Todos los 18 de septiembre, las agencias de noticias árabes y proiraníes de la web se apresuran a recordar el “récord sangriento” de los cristianos libaneses e israelíes como “responsables de la masacre de Sabra y Shatila”, dos campos palestinos situados en territorio libanés, ocurridos en esa fecha en 1982. Aunque es difícil negar el carácter sangriento de esos asesinatos de civiles, persisten muchas interrogantes acerca de la responsabilidad de aquellos sucesos.
Destacados historiadores libaneses-estadounidenses, que investigaron los trágicos eventos de Sabra y Shatila, negaron de plano las alegaciones de un involucramiento directo de Israel, o de una participación oficial de las fuerzas libanesas. Frank Salameh, profesor de Estudios del Medio Oriente de la Universidad de Boston, revela en su artículo “Responsabilidad siria por las masacres de Sabra y Shatila” que las tropas que dirigieron esas acciones fueron seleccionadas por el comandante libanés Elie Hobeica, quien había establecido contactos secretos con el régimen sirio de Hafez al-Assad, padre del actual presidente Bashar al-Assad.
Los partidarios de Hobeica fueron, presumiblemente, instruidos para matar a hombres, mujeres, niños y ancianos palestinos en forma indiscriminada y atribuir la culpa de esas horribles masacres al entonces recién asesinado presidente electo del Líbano, Bashir Gemayel, y al ministro de Defensa israelí, Ariel Sharón. Ciertamente, no fue mera coincidencia que las masacres tuvieran lugar 48 horas después del mortal atentado contra Gemayel, perpetrado también por Siria.
La sorprendente revelación de Salameh recuerda las afirmaciones que hizo en 1999 el ex guardaespaldas de Elie Hobeica, Robert Hatem. En su controversial libro From Israel to Damascus (“De Israel a Damasco”), Hatem arroja una reveladora luz sobre las masacres de Sabra y Shatila. Asegura que el ex jefe del aparato de seguridad de Siria en el Líbano, general Ghazi Kanaan (a quien más tarde asesinarían para mantener oculto el papel del presidente sirio, Bashar al-Assad, en la muerte del primer ministro libanés Rafik Hariri), dio órdenes directas a Hobeica para que enviara milicianos a los campos palestinos con el fin de cometer las masacres. Hatem agrega que Ariel Sharón y Hobeica tuvieron un fuerte altercado en un edificio desde el cual se observaban los campos de Sabra y Shatila, tan pronto el ministro israelí se enteró de las atrocidades cometidas por los milicianos cristianos libaneses y ordenadas por el agente sirio.
Posteriormente, en 2002, Hatem comentó sobre el asesinato de su anterior jefe que a Bashar al-Assad lo habían informado de las intenciones de Hobeica de testificar ante una corte de Bélgica sobre el papel de Sharón en las masacres, con lo cual el ex ministro israelí resultaría exculpado. El presidente sirio no quería que el genio saliera de la botella, así que decidió eliminar a Hobeica para enterrar los sucios secretos de la familia Assad con él.