Itamar Tzur*
El fenómeno de las narrativas en la falsa propaganda palestina presenta un patrón fascinante de creación, expansión y declive, que se ve influenciado directamente por los acontecimientos del momento.
Si retrocedemos unos años al trágico secuestro y asesinato de Gilad Shaer, Eyal Yifrah y Naftali Frankel en 2014, podemos ver que este caso ilustra claramente tal dinámica. Generó una respuesta propagandística única en la calle palestina: el símbolo de los tres dedos levantados.
Este movimiento de protesta, que rápidamente se convirtió en un poderoso símbolo visual, resonó significativamente en las redes sociales. Una página de Facebook creada con el nombre “Tres [Gilad] Shalit, luego invasiones y luego una tercera intifada”, reflejó el intento de convertir el símbolo en un mecanismo de propaganda. La página vinculaba el evento del secuestro con una narrativa histórica más amplia de “resistencia”.
Sin embargo, como sucede a menudo en la era digital, la fuerza de esa narrativa se desvaneció tan rápidamente como surgió. La página de Facebook que estaba en el centro del movimiento cesó sus actividades en pocos meses, y el símbolo en sí desapareció casi por completo del discurso público.
Ahora, tras los acontecimientos del 7 de octubre y la operación “Espadas de Hierro”, somos testigos de una nueva ola de narrativas palestinas que se desarrollan y expanden en las redes sociales.
La sandía, símbolo de moda en la propaganda palestina es realmente viejo
(Foto: es.amnesty.org)
El desarrollo del simbolismo de la sandía en el contexto palestino ofrece un ejemplo fascinante de cómo los emblemas políticos se trasforman y renuevan. Durante el período de la administración militar en Judea, Samaria y Gaza, cuando estaba prohibida la exhibición de la bandera de la OLP, los habitantes locales desarrollaron un lenguaje visual alternativo. La sandía, con sus colores verde, rojo y negro, se convirtió en una representación encubierta de la bandera prohibida, permitiendo la expresión de solidaridad política bajo las restricciones de la censura.
Con la eliminación de la prohibición de exhibir la bandera en la década de 1990, el uso del símbolo de la sandía disminuyó, pero tras los acontecimientos del 7 de octubre ha experimenado un sorprendente renacimiento, esta vez en un contexto más amplio. La propaganda palestina contemporánea utiliza la sandía de manera más sofisticada, creando nuevas conexiones históricas y sociales. Destaca especialmente el intento de vincular la sandía con la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, a través de los contextos históricos de la fruta con la opresión de la población negra en el sur de EEUU en el siglo XIX.
La narrativa difumina intencionalmente la diferencia entre una lucha nacional y crímenes contra la humanidad, y trata de presentar la violencia extrema como respuesta legítima a una injusticia histórica
Una curiosidad particularmente interesante es cómo el símbolo se ha expandido en las redes sociales occidentales. Lo que comenzó como una señal de protesta local se ha convertido en un fenómeno viral global. Muchos usuarios, especialmente entre la juventud, comparten imágenes y dibujos de sandías en plataformas como Instagram y TikTok, a menudo sin conocer el contexto histórico. Este proceso ilustra cómo los símbolos políticos se trasforman y adaptan al lenguaje visual de los medios sociales contemporáneos. Sin duda, esta narrativa se propaga como fuego entre los círculos progresistas-radicales de Estados Unidos, que podrían creer realmente que los colores de la bandera tienen su origen en una fruta que los palestinos inventaron.
Examinar los acontecimientos en torno a la eliminación de Yahya Sinwar ofrece un ejemplo fascinante de desarrollo narrativo en tiempo real. La última documentación del líder de Hamas en Gaza revela una discrepancia significativa entre la realidad y la forma en que su historia fue moldeada en los medios de comunicación palestinos. Mientras que los hallazgos en el lugar de los hechos—que incluyen un televisor de pantalla plana, dinero en efectivo y un documento de trabajo de la UNRWA— indican preparativos para una fuga, la propaganda palestina optó por centrarse en un solo elemento: el palo que sostenía en las manos en sus últimas horas.
