Israel acude hoy a las urnas por quinta vez en menos de cuatro años, otros comicios que parecen condenados a perpetuar la parálisis política que sufre el país desde 2019
(Foto: Wikimedia Commons)
Los israelíes acuden a votar por quinta vez desde 2019, con apatía y pocas expectativas de que la nueva cita electoral sirva para sacar al país de su bloqueo político, aunque la participación se ha mantenido estable en los cuatro comicios previos, entre el 71% y el 67,4% de los últimos en marzo de 2021.
Los analistas no se ponen de acuerdo sobre si la fatiga electoral y falta de mayorías claras que arrojan las encuestas animarán o no a acudir a votar a los 6,78 millones de israelíes convocados a las urnas.
De nuevo, el principal dilema en estas elecciones es “Bibi sí o Bibi no”. El ex primer ministro Benjamín Netanyahu —el jefe de gobierno más longevo de Israel, apodado Bibi— sigue siendo la figura más polémica y popular de Israel. Su posible retorno al poder, mientras tiene tres causas abiertas por corrupción, divide al país.
Las encuestas consolidan a su partido, Likud, como el más votado con unos 30 o 31 escaños, pero el bloque derechista religioso que le apoya (la extrema derecha del Sionismo Religioso y los ultraortodoxos) se quedaría a las puertas de una mayoría con 60 diputados en una Knesset (Parlamento) de 120 escaños.
La revelación de estas elecciones es la coalición conocida como Sionismo Religioso, inclinado a la derecha más extrema con posiciones abiertamente racistas, antiárabes y homófobas. Era una tendencia marginal hace pocos años, pero las encuestas le dan ahora entre 14 y 15 escaños, su mejor resultado de la historia, que lo convierte en la llave para que Netanyahu retome el poder.
Su base de votantes está sobre todo entre los colonos, los defensores de la anexión total de los territorios de Judea y Samaria (Cisjordania), la comunidad judía mizrají —procedente de Oriente Medio y norte de África—, tradicionalmente marginada en Israel. Su número dos, el extremista Itamar Ben Gvir, es la figura que más sube, un imán para atraer a jóvenes votantes a su partido, que defiende la deportación de árabes “desleales”.
Aunque un partido árabe, el islamista Raam, integró por primera vez un Ejecutivo israelí, el llamado “gobierno del cambio” que en junio de 2021 desbancó a Netanyahu, buena parte de la comunidad árabe, que conforman el 21 % de la población y 15 % de los votantes de Israel, lo ve como un experimento fallido, que no resolvió sus problemas endémicos como la falta de acceso a infraestructuras, marginalidad o crimen organizado.
Las encuestas auguran una participación mínima de esta comunidad, algo que podría condenar a los partidos árabes, Raam y la coalición Hadash-Taal, a quedar por debajo del umbral del 3,25 % de votos o 4 escaños necesarios para entrar a la Knesset. Las encuestas dan a ambas formaciones el mínimo de 4 diputados, rozando el límite, que podrían no superar si la participación es baja.
Al borde del umbral también se encuentran las formaciones de izquierda, el partido Laborista y Méretz, cuyos escaños rondan entre los 6 y los 4 dependiendo de la encuesta. El resultado sería el peor de la historia para la izquierda israelí, en particular para el Laborismo, que fue la fuerza dominante en el país desde su fundación en 1948 y durante buena parte de su historia.
Los cuatro sondeos publicados el pasado viernes, los últimos antes de los comicios, consolidaban cinco escaños para cada formación, pero en las semanas previas se quedaban en cuatro, al límite del umbral del 3,25 % de los votos y complicando las opciones de gobernar del bloque anti-Netanyahu, liderado por el actual primer ministro en funciones, Yair Lapid.
El actual jefe de gobierno y líder del centrista Yesh Atid, Yair Lapid, es el candidato que más ha subido en las últimas semanas, llegando a alcanzar hasta 27 escaños en algunas encuestas y asegurándose en todas un mínimo de 24. Es su mejor resultado, muy por encima de los 17 diputados de la pasada legislatura y de los 19 que le daban los primeros sondeos tras la convocatoria de elecciones en junio.
Sin embargo, su ascenso se produce a costa de sus socios de la izquierda, y no en el bando rival, por lo que esos votos se quedarían dentro del bloque anti-Netanyahu que lidera (una amalgama de partidos de derecha y centro derecha), que no logra sumar más de 56 escaños. Los votos que araña a la izquierda pueden llevar a los Laboristas o Méretz a quedar fuera de la Knesset, aupando indirectamente a Netanyahu al poder.
Ante las dificultades que tanto Netanyahu como Lapid tendrán para formar un gobierno, hay una improbable tercera vía. Y es que el actual ministro de Defensa, Benny Gantz, al frente de la formación de centro-derecha Unidad Nacional que integra el bloque anti-Netanyahu, consiga atraer a los ultraortodoxos a un gobierno alternativo, con él como primer ministro y no Lapid.
De esa forma, no necesitarían el apoyo de los islamistas de Raam, que causó no pocas tensiones al “gobierno del cambio”. Aún así, es improbable que los haredíes pacten con la izquierda o con el derechista laico —y muy crítico de los ultraortodoxos— Avigdor Lieberman, también parte del bloque que se opone a Netanyahu.
El elevado costo de la vida ha acaparado buena parte del debate electoral en Israel, que según análisis recientes se ubica como el séptimo país más caro del mundo y el segundo en el mercado inmobiliario. El acceso a la vivienda, que se ha encarecido un 18% en lo que va de año, es la principal preocupación de los jóvenes.
Según el Instituto de Democracia Israelí (IDI), 44% de los israelíes basarán su voto en el programa económico de los partidos para revertir esa situación, frente el 24% que decidirán en función de la personalidad de los candidatos, un giro respecto a elecciones anteriores.
La campaña se ha desarrollado en paralelo a un fuerte pico de violencia con los palestinos en Cisjordania, donde incluso ha nacido una nueva organización terrorista, La Guarida del León. Es el año más violento en la zona desde 2015, con 136 palestinos muertos, en su gran mayoría terroristas armados, y 23 israelíes, 16 de ellos civiles.
Este clima de tensión, con la cuestión de la seguridad de nuevo presente en el debate, puede estimular aún más a la ultraderecha, partidaria de la “mano dura” contra los palestinos.
Con este panorama, la opción de que nadie pueda formar gobierno y el país se vea abocado a otros comicios, los sextos en cuatro años, es más que probable. En ese caso, según los tiempos electorales, deberían ser convocados en mayo de 2023.
Otro sondeo del IDI muestra que solo la mitad de los israelíes planea repetir el martes su voto de marzo de 2021, lo que, junto con el margen de error de las encuestas, abre un panorama impredecible.
Fuente: EFE y Aurora.
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