La presión estadounidense contra el proyecto de viviendas en Atarot tiene probablemente como objetivo mantener la posibilidad de la solución de dos Estados
Hillel Frisch*
A principios de este mes, Israel pospuso un gran proyecto de viviendas en Atarot, al norte de Jerusalén, donde alguna vez ya hubo un asentamiento judío.
El Comité de Planificación israelí retrasó el proyecto destinado a la comunidad ultraortodoxa (haredí) y la construcción de hasta 9000 viviendas. La medida se produjo después de una conversación entre el primer ministro israelí, Naftali Bennett, y el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken.
La presión estadounidense contra el proyecto, que está más cerca de Ramala que de Jerusalén, pretendía probablemente mantener la posibilidad de una solución de dos Estados. Sin embargo, esa posibilidad es una ilusión.
La administración Biden sabe muy bien que la solución de dos Estados terminó en 2007, cuando Hamás tomó el control de la Franja de Gaza. No fue Israel o el movimiento de colonos en Judea y Samaria quienes lo dejaron moribundo, sino la sangrienta toma de posesión del enclave costero que estaba en manos de la Autoridad Palestina (AP).
Tropas de Hamás desfilan en las calles de Gaza
En todo caso, Estados Unidos tuvo un papel más importante en la desaparición de la solución de dos Estados que el gobierno israelí o los “colonos”. La administración de George W. Bush, embelesada por el sueño neoconservador de democratizar el Medio Oriente, presionó a Israel y a la Autoridad Palestina para que celebraran elecciones en 2006 para el Consejo Legislativo palestino. En Judea, Samaria y Gaza (especialmente en esta última), los palestinos, hartos de la violencia entre las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina y los miembros de la milicia Fatah Tanzim, dieron su voto al partido Cambio y Reforma controlado por Hamás. El partido minimizó hábilmente el fundamentalismo del movimiento, y presentó candidatos con credenciales profesionales y de servicio público en contraste con los “matones” que presentaron las dos listas rivales de al-Fatah.
Una vez en el poder, Hamas decidió formar una milicia, que Mahmud Abbas, como presidente de la Autoridad Palestina, anuló, iniciándose una serie de combates en Gaza entre Hamás, las fuerzas de seguridad de la AP y al-Fatah, que terminaron en la derrota total de las fuerzas de la Autoridad Palestina.
La división interna se ha convertido en el factor más decisivo y duradero de la vida política palestina. Las numerosas rondas fallidas de “conversaciones de unidad” entre la AP y Hamás solo han eforzado esa división.
Pocos se dan cuenta de hasta qué punto los palestinos están divididos en dos “Estados rivales” (término acuñado por un ex corresponsal del Washington Post en Israel). Además, la sociedad palestina está dividida por la política tribal de familias y clanes. Hamás y la Autoridad Palestina tienen cada uno su propio liderazgo, legislatura, fuerzas de seguridad y leyes.
Gaza está dominada exclusivamente por los líderes de Hamás, Ismail Haniyeh y Yehya Al-Sinwar. A nivel administrativo, el Ministerio del Interior y Seguridad Nacional, cuyo ministro es un incondicional de Hamás, tiene un enorme control. Ese ministerio dirige la agencia de seguridad interna, la gendarmería armada y la policía.
En numerosas ocasiones, cuando el brazo militar —las Brigadas Izz al-Din al-Qassam— anuncia el “martirio” de sus combatientes, estos son identificados simultáneamente como miembros del Ministerio del Interior y Seguridad Nacional. A menudo, la realidad es al revés: los mártires son ex combatientes de Qassam y empleados del ministerio.
El denominador común entre Gaza y la Autoridad Palestina es que Hamás y al-Fatah son milicias de partido único, que tienen la percepción de que el otro lado es una amenaza existencial que debe ser monitoreada, castigada y doblegada
Casi la misma relación prevalece entre al-Fatah y las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina. El denominador común entre Gaza y la Autoridad Palestina es que Hamás y al-Fatah son milicias de partido único, que tienen la percepción de que el otro lado es una amenaza existencial que debe ser monitoreada, castigada y doblegada.
Las dimensiones regionales e internacionales que refuerzan la división palestina cimentan esta partición, que entierra las perspectivas de una solución de dos Estados. La existencia de la Autoridad Palestina se debe a la ayuda monetaria y política occidental y al apoyo de los estados árabes moderados: Arabia Saudita y Egipto.
Por último, y ciertamente no menos importante, está la coordinación de seguridad con Israel, que realiza la mayoría de los arrestos preventivos que mantienen a Hamás y la Yijad Islámica, los más feroces enemigos de la Autoridad Palestina, a raya en las áreas controladas por la AP. Para Hamás, sus aliados regionales son otros: Irán, Turquía y Catar.
En resumen, la solución de dos Estados difícilmente puede verse amenazada por la construcción en Judea y Samaria o en otros lugares. La solución de dos Estados murió en 2007. Se le debe deja que descanse en paz.
*Politólogo, profesor de Ciencias Políticas e Historia del Medio Oriente en la Universidad de Bar Ilán.
Fuente y foto: Aurora / The Jerusalem Institute for Strategy and Security (JISS).
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