Sami Rozenbaum
Una oleada de indignación ha recorrido el mundo judío desde que, el pasado 13 de octubre, la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco por sus siglas en inglés) aprobara un “borrador de resolución” sobre la Ciudad Vieja de Jerusalén, específicamente sobre el Monte del Templo, que a todas luces desliga ese emplazamiento de la historia del pueblo judío. A continuación se examina en forma sintética la situación planteada
Es la explanada en la que el rey Salomón construyó el Templo de Jerusalén hace 3000 años, y donde este fue reconstruido 500 años más tarde (Segundo Templo). Por ende, se considera el lugar más sagrado para el Judaísmo; lo único que puede verse actualmente de la estructura del Templo es el Kotel o “Muro de los Lamentos”, que franquea parte de la explanada por su lado occidental. La sección superficial de este muro data de la época de Herodes, con adiciones posteriores; bajo la superficie se encuentran las bases de la época del Segundo Templo, es decir del siglo VI a.e.c., que actualmente pueden visitarse descendiendo al “túnel del Kotel”.
Numerosas excavaciones arqueológicas y abundante evidencia documental demuestran sin lugar a dudas la identidad del Monte del Templo y sus alrededores con el antiguo Reino de Judea, del cual Jerusalén fue capital desde la época de David (siglo X a.e.c.). Tras la destrucción del Segundo Templo en el año 70 y la rebelión de Bar Kojba en el siglo II, los romanos construyeron allí un santuario al dios Júpiter. La mezquita del Al-Aqsa y el Domo de la Roca, que hoy en día ocupan el Monte del Templo, fueron construidos a partir del siglo VIII y constituyen el tercer sitio más sagrado para el Islam, después de la Kaaba en La Meca y la ciudad de Medina, ambas en Arabia Saudita.
Tras la reunificación de Jerusalén en 1967, Israel delegó el control religioso del Monte del Templo en el waqf, autoridad islámica que venía gestionando el lugar desde la Edad Media, aunque por la Ley de Reunificación de 1980 toda Jerusalén es oficialmente la capital de Israel.
Siguiendo los procedimientos administrativos de la Unesco, el borrador fue sometido a consideración del Comité Ejecutivo por los representantes de Argelia, Egipto, Líbano, Marruecos, Omán, Catar y Sudán, todos ellos países oficialmente musulmanes. El borrador, cuyo lenguaje tiene una marcada impronta de la Autoridad Palestina, fue aprobado por el Comité integrado por 58 países, y ratificado el 18 de octubre.
Vea el texto de la resolución (en inglés) aquí: http://bit.ly/2daY5bm
El título comienza definiendo el tema con el ítem “Palestina ocupada”, lo que desde un principio constituye una definición sesgada, puesto que según la legislación internacional se trata de territorios en disputa. El tema central se denomina “Mezquita Al-Aqsa/Al-Haram Al-Sharif y sus alrededores”, es decir, el nombre que dan los musulmanes al lugar; esta designación se reitera numerosas veces a lo largo del texto, sin colocar en ningún momento el nombre judío, Monte del Templo o Har Habait.
La resolución reconoce la importancia de la Ciudad Vieja de Jerusalén para las tres religiones monoteístas, pero acusa a Israel —al que califica siempre con la coletilla de “potencia ocupante”— por sus excavaciones arqueológicas, por presuntas “agresiones al Departamento del waqf y su personal”, por presuntos “continuos ataques” y “provocaciones” contra la mezquita de Al-Aqsa “por parte de extremistas de extrema derecha y fuerzas militares”, y por “agresiones contra civiles, incluyendo figuras religiosas islámicas”. Incluso “deplora” proyectos de construcción de Israel como el tren ligero para Jerusalén Oriental, varios centros culturales planificados en áreas cercanas y un ascensor previsto para el área del Kotel, que el documento denomina Plaza Al-Buraq.
El Monte del Templo ha sido motivo de tensiones entre Israel y los palestinos durante muchos años. En 2015, la Autoridad Palestina inició una intensa campaña propagandística en la que acusa a Israel de pretender alterar las normas de uso, e incluso dañar o destruir las mezquitas del lugar, lo cual es absurdo, pero ha estado en el origen de los múltiples ataques terroristas que han tenido lugar en el último año.
