En sus nuevas memorias, el ex presidente de Estados Unidos engaña a los lectores de una manera que les moldeará para siempre una perspectiva negativa del Estado judío
Dov Lipman*
Nunca he criticado públicamente al ex presidente estadounidense Barack Obama, ni durante mi período en la Knesset ni en ningún otro momento o lugar, a pesar de haber estado en desacuerdo con muchas de sus políticas. Soy de la firme opinión de que los israelíes no deben participar ni interferir en la política estadounidense, y con regularidad ofrezco un agradecimiento general a todos los presidentes de EEUU, incluido Obama, por su apoyo económico y militar a Israel.
Sin embargo, sus memorias más recientes, A Promised Land (“Una tierra prometida”), están llenas de inexactitudes históricas que siento la necesidad de abordar. Su relato de la historia de Israel, al comienzo del Capítulo 25, no solo exhibe una comprensión defectuosa de la región —que claramente impactó sus políticas como presidente—, sino que engaña a los lectores de una manera que les moldeará para siempre una perspectiva negativa del Estado judío.
Obama afirma, por ejemplo, que los británicos estaban «ocupando Palestina» cuando emitieron la Declaración Balfour que establecía la creación de un Estado judío. Pero etiquetar a Gran Bretaña como «ocupante» claramente arroja dudas sobre su legitimidad para determinar algo sobre el futuro de Tierra Santa, y esa no era la verdadera situación.
Si bien es cierto que Inglaterra no tenía derechos legales en Palestina cuando se emitió la Declaración Balfour en 1917, eso cambió solo cinco años después: la Liga de Naciones, precursora de las Naciones Unidas, otorgó a los británicos derechos legales en su «Mandato para Palestina» de 1922, que mencionó específicamente «el establecimiento en ese territorio de un hogar nacional para el pueblo judío». La Liga también indicó que «de ese modo se ha reconocido la conexión histórica del pueblo judío con Palestina, y los motivos para reconstituir su hogar nacional en ese país».
La notoria omisión del ex presidente del Mandato acordado internacionalmente para que los británicos establecieran un hogar para los judíos en Palestina desinforma al lector, quien concluirá que las acciones para crear un Estado judío allí no tuvieron legitimidad ni consentimiento internacional.
“Durante los siguientes 20 años, los líderes sionistas movilizaron una oleada de migración judía a Palestina”, escribe Obama, creando la imagen de que una vez que los británicos comenzaron ilegalmente el proceso de formación de un Estado judío en Palestina, los judíos de repente comenzaron a acudir allí. La verdad es que los judíos, que mantuvieron una presencia continua a lo largo de los 2000 años en que la mayoría estuvo exiliada de su tierra, ya se habían trasladado a Palestina en gran número mucho antes; muchos más de 100.000 inmigrantes llegaron a finales del siglo XIX y principios del XX. Luego, en la década de 1920, un gran número de personas que huían del antisemitismo en Europa solo pudieron encontrar refugio en Palestina, debido a que Estados Unidos había instituido cuotas en 1924 sobre la cantidad de judíos que podían ingresar. El número de inmigrantes aumentó aún más en la década de 1930, cuando Adolf Hitler subió al poder y comenzó su conquista de Europa mientras el mundo permanecía en silencio.
El contexto histórico es importante
El contexto histórico es importante, y cuando Obama decidió escribir sobre esta historia, debería haber proporcionado el contexto completo y retratar a los judíos como eran: un pueblo perseguido y desesperado en busca de seguridad y no, como él implica, poderosos conquistadores que invadieron Palestina.
Su afirmación de que los nuevos inmigrantes “organizaron fuerzas armadas altamente capacitadas para defender sus asentamientos” también es engañosa. Una forma más precisa de describirlo habría sido: «Debido a que los árabes de la región atacaron sin piedad las áreas judías, los refugiados judíos no tuvieron más remedio que tomar las armas para defenderse». Reconocer que los árabes estaban atacando a los judíos incluso antes de que existiera el Estado de Israel ofrece un contexto histórico importante para comprender el conflicto árabe-israelí.
