T odo el tiempo que la persona no aleja su corazón de las cosas mundanas, la fe no puede fortalecerse en su corazón y sigue siendo proclive a caer espiritualmente.
Así como fueron insolentes con Moshé, de la misma manera se relacionaban con la palabra de Dios. Porque ellos hacían exactamente aquello que Dios había ordenado no hacer. Y esto ocurría con toda la Torá, ellos se “sacudían” las mitzvot y la Torá. Este es un fundamento muy importante: todo pecado o disfrute de las vanidades de este mundo impiden que podamos recibir la influencia de la Torá.
Alejarse de las vanidades mundanas
Así como la persona no puede mirar directamente al sol sino solamente a través de anteojos para sol o de una cortina, de la misma manera la persona necesita cortinas que filtren sus oídos para que oigan solamente cosas buenas. Lo mismo se aplica a aquello que ven los ojos, para no ver cosas que entontecen el corazón y cierran los oídos, y que en consecuencia no dejan aceptar en el corazón la verdad de la Torá.
En una oportunidad fui a ver a un médico otorrinolaringólogo y en el consultorio había un dibujo explicativo del sistema auditivo. ¿Para qué creó Dios un sistema tan complicado? Obviamente solo lo creó para cosas buenas y para el servicio divino. Lo mismo podemos decir respecto al corazón y a todos los otros órganos, que fueron creados solamente para cumplir con la voluntad divina. Especialmente debemos cuidarnos de no decir insultos y malas palabras (nivul pe), que es más grave que hablar lashón hará; porque el lashón hará provoca la pérdida del mundo venidero por parte de quien la dice y de quien la recibe, pero las malas palabras también destruyen este mundo para la persona que las dice (Talmud Babilonio – Tratado Shabat 33a).
Esto está escrito en Tehilim (115:6): “Tienen oídos, pero no oyen”, lo cual aparentemente es una contradicción. Pero la explicación es que obviamente oyen palabras de Torá y de fe tal como muchos judíos creyentes en Dios, pero no escuchan con el corazón y no lo traducen en actos. Porque lo fundamental es el acto, tal como dijeron los sabios (Talmud Babilonio, Tratado Eduyot 5:7): “Tus actos te acercan y tus actos te alejan”. Quien está permanentemente sumergido en las vanidades mundanas, tales como los periódicos y la radio, y después abre una guemará para estudiar, está caminando por dos vías, y no recibe la influencia de la guemará, que tiene la capacidad de ser llevada a la práctica, tal como dijeron nuestros sabios (Kidushin 40b): “Grande es la enseñanza que lleva a la acción”. Este es el significado de la plegaria que se dice al sacar el Séfer Torá: “Ana Avda dekedusha briju desaguidena”. Es decir, que lo que lleva a ser siervos de Dios y a prosternarse ante él es el hecho de entender la importancia y la elevación de la Torá. Esto no puede lograrse cuando la persona está inmersa en otros asuntos, porque la Torá necesita ser como una “sémola limpia”, es decir, debe mantenerse alejada de otros asuntos, con precaución ante los pecados en general, y en especial respecto a los pecados entre la persona y su prójimo. Para merecer la influencia de la Torá es necesario preparar un sitio para la shejiná que esté limpio de pecados y de las vanidades mundanas, tal como está escrito: “Harán un santuario para mí”, y solamente después está escrito: “Y yo residiré entre ellos” (Shemot 25:8), porque solamente cuando se construye un santuario llega la shejiná a residir allí.
El rey David dijo en Tehilim (8:4): “Cuando contemplo tus cielos, la obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido”. David veía en cada parte y en cada detalle de la Creación la obra de Dios, y eso fortalecía su fe. ¿Por qué nosotros no podemos verlo? Porque estamos inmersos en otras cosas que impiden la influencia de la fe, que es lo que desarrolla la capacidad de ver en cada cosa la obra de Dios, tal como podía verlo el rey David. Esto fue lo que logró Itró al alejarse completamente de todas las vanidades mundanas, tras oír las maravillas que Dios había hecho en el mar y en la guerra contra Amalek. Y oyó esto de una manera renovada hasta que llegó a decir: “Ahora sé que el Eterno es más grande que todos los dioses”.
No perdamos la oportunidad, ni quememos el potencial espiritual de nuestros hijos, la próxima generación, en exclusivamente actividades mundanas, sociales, recreativas y deportivas; debemos enseñarles y concientizarlos de que sus potenciales espirituales son superiores y excelsos, y que son capaces de transitar por el dérej hamélej para llegar a aquella meta en la cual todas las naciones dirán, y ellos no pasarán vergüenza de no haberlo recibido como legado: “Veaya Hashem LeMelej al col HaAretz, bayom HaHu hiiye Hashem Ejad UShmo Ejad”.
¡Baruj Hashem Leolam Amen Ve Amen!