Escribo estas líneas justo cuando se cumplen 50 años de la masacre de 11 atletas israelíes en las Olimpiadas de Múnich, Alemania, el 5 de septiembre de 1972.
Soy de la idea de que si hay dos cosas que unen a la humanidad son el deporte y la cultura, sobre todo la música, dentro de todo el abanico de opciones de lo que se puede llamar cultura.
Lamentablemente, el terrorismo no conoce límites, ha cometido atrocidades en cafés, teatros, discotecas, bodas y hasta unos juegos olímpicos. Por supuesto que nos referimos al terrorismo árabe-palestino, que no ha dejado de manchar de sangre, dolor y muerte por donde transita, en una causa perdida, la destrucción del Estado de Israel.
La masacre de Múnich es a todas luces uno de los eventos más tristes que uno recuerde, dadas las circunstancias en que fue llevado a cabo, en primer lugar en unos juegos olímpicos y en segundo término en Alemania, donde años atrás, en 1936, Hitler había presidido unos juegos olímpicos que pretendieron ser boicoteados por EEUU y otros países occidentales sin éxito, pero cuyas iniciativas fueron factor fundamental para en el futuro boicotear dichos eventos en países que no respetaran los derechos humanos, tal como sucedió en 2008 en Pekín, China, y en 2014 en los juegos de invierno de Sochi, Rusia.
Volviendo a la masacre de los 11 atletas israelíes en las Olimpíadas de Múnich, podemos decir sin temor a equivocarnos que el terrorismo palestino sigue su camino, no ha aprendido absolutamente nada de décadas de atentados de todo tipo, en las más diversas y absurdas circunstancias, ya que en definitiva no busca una solución al conflicto con Israel, sino la eliminación fáctica de dicho Estado y de su población entera, lo que demuestra a todas luces que el problema no tiene que ver con las tierras o demarcaciones de alguna frontera, sino que va mucho más allá, es la implantación del Islam en todo el Medio Oriente, y por supuesto, al final del camino de la humanidad, seguir el pensamiento del Islam radical, facción de esa religión que en su inmensa mayoría desea un mundo en paz y armonía, pero que ese pequeño porcentaje violento de su población de más de 1500 millones de almas así lo determina, y bueno estamos hablando de que por más pequeños que sean los grupos que forman ese ejército de radicales, serían decenas de millones de personas, fervientes por convertirse en mártires.
A pesar de que Alemania ha ocultado las singulares circunstancias de lo que realmente había sucedió en el asesinato de los 11 atletas israelíes, de la forma torpe y negligente en la actuación de los funcionarios que ocasionó la muerte de nueve de los atletas en una desastrosa operación de rescate (ya que habían sido asesinados los dos primeros en la villa olímpica), por fin y tras 50 años de la masacre, Alemania reconoció totalmente su responsabilidad, llegando a un acuerdo compensatorio con los familiares de los atletas y revelando toda la información de lo sucedido y los costosos errores en el resguardo de los atletas israelíes, a pesar de que manejaban información de que algo se planeaba y las sospechas de ayuda a lo interno de la villa olímpica que coadyuvaron a la realización de los asesinatos.
Otra cosa que quedó marcada para Alemania como un hecho vergonzoso fue que después de la captura de tres de los terroristas, los mismos fueron liberados apenas meses después, incluyendo una compensación económica. Parece increíble y asombroso que haya pasado esto, inclusive en la Alemania moderna, testigo de las atrocidades de sus predecesores nazis, pero así fue, aun cuando Israel se encargó posteriormente de hacer justicia.
El terrorismo palestino sigue su camino, no ha aprendido absolutamente nada de décadas de atentados de todo tipo, en las más diversas y absurdas circunstancias, ya que en definitiva no busca una solución al conflicto con Israel
Es claro que, como siempre se ha dicho, si Israel no fuera un Estado fuerte tanto en armamento como inteligencia y contrainteligencia, desaparecería; en cambio, si el liderazgo árabe al principio y palestino después, hubiera decidido no usar la guerra y la violencia como mecanismos de destrucción de Israel, ya el pueblo palestino tendría desde hace tiempo un país autónomo y soberano.
Creo que estamos lejos de la paz entre Israel y los palestinos, ya que su liderazgo sigue la misma ruta de Septiembre Negro y la OLP, les ha funcionado para enriquecerse y mantenerse en el poder a costa de un sufrido pueblo, que todavía piensa en su mayoría que los males que lo aquejan provienen de otros y no de sus propias decisiones como pueblo.
Quiero concluir con unas palabras de Oshrat Kander Romano, hija del levantador de pesas Yosef Romano, quien tenía seis años cuando su padre murió castrado y torturado; cuando en una entrevista le preguntaron cómo influyó el atentado en la percepción en el tema de la paz y la guerra con los árabes, respondió: “Recuerdo que tenía mucho miedo a los árabes, pero mamá nos dijo que no tenemos que temer a los árabes, que papá había nacido en Libia, hablaba árabe al igual que toda su familia, y que no todos los árabes son terroristas”.