A Promised Land relata también cómo la ONU aprobó el plan de partición para Palestina en noviembre de 1947, al disponer la división del territorio en un Estado judío y otro árabe, que los «líderes sionistas», como él los llama, aceptaron, pero «los árabes palestinos, así como las naciones árabes circundantes que acababan de salir del dominio colonial, se opusieron enérgicamente».
Lord Arthur Balfour durante una visita a Jerusalén en 1925. El principal objetivo asignado el Mandato británico por la Liga de las Naciones fue facilitar la creación de un hogar nacional para los judíos en Palestina, aunque luego Londres la obstaculizó
(Foto: Getty Images)
El uso por parte de Obama del término «líderes sionistas» en lugar de «líderes judíos» encaja perfectamente en el clima internacional actual, en el que es políticamente correcto ser «antisionista» mientras que ser antijudío es inaceptable (en realidad, el sionismo es el movimiento para que los judíos vivan en su patria bíblica e histórica, por lo que estar en contra de ello es antisemitismo, pero ese es tema para otra discusión).
La descripción de «naciones árabes que recién estaban emergiendo del dominio colonial» es un claro intento de justificar el rechazo árabe del plan de partición de la ONU. Esas pobres «naciones árabes» que habían estado sufriendo debido a que los forasteros colonizaron sus «naciones», simplemente no podían aceptar que otra entidad «colonial», los judíos, entrara en la región.
Simplemente falso
Pero lo cierto es que con excepción de Egipto, que no fue colonizado, ninguno de los países vecinos que rechazaron el plan de partición habían sido Estados independientes antes de la Primera Guerra Mundial. Sí, los mandatos de posguerra de la Liga de las Naciones dieron el control en la región a los británicos y los franceses durante algunas décadas, pero eso lo hicieron en lugar del Imperio Otomano, que había controlado la región durante siglos. Por lo tanto, la noción de unos países que emergen de un régimen colonial de larga data como un intento sutil de justificar su objeción al plan de partición es simplemente falsa.
Obama cuenta la historia del establecimiento del Estado de Israel en dos frases, que son nada menos que una historia revisionista absoluta: “Cuando Gran Bretaña se retiró, las dos partes rápidamente entraron en guerra. Y con las milicias judías reclamando la victoria en 1948, nació oficialmente el Estado de Israel».
Wow. Ni siquiera sé por dónde empezar. Las dos partes no «entraron en guerra» cuando Gran Bretaña se retiró; los dos bandos habían estado luchando durante décadas, con los árabes —que rechazaron más de medio siglo de esfuerzos por establecer un Estado judío en la región— atacando a los judíos y los judíos defendiéndose. Cuando los británicos abandonaron el área en mayo de 1948, los judíos tomaron la muy difícil decisión de declarar su independencia, basándose en el plan de partición aprobado en la ONU, que otorgó el derecho de crear un Estado judío junto a un Estado árabe.
El contexto histórico es importante, y cuando Obama decidió escribir sobre esta historia, debería haber proporcionado el contexto completo y retratar a los judíos como eran: un pueblo perseguido y desesperado en busca de seguridad y no, como él implica, poderosos conquistadores que invadieron Palestina
No hubo «milicias judías reclamando la victoria». Había un ejército judío unificado, las Fuerzas de Defensa de Israel, que sabían que los países árabes circundantes comenzarían un asalto total para destruir el nuevo país en el momento en que su liderazgo declarara el surgimiento de un Estado judío incipiente e independiente. Y eso es exactamente lo que hicieron los ejércitos árabes. El nuevo Estado de Israel luchó contra ese ataque durante meses, emergiendo en 1949 debilitado y frágil.
La perspectiva de Obama sobre la formación del Estado de Israel sin duda afectó su política exterior con respecto al Estado judío. Si uno considera a Israel “una fuerza colonial que ocupa la tierra como resultado de sus milicias armadas”, entonces lo tratará como a un extraño que le hizo daño a otros para establecerse como Estado. El ex presidente engaña a otros también al hacerles creer eso.
