar como fuente de ingresos.
Los marroquíes con quienes más compartimos nos mencionaban que “era una lástima que los judíos abandonaran el país”, pues de una comunidad de cientos de miles solo quedan unos pocos cientos.
En relación al inteligente y carismático rey Mohamed VI, todas las personas con quienes conversamos nos trasmitieron un aprecio sincero y real (para utilizar el término adecuado). Es de destacar que las comunidades sefarditas dispersas por el mundo y en Israel mantienen intensos sentimientos de cercanía, aprecio y agradecimiento a Marruecos y a sus últimos reyes Mohamed V, Hassan II y el actual gobernante Mohamed VI.
En cuanto a Tánger, se observa limpieza y orden en sus calles, con constante presencia policial y militar, un gran boom en la construcción privada y pública en una ciudad que ya sobrepasó el millón de habitantes, y que se ha convertido en el destino de playa en verano de todo Marruecos y otros países árabes.
La comunidad cuenta con un rabino, quien nos facilitó el acceso a la hermosa sinagoga Nahón, al “casino”, que es como denominan a la casa donde habitan las personas de la tercera edad, y al viejo cementerio.
Los recuerdos de la presencia y vida judía en Marruecos están muy presentes en las familias judías que residieron en sus confines, y que han sabido trasmitirlos a sus descendientes… ¡Ya hazrá!