La grabación de video del dron israelí muestra a Sinwar herido en su mano derecha, tratando de protegerse del dron con un palo. Este momento, que a primera vista parece marginal, se convirtió rápidamente en un poderoso símbolo para la propaganda palestina. La estructura de comunicación de Hamás supo reformular la escena —a través de ilustraciones, imágenes procesadas por inteligencia artificial e interpretaciones— en una narrativa de resistencia heroica. En una de las publicaciones escribieron: “El sillón y el palo serán recordados en la historia mejor que las sillas de los presidentes y reyes árabes”. Así, la figura de Sinwar pasó de ser un fugitivo a un valiente líder que se enfrentó a la tecnología con un simple objeto en la mano. Una versión gazatí de David y Goliat.
Esto subraya la necesidad de un enfoque crítico ante tales narrativas, entendiendo que sirven a un claro objetivo político de justificar la violencia y desviar la responsabilidad de los perpetradores hacia las víctimas.
El proceso de creación de narrativa en torno al “palo de Sinwar” ilustra cómo un detalle sin importancia puede convertirse en un símbolo de gran significado para la propaganda moderna. La rápida trasformación del evento desde su documentación hasta su consolidación como narrativa demuestra la capacidad de los mecanismos de propaganda para aprovechar eventos en tiempo real, utilizando herramientas tecnológicas avanzadas como la inteligencia artificial y las redes sociales. Este fenómeno refleja los desafíos que enfrenta la sociedad moderna para distinguir entre la realidad histórica y las narrativas moldeadas.
Desde los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, ha comenzado a consolidarse una tendencia significativa en el discurso palestino que busca enmarcar de nuevo esos trágicos eventos. En lugar de referirse a los hechos tal como ocurrieron, es decir, como una bárbara masacre cometida contra judíos por ser judíos en las pocas horas en las que los terroristas tuvieron la posibilidad de llevarla a cabo, se presenta otra narrativa que traza una línea directa entre el nacimiento “en pecado” del Estado de Israel en 1948 y esos eventos, que como vimos en el párrafo anterior, también se puede cuestionar.
Esta perspectiva se expresa claramente en el artículo de Midhat Maher, publicado apenas un mes después de los acontecimientos. En su texto presenta una concepción histórica que describe una continuidad de “cien años de agresión continua, 75 años de ocupación y 56 años de gobierno militar”. Su uso de la analogía bíblica de Caín y Abel ilustra el intento de presentar a los palestinos como víctimas históricas de una agresión incesante. Esta narrativa incluye varias afirmaciones:
Lo que resulta especialmente inquietante en esta perspectiva es el intento de justificar el daño deliberado a civiles inocentes sobre la base de afirmaciones históricas. La narrativa difumina intencionalmente la diferencia entre una lucha nacional y crímenes contra la humanidad, y trata de presentar la violencia extrema como respuesta legítima a una injusticia histórica.
La resonancia que tiene esta narrativa en ciertos círculos occidentales genera una preocupación particular. Refleja una inquietante disposición a ignorar aspectos problemáticos como la justificación de agresiones intencionales a civiles, el uso de una retórica antisemita y la deslegitimación del derecho a existir del Estado de Israel.
El artículo de Maher no es algo aislado, sino que forma parte de una tendencia más amplia de reescritura histórica que intenta justificar la violencia contemporánea y crímenes horrendos. Esto subraya la necesidad de un enfoque crítico ante tales narrativas, entendiendo que sirven a un claro objetivo político de justificar la violencia y desviar la responsabilidad de los perpetradores hacia las víctimas.
Esas narrativas, que comenzaron a tomar forma durante el primer año de la operación Espadas de Hierro, pueden arraigarse o desaparecer tal como surgieron. A veces parece que las narrativas en general, y los palestinos en particular, son criaturas que no se ajustan a las leyes que conocemos. Hay narrativas que mueren después de poco tiempo y otras que regresan después de décadas cuando pensábamos que se habían olvidado por completo, como la sandía. ¿Tendrá la narrativa del palo de Sinwar algún impacto dentro de un año? ¿Dos años? ¿Diez años? Es difícil saberlo. Tendremos que esperar y ver cuáles narrativas mueren, cuáles sobreviven y cuáles nacerán en el futuro.
*Investigador del Kedem Forum, especializado en historia judía y estudios del Medio Oriente.
Fuente: Diario Judío (diariojudio.com).
Versión NMI.