A casi 8 meses de la barbarie iniciada por Hamás el 7 de octubre pasado en su invasión al sur de Israel, hemos visto de todo, desde las desgarradoras imágenes de la masacre de familias enteras filmadas por los mismos terroristas, como el sufrimiento de gran parte del pueblo palestino en Gaza, que se ha visto arrastrado por el enfermizo deseo de sus líderes de borrar a Israel del mapa echando a su población al mar; por si no lo saben los que corean ese estribillo, el mar es el Mediterráneo, lo del río averígüenlo ustedes.
Para ir al objetivo de este artículo, pienso que la víctima más preciada en este nuevo y mortífero conflicto es sin duda la verdad a través de la posverdad, que la Real Academia de la Lengua Española define como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Debo reconocer el éxito de esos movimientos que vienen trabajando desde hace décadas, en implantar una narrativa que a la luz de las manifestaciones que vemos en diferentes países, tanto de Europa como de América, les ha dado resultado, claro tomando en cuenta que han tenido a su disposición recursos multimillonarios para tal despropósito.
Sin lugar a dudas, uno de los factores que más han influido en la opinión pública son las informaciones trasmitidas por los medios de comunicación y las redes sociales, donde la propaganda emanada del “Ministerio de Salud de Gaza” (Hamás) como de otros factores, ha sido extensa, sin que la misma esté sujeta a revisión, cotejo o investigación de algún tipo.
Veamos algunos ejemplos:
En octubre de 2023, prácticamente al inicio de la contraofensiva israelí en Gaza, Hamás afirmo que al menos 500 palestinos habían muerto en un bombardeo contra el Hospital Bautista al-Ahli, declaración que hizo su “Ministro de Salud” a pocos minutos de la explosión, teniendo ya el número de fallecidos y el victimario, por supuesto, era Israel. Esta información fue reseñada por las grandes cadenas de información a nivel mundial. Como siempre, Israel expresó que iniciaría una investigación, que determinó con exactitud que dicho país no había incursionado en esa zona a la hora de la explosión; después se pudo confirmar que había sido un cohete lanzado por la Yijad Islámica, que por mal funcionamiento había caído, ni siquiera en el hospital, sino en las áreas adyacentes a su estacionamiento. Se estima que al menos el 20% de los cohetes lanzados desde Gaza a Israel caen en territorio gazatí, causando infinidad de muertos y heridos que son imputados a Israel.
También en octubre, medios de comunicación informaron (y redes sociales como X, Facebook e Instagram postearon) un video en el que se afirmaba que un avión israelí había bombardeado la Iglesia Ortodoxa San Porfirio en Gaza, en la que se refugiaban más de 500 personas. Se hicieron miles de comentarios antisemitas, como por ejemplo “es la agresión fascista, sionista, un ataque contra todas las religiones que no son la de los fascistas”. Al cabo de unos días, la Iglesia Ortodoxa de San Porfirio salió al paso, desmintiendo esta falsedad en sus redes sociales y expresando que la iglesia se encontraba intacta y operaba sin problemas al servicio de su comunidad.
En noviembre, la cadena BBC de Londres informó que el ejército de defensa israelí había atacado tanto al personal médico como a personas que hablaban árabe en el Hospital al-Shifa. Como era evidente la falsedad de dicha información, la BBC tuvo que disculparse, ya que se determinó que las FDI habían ingresado al hospital con su propio personal de lengua árabe, para prestar asistencia a los pacientes que allí la requerían.
En diciembre pasado, se informó que un francotirador israelí había asesinado a una madre y su hija en la Iglesia Católica de la Sagrada Familia en Gaza. Esta noticia causó un impacto terrible en la opinión pública mundial, e incluso contó con la condena del papa Francisco. Esta información resultó falsa, pero ya el daño estaba hecho, e inculcó en la mentalidad del público la narrativa impuesta para demonizar y deslegitimar al Estado de Israel como “genocida”.
Ya en marzo de este año, la cadena catarí Al Jazeera, replicada por diferentes medios de comunicación occidentales, informaba de supuestos abusos sexuales que habían cometido soldados israelíes en el Hospital al-Shifa en Gaza, según relató una testigo. Poco después Al Jazeera eliminó dicha publicación sin emitir algún comentario, disculpa o desmentido.
A principios de mayo, la ONU emitió una declaración a través de su Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios, en la cual redujo por lo menos a la mitad las cifras ofrecidas por el “Ministerio de Salud de Gaza” en cuanto al número de fallecidos entre mujeres y niños gazatíes, cifras que de por sí son dolorosas, pero vemos la manipulación de hechos que en definitiva tienen que ver con el objetivo central de Hamás de destruir a Israel sin importar los daños colaterales que pueda ocasionar esa obsesión genocida.
A finales de mayo, Israel fue blanco de fuertes condenas internacionales derivadas de un ataque en Rafah, que tuvo como finalidad eliminar a dos altos mandos de Hamás que se encontraban en un edificio cercano a un campo de refugiados (una milla), lo que ocasionó un incendio que se propagó a dicho campo, produciéndose la muerte de decenas de palestinos. La prensa aseguró que fue un ataque deliberado de Israel, pero ulteriores investigaciones determinaron que en el edificio atacado, donde se encontraban los altos mandos, había una gran cantidad de municiones que produjeron explosiones secundarias y el referido incendio.
En la guerra no hay ganadores ni vencidos. La destrucción, la muerte y la desolación siempre quedarán como prejuicios en los pobladores sobrevivientes y sus generaciones futuras. El objetivo de destruir Israel desde 1948 ha transitado varias fases, encontrándonos en una que intercala diferentes métodos: la guerra de guerrillas, la “guerra de cuarta generación” que ataca directamente a la mente del cuerpo social, la utilización de todo tipo de armamentos tanto caseros como sofisticados desde diferentes frentes, el gran poder mediático que definitivamente puede influir y decidir a escala mundial, el uso de los ciberataques y la inteligencia artificial. En fin, estamos presenciando acontecimientos inéditos que se pueden prolongar en el tiempo con resultados desastrosos.