Justo en la culminación de la festividad de Shavuot, y después de varios días de asueto en los que nos reunimos en familia alrededor de una mesa plena de ricos manjares, quisiera transmitir un mensaje diferente acerca de esta fiesta la cual muchas veces pasa desapercibida a los ojos de muchos judíos alrededor del mundo.
Como bien sabemos, Shavuot recoge el evento magno de la entrega de la Torá en el monte Sinaí al Am Israel.
Ahora bien, esta Torá Kedosha, que Dios diseñó para el pueblo de Israel en función de transmitirla a todos las naciones del mundo como guía ética y moral por excelencia, ¿es realmente un regalo, una adquisición ganada o un instrumento heredado por generaciones a través del tiempo?
Para intentar ser lo más acertada posible, primero debemos aclarar las diferencias entre un regalo como tal, una adquisición cualquiera y algo que heredamos con el correr de los años.
El concepto de regalo generalmente va asociado a un ente material que se nos da. Ejemplo: un par de zapatos, una joya, un libro, etc. No invertimos esfuerzo para adquirirlo, pues se da en función de la generosidad de la persona que lo obsequia. También en este renglón podríamos hablar de quien nos regala conocimientos, información e ideas, que atesoramos en nuestras mentes para nuestro desarrollo intelectual.
En el concepto de adquisición manejamos el esfuerzo que demanda dicho acto. En este sentido podemos hablar de estudiar arduamente para tener una profesión y por ende un título universitario. Asimismo, podemos hablar de esfuerzo cuando nos ganamos, después de un arduo trabajo, la quincena, la mensualidad que nos permitirá mantenernos económicamente.
Por ultimo existe el factor hereditario, en el cual podemos encasillar nuestro talento, capacidades, tradiciones, mentalidad y el alma que poseemos y que viene contenida en nuestro cuerpo físico.
Teniendo en cuenta entonces estas tres explicaciones, podríamos afirmar sin duda alguna que la Torá que se nos entregó hace ya más de cinco mil años viene contenida en estos tres elementos.
Explicaremos entonces el porqué de esta afirmación…
Definitivamente la Torá es un regalo con el que Dios, en Su infinita bondad, nos obsequió como código de ética, para que fuéramos ejemplo entre las naciones del mundo y para que nos condujéramos como entes pensantes dentro de sus conceptos. Estos últimos nos ayudan a vivir una vida plena y con sentido. Dicho en otras palabras, es parte de nuestra esencia judía.
A su vez, es una adquisición pues debemos conocerla, estudiarla, detallarla y esforzarnos en cumplirla a cabalidad para cumplir con el propósito por el cual fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.
Y por último, y sin duda alguna, la Torá es una herencia milenaria que forma parte de nuestra esencia, pues a partir del momento en que dijimos Naase ve Nishma (“haremos y escucharemos”) al pie del monte Sinaí, este hecho quedo plasmado en nuestro genes de pueblo elegido por Dios.
Por lo tanto, cuando Dios nos entregó la Torá nos vimos involucrados desde el primer día en su estudio y en el esfuerzo de transmitirla, representando este hecho la razón de ser del pueblo judío.
En sí, la idea de celebrar Shavuot es celebrar el hecho de que Dios nos entregó un preciado regalo, el cual adquirimos hasta el día de hoy con mucho esfuerzo y transmitimos como herencia de generación en generación.
Depende de nosotros, de manera exclusiva, cómo vamos a responder a esta gran revelación de tantos y tantos años atrás.
Todo lo concerniente a la Torá debe expresarse mediante la internalización de la información dada, y la mejor manera de transmitirla es a través del gozo y de la alegría que se siente estudiándola y practicándola como la mejor manera de vivir una vida plena.
Cada año al llegar Shavuot, aceptamos nuevamente el compromiso de recibir el regalo y la herencia de la Torá, adquiriéndola con un esfuerzo que depende directamente de nuestro nivel espiritual en ese momento dado.
Permita Dios que, después de haber celebrado en familia durante dos días consecutivos la fiesta de Shavuot, aceptemos con gozo el yugo de la Torá y nos comprometamos a cumplirla con más fuerza y compromiso que nunca, para que a la larga obtengamos resultados óptimos y positivos que repercutan en nuestra calidad de vida tanto espiritual como material. Y que así acerquemos la pronta llegada del Mashiaj. ¡Amen ve Amen!