Engañoso, falso y perjudicial
La frase más falsa de Obama sobre la historia de Israel es su descripción de lo que sucedió durante los 30 años posteriores al establecimiento del Estado: «Durante las siguientes tres décadas, Israel se involucraría en una sucesión de conflictos con sus vecinos árabes…»
¿Qué? Tuve que leer esa frase muchas veces, porque no podía creer que un presidente de los Estados Unidos pudiera escribir palabras tan engañosas, falsas y dañinas sobre un aliado cercano de su país.
La perspectiva de Obama sobre la formación del Estado de Israel sin duda afectó su política exterior con respecto al Estado judío. Si uno ve a Israel como “una fuerza colonial que ocupa la tierra como resultado de sus milicias armadas”, entonces lo tratará como un extraño que le hizo daño a otros para establecerse como Estado. El ex presidente engaña a otros también al hacerles creer eso
Israel no «se involucró» en ningún conflicto con los países árabes circundantes. Los ejércitos árabes y sus terroristas atacaron a Israel una y otra vez, y los israelíes lucharon para defenderse.
Una historia sencilla de las guerras del Medio Oriente que afectaron a Israel muestra esa verdad básica. Los hechos son los hechos, y la tergiversación de Obama de Israel como un país que buscaba el conflicto en lugar de la paz, que voluntariamente participó en guerras con los árabes, es una injusticia para el Israel que busca la paz, y refuerza los sentimientos antiisraelíes.
La descripción de Obama de la Guerra de los Seis Días de 1967 continúa con ese revisionismo: “Un ejército israelí muy superado en número derrotó a los ejércitos combinados de Egipto, Jordania y Siria. Como resultado, Israel tomó el control de Cisjordania y Jerusalén Oriental de manos de Jordania, la Franja de Gaza y la Península del Sinaí de Egipto, y los Altos del Golán de Siria».
Aquí Obama no aborda qué fue lo que condujo a la guerra, cuando todos esos ejércitos árabes se reunieron a lo largo de las fronteras de Israel y declararon su intención de borrarlo del mapa. No describe la súplica de Israel a Jordania de que no entrara en la guerra, ni que Jordania de todas maneras no tenía derechos legales sobre Cisjordania, la que ocupó en 1948 y se anexó en 1950 en violación del derecho internacional.
Lo más significativo es que Obama no menciona la voluntad de Israel, inmediatamente después de la guerra, de retirarse de todos los territorios que ganó en su batalla defensiva a cambio de la paz; y, por extensión, tampoco menciona los «Tres Nos» de la Liga Árabe en respuesta a esa oferta: “No paz con Israel, no reconocimiento de Israel y no negociaciones con Israel”. Esta omisión sirve una vez más para retratar a Israel como un ocupante agresivo que busca el conflicto y no la paz.
El ex presidente continúa escribiendo otra falsedad absoluta, que ayuda a dar una idea de sus políticas con respecto a los asentamientos israelíes en Cisjordania. Según escribe, el «ascenso de la OLP (la Organización de Liberación Palestina)» fue «resultado» de la Guerra de los Seis Días. Esto hace que parezca que el movimiento de liberación palestino, incluidos sus ataques violentos y asesinatos contra israelíes, fueron solo el resultado de que Israel hubiera tomado control de Cisjordania, Jerusalén Oriental y la Franja de Gaza. Refuerza el mensaje de que si tan solo Israel desocupara esos territorios habría paz entre Israel y los palestinos. Esto es lo que impulsa a los líderes de todo el mundo a sugerir que los asentamientos israelíes en esas áreas son el obstáculo para la paz en la región.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reunido con el presidente Barack Obama en Nueva York en 2016. Su antipatía mutua fue legendaria
(Foto: Getty Images)
Pero hay una falla en esta historia y su lógica: no es verdad. La OLP se fundó en 1964, tres años antes de que Israel tuviera el control de cualquiera de esas áreas «ocupadas» y tres años antes de que hubiera asentamientos.
