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E l 3 de octubre, una delegación de 400 funcionarios de al-Fatah, encabezados por el primer ministro de la Autoridad Palestina, Rami Hamdala, llegaron a Gaza para rendirse oficialmente ante Hamás.
La ceremonia no fue anunciada como una rendición, pero lo fue; y también fue una rendición para Egipto.
¿Cómo es posible? En junio se cumplieron diez años de que, tras un breve y mortal asalto de los terroristas de Hamás contra las fuerzas de al-Fatah en Gaza, estas últimas debieron huir a Israel buscando protección. Los políticos de al-Fatah también se escurrieron hacia Ramala, controlada por su partido y protegida por Israel. Desde entonces, Hamás ha sido la autoridad oficial en la Franja de Gaza; su personal es responsable de la seguridad interna y de vigilar las fronteras con Egipto e Israel.
A pesar de su humillante derrota, al-Fatah y el gobierno de la AP continuaron financiando a Gaza, incluyendo los salarios de las fuerzas de seguridad de al-Fatah que se volvieron terroristas de Hamás. La AP pagaba las facturas de electricidad a Israel, y a los hospitales israelíes que continuaron prestando servicio a los habitantes de Gaza.
Internacionalmente, la AP defendió a Hamás y sus constantes guerras contra Israel. La AP y al-Fatah, dirigidas por el presidente vitalicio Mahmud Abbas, continuaron utilizando las operaciones defensivas de Israel como un medio para incrementar su guerra política contra el Estado judío. Su última victoria ha sido la decisión de la Interpol de permitir a la AP unirse a esa organización, a pesar de su apoyo y financiamiento abierto al terrorismo.
Durante la mayor parte de la pasada década, la AP-Fatah invirtió más de la mitad de su presupuesto, financiado por Estados Unidos y la Unión Europea, en Gaza. La apoyó durante tres administraciones de EEUU, y ante grupos de supervisión de la UE. Ninguna presión del Congreso estadounidense, ni declaraciones de sus enviados presidenciales, hicieron mella en la devoción de Abbas por pagar los salarios de los terroristas y funcionarios de Hamás. Pero entonces, en abril pasado, Abbas cerró la chequera.
Ostensiblemente, lo hizo porque estaba bajo presión del Congreso de EEUU, que actualmente está en las etapas finales de aprobar la ley Taylor Force, que le hará un poco más difícil al Departamento de Estado seguir financiando a la AP. Pero fuentes palestinas reconocen abiertamente que la presión del Congreso no tuvo nada que ver con esta decisión.
Abbas frenó abruptamente el apoyo económico a Hamás en retaliación por la decisión de ese grupo de establecer relaciones con su rival, Muhamad Dahlan.
Dahlan fue el hombre fuerte de Gaza desde 1994, cuando se estableció la AP, hasta 2007, cuando Hamás expulsó a las fuerzas de al-Fatah. Habiendo sido uno de los aliados más cercanos de Abbas, desde 2011 ha sido su archienemigo. Abbas, quien se encuentra en el duodécimo de su supuesto período de cuatro años en el gobierno, ve a Dahlan como la principal amenaza a su reinado. Por ello lo expulsó del partido, obligándolo a trasladarse con su importante grupo de seguidores hacia los Emiratos Árabes Unidos, donde goza de vínculos muy cercanos con el régimen.
Los Emiratos son aliados del presidente egipcio, Abdel Fatah al-Sisi. Ambos ven a la organización madre de Hamás, los Hermanos Musulmanes, como su enemigo mortal. Por ello, al igual que Arabia Saudita, se pusieron del lado de Israel durante la guerra de 2014 contra Hamás.
Desde mayo de este año, los Emiratos, Arabia Saudita y Egipto están en conflicto con Catar, patrocinador desde hace tiempo de los Hermanos Musulmanes y Hamás; pero con la bendición de sus anfitriones, Dahlan comenzó a establecer lazos con Hamás.
Consciente de estas relaciones de Dahlan con los Emiratos y, a través de ellos, con al-Sisi, Hamás —que ha sufrido por la guerra de Egipto en su contra, y particularmente el cierre de su frontera con Gaza— aprovechó rápidamente la iniciativa de Dahlan. Así, en mayo Hamás cortó formalmente sus relaciones con los Hermanos Musulmanes. A cambio, al-Sisi permitió que el cruce fronterizo de Rafah permaneciera abierto más horas, y que los gazatíes transitaran por Egipto en camino a su peregrinación a Arabia Saudita, entre otras cosas. Hamás comenzó a considerar a Dahlan como una alternativa a Abbas, y los Emiratos accedieron a financiar a Hamás.
Ante este escenario, Abbas envió a sus representantes a las conversaciones de reconciliación en El Cairo, porque el doble juego de Hamás lo puso de rodillas.
Por otra parte, durante los últimos meses Hamás ha estado reconstruyendo su relación con Irán. Una delegación importante del grupo asistió a la re-juramentación del presidente Hassan Ruhani, el mes pasado; allí mantuvieron reuniones con altos funcionarios iraníes. Luego, el líder de Hamás en Gaza, Yahya Sinwar, calificó las relaciones con Irán como “fantásticas”, afirmando que ese país es “el principal apoyo financiero y militar” del aparato terrorista de Hamás.
Preocupado por la creciente influencia de Teherán en Gaza, y a través de ella en el Sinaí, donde enfrenta una insurgencia apoyada por ISIS, el presidente egipcio tiene interés en moderar las relaciones clientelares de Hamás con Irán. Así, al igual que Abbas decidió reanudar su financiamiento a Hamás para mantener a raya a Dahlan, al-Sisi ha decidido abrazar a Hamás para mantener a raya a Irán. En ambos casos, por supuesto, Hamás gana.
Al igual que Abbas decidió reanudar su financiamiento a Hamás para mantener a raya a Dahlan, al-Sisi ha decidido abrazar a Hamás para mantener a raya a Irán. En ambos casos, por supuesto, Hamás gana
Hamás hizo una sola concesión: disolver la autoridad civil de gobierno que creó a raíz de la interrupción del financiamiento de la AP; a cambio, ahora queda libre para preparar su próxima guerra contra Israel.
La ceremonia de rendición del 3 de octubre dice dos cosas. Primero, es un sinsentido creer que al-Fatah está remotamente interesado en derrotar a Hamás; la única preocupación de Abbas es permanecer en su feudo de Ramala, protegido por Israel. Para ello está dispuesto a financiar —con dinero de los contribuyentes de EEUU y la UE— otras diez guerras de Hamás contra Israel.
En segundo lugar, debemos contener nuestro entusiasmo por el régimen de al-Sisi y el apoyo de los Emiratos. Su alianza con Israel es táctica y de alcance limitado. Su decisión de ponerse del lado de Israel durante la Operación Margen Protector podría no repetirse en la próxima guerra.
*Columnista y escritora, experta en política y diplomacia del Medio Oriente.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción y versión NMI.