Gila Hubschmann de Falcón
Querida Kehilá:
En los días previos a Rosh Hashaná reflexionamos sobre cómo fue nuestro año. Lo que vivimos, los éxitos, lo que debemos mejorar, aquellas cosas que no logramos pero que nos proponemos alcanzar para el próximo año. También es tiempo de agradecer por todo lo vivido, recibido y aprendido.
En esta oportunidad, al voltear la cabeza hacia el comienzo del año que está por terminar, nos damos cuenta de que nuestra reflexión comenzó hace varios meses. Un evento inédito nos envió a todos a casa. Un aislamiento obligado, el confinamiento, las limitaciones sociales, parecieron apoderarse de nuestras vidas, que en muchos casos transitaban caminos que van más allá de la libertad. Para otros la situación los puso cerca de sus seres más queridos, dándoles una oportunidad que quizá habían perdido. A otros, por el contrario, los ha mantenido más alejados. Lo que sí es cierto es que a todos nos tocó aprender, ajustarnos con resiliencia, aceptar, ceder, conceder. La convivencia descubrió en casi todos los hogares espacios, facetas y caras desconocidas, incluso en aquellos casos en que tocó encontrarse a uno mismo, y aprender a convivir con un yo que muchas veces nos era desconocido.
Se generaron, desarrollaron y fortalecieron nuevos ámbitos y formas de encuentro social, pues el hombre requiere de sus semejantes, precisa de su contacto diario, de la comunicación permanente.
A pesar de que durante el inicio de esta histórica pandemia nos sentimos paralizados, poco a poco la tecnología nos permitió trasladarnos y encontrarnos en un mundo virtual. Conseguimos, a través de las diferentes plataformas digitales, aplicaciones que nos han llevado de un modo u otro a continuar parte de nuestras actividades habituales: estudiar, trabajar, jugar, cocinar, hacer ejercicios, celebrar en familia, recaudar fondos para diferentes causas, y una infinidad de encuentros y eventos que nos han dado la oportunidad de acompañarnos y apoyarnos.
El espacio virtual se ha convertido en ese punto de encuentro para las comunidades judías que han podido intercambiar e interactuar como nunca antes, dando mayor acceso a la información, al conocimiento, a la discusión, a la participación y, en consecuencia, al fortalecimiento de nuestros inquebrantables lazos como pueblo y con Éretz Israel.
Con la anterior reflexión no pretendo tapar la terrible pandemia que alcanza al mundo entero, y que ha cobrado miles de vidas; sin embargo, considero fundamental llevarnos, como parte de un gran aprendizaje del año que termina, cómo el valor humano y la virtud de la resiliencia nos permiten trasformar la adversidad en oportunidad. Esta no es sino una de las grandes características del pueblo judío.
A pesar de que durante el inicio de esta histórica pandemia nos sentimos paralizados, poco a poco la tecnología nos permitió trasladarnos y encontrarnos en un mundo virtual. Conseguimos, a través de las diferentes plataformas digitales, aplicaciones que nos han llevado de un modo u otro a continuar parte de nuestras actividades habituales
Muchas han sido las pruebas que hemos pasado en nuestra historia, pero a pesar de las pérdidas y el dolor, hemos seguido siempre adelante y aquí estamos, una vez más, reflexionando, anhelando, deseando. Aquí estamos una vez más enseñando a nuestros hijos quiénes somos, nuestra historia y cómo debemos seguir. Aquí estamos, después de 5780 años de historia, listos para celebrar un año venidero colmado de dulces bendiciones, para anhelar la tan ansiada paz para Am Israel. Recordar que somos un pueblo milenario, que se mantiene y fortalece con sus costumbres y tradiciones en cada generación, con una identidad inquebrantable y de raíces profundas, un pueblo que no olvida su historia, y que recuerda la presencia de Hashem en cada momento de sus vidas.
En un mundo confuso, con rumbos poco claros, enfrentamos grandes retos. El reconocimiento mutuo entre los seres humanos, como fundamento para la vida, trabajar el respeto, la tolerancia y la aceptación, como punto de partida para construir mejores sociedades que no den cabida a las desigualdades, a la intolerancia. Ser parte del pueblo judío nos hace poseedores de importantes herramientas para ser mejores personas. No olvidemos de dónde venimos, recordemos quiénes somos y estaremos claros en hacia dónde vamos.
Esperemos el nuevo año unidos en la distancia, un nuevo año colmado de dulces bendiciones, de salud, de paz y unión para nuestra kehilá, para Venezuela y todo Am Israel. Que seamos todos inscritos y sellados en el libro de la vida, y que el sonido del Shofar resuene en nuestra alma y nuestros corazones.Desde esta tribuna de NMI como espacio de encuentro de nuestra kehilá, deseo a todos ¡Shaná Tová Umetuká!
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