«Del río al mar»
¿Qué estaba “liberando” exactamente esa organización palestina en aquel momento? ¿Hay alguna conclusión que no sea la “liberación” del Estado judío en su totalidad? ¿Qué otra opción podría haber?
Es por eso que el movimiento «Palestina libre» canta: «Del río al mar, Palestina será libre». Están en contra de la existencia de Israel en cualquier lugar entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Ven ese Estado como una empresa colonial con milicias armadas que se apoderaron de la tierra de otros, tal como Obama hace creer a los lectores cuando describe la creación del Estado.
Esta descripción falsa del surgimiento de la OLP después de 1967 sirve a la narrativa de que la «ocupación» y los asentamientos son la causa del conflicto, y esto, sin duda, tuvo un impacto directo en la política de «ni un ladrillo» de Obama, con la congelación de la construcción de asentamientos en un esfuerzo por lograr la paz entre Israel y los palestinos.
Obama describe más adelante los fallidos acuerdos de Camp David de 2000, en los que el ex primer ministro israelí Ehud Barak ofreció a los palestinos más del 90 por ciento de lo que pedían. «Arafat exigió más concesiones, sin embargo, y las conversaciones colapsaron en medio de recriminaciones», escribe.
Pero las conversaciones no simplemente «colapsaron». Sesenta y seis días después Arafat desató la Segunda Intifada, en la que 1.137 civiles israelíes fueron asesinados y 8.341 fueron mutilados por terroristas financiados por Yasser Arafat, que se inmolaron en autobuses y cafés israelíes.
Cualquiera que lea la descripción del presidente de las guerras entre Israel y Hamás nunca sabrá que Israel ya no «ocupa» Gaza, y que los palestinos han podido construir allí un maravilloso Estado palestino «libre de Israel» durante los últimos 15 años. Esa omisión es absurda
No confíe usted en mi palabra. Mamduh Nofal, ex comandante militar del Frente Democrático para la Liberación de Palestina, reveló que después de Camp David «Arafat nos dijo: ‘Ahora vamos a luchar, así que debemos estar preparados'». Además, el líder de Hamás, Mahmoud al-Zahar, dijo en septiembre de 2010 que en el verano de 2000, tan pronto como Arafat comprendió que no se cumplirían todas sus demandas, dio instrucciones a Hamás, Fatah y las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa para que comenzaran a atacar a Israel. Y Mosab Hassan Yousef, hijo del fundador de Hamas, Sheikh Hassan Yousef, ha verificado que la Segunda Intifada había sido planeada previamente por Arafat.
Obama no solo no logra conectar con precisión la Segunda Intifada con el hecho de que Arafat no recibió todo lo que los palestinos pidieron en Camp David —exigencias que habrían impedido que Israel pudiera defenderse del terrorismo palestino—, sino que parece culpar a Israel de la intifada. Describe la visita en septiembre de 2000 del líder de la oposición de Israel y posterior primer ministro, Ariel Sharon, al Monte del Templo en Jerusalén, como «provocadora» y un «truco» que «enfureció a los árabes cercanos y lejanos».
Pero Obama omite mencionar que Sharon solo visitó el lugar después de que el Ministerio del Interior de Israel recibió garantías del jefe de seguridad de la Autoridad Palestina de que no surgiría ningún alboroto como resultado de la visita. De hecho, Jibril Rajoub, jefe de Seguridad Preventiva en Cisjordania, confirmó que Sharon podía visitar la sensible área siempre que no entrara a una mezquita ni rezara públicamente, reglas que Sharon cumplió. Aún más increíble, Obama describe el Monte del Templo como «uno de los lugares más sagrados del Islam», sin mencionar que es el lugar más sagrado del judaísmo.
Un lector inocente que no esté familiarizado con la región y su historia leerá todo esto y concluirá que simplemente estuvo mal que un líder judío entrara a un sitio religioso musulmán. Pero por otro lado, si supiera que es el sitio más sagrado para los judíos, lo más probable es que se preguntara qué hubo de malo en que Sharon haya ido allí; excepto que Obama omite esa parte, lo que lleva a cualquiera a concluir que Sharon actuó mal. Esa omisión, junto con ignorar los planes de Arafat para la intifada inmediatamente después del fracaso de las negociaciones de Camp David, solo puede llevar a concluir que Israel fue responsable de los cinco años de derramamiento de sangre durante la Segunda Intifada.
