Rafael Winter*
El Rabino Isaac Algazi, una gran autoridad que fue en su momento rabino de la comunidad sefardí, al referirse a Tishá BeAv expresa, entre otros conceptos: “Los judíos… pudieron luchar con éxito mientras la concordia y el amor reinaba entre ellos; pero cuando a la lucha contra el invasor se agregaron las luchas fratricidas, cuando la fe y el amor mutuo comenzaron a flaquear, cuando el fanatismo de unos y la incomprensión de los otros provocaron las terribles guerras civiles, peores que las provocadas por los invasores, Judea se vio en la imposibilidad de sostenerse en su posición anterior. Se perdió la patria y el Templo…” (Judaísmo, Religión de Amor, pág.315).
Sin incluir la Shoá, que no se puede comparar absolutamente con ningún acontecimiento de nuestra historia por más trágico que el mismo haya sido, Tishá BeAv es uno de los días del año que simboliza, más que cualquier otro, el dolor nacional y religioso del pueblo judío a lo largo de la historia.
A partir de la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por los babilonios en el 586 a.e.c., comienza una serie de catástrofes en este día o alrededor del mismo, en distintas épocas. Pero el 9 de Av es el día que “centraliza”, por así decir, varias de esas desgracias.
Rezos de Tishá BeAv frente al Kótel (Foto: Twitter)
Luego vino la destrucción del Segundo Templo (año 70 e.c.) a manos de los romanos. Esta destrucción trajo consecuencias aún peores, pues luego de la destrucción del Primer Templo se construyó un segundo (no hubo que esperar al Mashíaj para construirlo), pero luego de la construcción del Segundo Templo no ha habido un tercero. Y lo más grave: pérdida de la independencia nacional por casi dos milenios, hasta que resurgió, literalmente de entre las cenizas, el Estado de Israel.
Y la caída de la fortaleza de Betar en el 135 e.c. Y las expulsiones como la de Inglaterra en 1290 y la de España en 1492, a mi juicio uno de los acontecimientos más dramáticos y decisivos de nuestra historia; sigue una lista extensa de tristes acontecimientos y en nuestros días. El atentado a la AMIA (10 del mes de Av) es parte de esta lista, como para recordarnos que Tishá BeAv no es “simplemente” algo del pasado más o menos lejano.
Día de ayuno. Día de recitación de plegarias en la Sinagoga: las Kinot, poesías compuestas a lo largo de los siglos que expresan y reflejan tristeza, dolor. Y la lectura de Meguilat Eijá, el Libro de las Lamentaciones del profeta Jeremías —quien habría sido testigo o contemporáneo de la primera destrucción—, lo que muchos acostumbran a hacer sentados en el suelo de la sinagoga como símbolo de duelo, duelo eterno.
Lo que pasó, pasó. Obviamente debemos recordarlo. Siempre. Pero la historia no se puede modificar. Lo que sí podemos hacer es aprender de ella.
Hay muchos aspectos que han dependido de factores externos, incluyendo a los terribles enemigos. El viejo tema del antisemitismo. Pero hay también un margen que depende de nosotros. Lo que depende de nosotros es la unidad.
Aún en la discrepancia, pero unidad. Lo que abarca comprensión, tolerancia, respeto.
Y eso se puede trasladar al día de hoy, al pueblo judío en general y al Estado de Israel en particular.
Nuestros sabios, con suma autocrítica, afirmaron que una de las razones por las cuales cayó el Segundo Templo fue sinat jinam, es decir “odio gratuito” entre hermanos.
Habiendo pasado dos milenios ¿hemos aprendido la lección de la historia?
*Docente, columnista y conferencista uruguayo.
Fuente: Semanario Hebreo (Montevideo).
Versión NMI.