De hecho, la situación es exactamente la opuesta a lo que afirma la resolución de la Unesco: el acuerdo con el waqf no permite que judíos o cristianos recen en la explanada, aunque debería ser su derecho, sobre todo para los judíos, que de este modo sufren un verdadero apartheid. Por añadidura, desde hace algún tiempo el waqf contrata a hombres y mujeres para que hostiguen a los visitantes no musulmanes de la explanada; esta violencia la ejercieron el año pasado incluso contra un grupo de congresistas estadounidenses.
Si bien es cierto que algunos judíos, sobre todo ultraortodoxos, han intentado rezar en el Monte del Templo, el actual gobierno israelí de hecho ha prohibido a los propios diputados de la Knesset acudir al lugar para no tener que dar excusas al waqf y evitar la violencia.
En cuanto a las excavaciones arqueológicas, Israel siempre se ha caracterizado por respetar a todas las religiones y aplicar los más rigurosos procedimientos científicos en sus investigaciones. Por el contrario, en 1999 el waqf cavó sin control alguno una enorme fosa en el Monte del Templo para agrandar una mezquita subterránea que también había sido construida sin permiso, según reveló en su momento Gabriel Barkai, de la Universidad de Bar Ilán. Tal como ha informado NMI en varias oportunidades, la Autoridad de Antigüedades de Israel lleva a cabo desde entonces un análisis cuidadoso de la “basura” así desechada por el waqf, en la que se encuentran ahora mezclados restos invaluables de todos los períodos históricos del lugar. También ha habido numerosas denuncias de que los musulmanes destruyen sistemáticamente los artefactos judíos que hallan durante sus propias excavaciones.
En cuanto al respeto a los lugares sagrados, los propios palestinos utilizan con frecuencia el interior de la mezquita de Al-Aqsa para almacenar rocas y elementos pirotécnicos, para arrojarlos desde allí contra los soldados israelíes y a veces contra los judíos que oran debajo, frente al Kotel.
Debe tomarse en cuenta que la Unesco, al igual que los demás organismos internacionales, no es un ente abstracto, sino que sus decisiones las adoptan los países que la integran. Del Comité Ejecutivo de 58 países, hubo 24 votos a favor, 6 en contra, 26 abstenciones y dos “ausentes”.
Los países que votaron en contra fueron Alemania, Estados Unidos, Estonia, Lituania, Países Bajos y el Reino Unido. Entre los que votaron a favor llama la atención la presencia de Brasil, República Dominicana, México y Rusia, que supuestamente tienen muy buenas relaciones con Israel. En cuanto a los que se abstuvieron —y con ello permitieron que la resolución pasara— hay numerosos países europeos y latinoamericanos como Argentina, El Salvador, Francia, Grecia, Haití, Italia, Paraguay, España, Suecia y Trinidad-Tobago.
La abstención puede interpretarse como la búsqueda de un “equilibrio” acomodaticio, no comprometedor, pero en realidad constituye una acción inamistosa hacia Israel y el pueblo judío, al desconocer su innegable vínculo con su lugar más sagrado. Además, al centrarse en las denominaciones islámicas, la resolución también desconoce los lazos del Cristianismo con el lugar.
Concretamente ninguna, ya que no se trata de una decisión vinculante. Sin embargo, su objetivo evidente es refutar el vínculo indisoluble entre el pueblo judío y el Monte del Templo, y por ende con Jerusalén. Así, se busca desacreditar la noción de que Eretz Israel es la tierra ancestral del pueblo judío, por lo que el sionismo pierde sentido. En otras palabras, esta resolución es una pieza más de la “guerra por otros medios” contra la propia existencia del Estado de Israel.
Tras su aprobación, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, así como el propio secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, se distanciaron en un lenguaje diplomático de la resolución, persuadidos de que con ella la Unesco degrada profundamente su credibilidad ante el mundo y ante la historia.