El primer ministro de Israel Ehud Barak, el presidente estadounidense Bill Clinton y el jefe palestino Yasser Arafat durante una de las reuniones de Camp David, Maryland, en julio de 2000. A pesar de las generosas ofertas de EEUU e Israel para la creación de un Estado palestino, Arafat no tenía intención alguna de aceptarlas y ya había planificado la “Segunda Intifada”
(Foto: Newsmakers)
Conflicto de Gaza: cero mención de la retirada israelí
La lección de historia de Obama continúa con la tensión entre Israel y Gaza. Sorprendentemente, no hace ninguna mención de la desconexión israelí de Gaza en 2005, cuando retiró todas sus tropas de la Franja y obligó a 9.000 ciudadanos judíos a abandonar sus hogares.
Cualquiera que lea la descripción del presidente de las guerras entre Israel y Hamás nunca sabrá que Israel ya no «ocupa» Gaza, y que los palestinos han podido construir allí un maravilloso Estado palestino «libre de Israel» durante los últimos 15 años. Esa omisión es absurda.
Finalmente, la descripción engañosa de Obama acerca de la respuesta de Israel al lanzamiento de cohetes de Hamás contra su población civil solo sirve para inflamar e incitar el sentimiento antiisraelí en todo el mundo. Esa respuesta, escribe, incluyó «helicópteros Apache israelíes que arrasaron barrios enteros» en Gaza; helicópteros que él identifica como provenientes de EEUU, un cuestionamiento sutil o no demasiado sutil de si Estados Unidos debería seguir proporcionando a Israel ayuda militar si se usa de esta manera.
Más importante aún, ¿qué quiere decir con «arrasar barrios enteros», aparte de dar a entender que Israel bombardea indiscriminadamente Gaza asesinando en forma deliberada a personas inocentes? ¿Y qué ser humano en la Tierra no se enojaría y condenaría a Israel por una acción tan inhumana?
El problema es que es falso. Israel apunta a los líderes terroristas y a los lanzadores de cohetes que disparan contra las ciudades israelíes. Trágicamente, los líderes de Hamás usan a palestinos inocentes como escudos humanos, escondiéndose detrás de ellos en vecindarios civiles y disparando cohetes contra Israel desde allí y desde hospitales y mezquitas. Israel hace todo lo posible por no matar a personas inocentes, incluso lanzando volantes que anuncian un ataque aéreo inminente, y cancela misiones para destruir lanzacohetes o matar líderes terroristas cuando hay demasiados civiles en el área. Israel ciertamente no lanza ataques de represalia que “arrasan barrios enteros”.
No tengo ningún problema con las críticas a Israel. Pero nadie debería aceptar un libro lleno de inexactitudes históricas, que invariablemente llevan a lectores ingenuos e ignorantes a llegar a conclusiones falsas. Un libro tan devastador tiene ramificaciones y consecuencias en la vida real
No tengo ningún problema con las críticas a Israel. Podemos debatir en discusiones intelectualmente honestas y, al final, es posible que tengamos que aceptar estar en desacuerdo sobre las políticas de Israel. Pero nadie debería aceptar un libro lleno de inexactitudes históricas, que invariablemente llevan a lectores ingenuos e ignorantes a llegar a conclusiones falsas. Un libro tan devastador tiene ramificaciones y consecuencias en la vida real.
Es terriblemente decepcionante. Seguramente habría esperado verdad, precisión y justicia de Barack Obama, el 44º presidente de Estados Unidos. Pero las falsedades e inexactitudes de sus memorias solo alimentan la teoría de que Obama es, de hecho, antiisraelí. Ahora, a través de A Promised Land, busca convencer a otros de que se unan a él.
*Político israelí, diputado en la 19ª Knesset.
Fuente: Jewish Journal ( jewishjournal.com).
Traducción NMI.