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Rabino Samuel Garzón
Este artículo lo escribí, inspirado en las enseñanzas del Rab Shimshon David Pinkus, ZT’L.
En el Yalkut Shimoni está escrito, con respecto al versículo que reza: “Y os saqué a vosotros del sufrimiento en Egipto y os rescaté de vuestra servidumbre” (Éxodo 6:6): “Dijo Rab Huná en nombre de Bar-Kapará: por el mérito de cuatro aspectos, fueron redimidos los judíos de Egipto. Por no haber cambiado sus nombres. Por no haber cambiado su lenguaje. Por no haber hablado mal los unos a los otros (Lashón Hará). Por convivir en un alto nivel de respeto y recato interpersonal”.
Es sabido que nuestros ancestros hablaban en Lashón Hakodesh –hebreo bíblico–, y esto los ayudó a mantener un estándar respetuoso de comunicación, característico del idioma mismo. Las palabras emitidas por ellos eran “puras”. Así es como lo describe Maimónides en su libro La guía de los perplejos: ¿por qué el hebreo bíblico (idioma) es llamado lenguaje sagrado? Porque en este idioma no existen términos, ni palabras que irrespeten la dignidad del ser humano, sino que es un lenguaje sacro y limpio.
De aquí aprendemos que si alguien llegase a expresarse con palabras grotescas o no acordes con la dignidad del ser humano, entonces no está empleando un lenguaje digno y meritorio de ser abolido de la esclavitud.
Y ver este tipo de conducta de nuestros antepasados en Egipto es realmente admirable, ya que ese ambiente se conocía como la cima de la perversión en todos los ámbitos del desarrollo humano: pensamiento, lenguaje y acción. Y con todo y eso, supieron no dejarse influenciar, para ser libres.
La moraleja de este estudio es muy actual y nos habla a nosotros, quienes también nos rodeamos en ambientes “modernos” con niveles de recato y respeto en decadencia o ya decaídos, donde el secreto de nuestro éxito material y espiritual, particular y colectivo, dependerá de la pureza lingüística con que nos expresemos.
Y no por casualidad la festividad de la independencia judía como Pueblo Elegido Hashem la llama con el nombre de Pésaj. Al desglosarlo, conduce a dos palabras: Pe, “boca”, y Saj, “que habla”. O sea, gracias a lo que se habla por la boca y cómo se expresa es que tendremos la libertad de nuestros opresores y sufrimientos, tal y como lo consiguieron nuestros antepasados en Egipto.
El hombre más sabio de la humanidad, el Rey Salomón, en su libro Eclesiastés (Kohelet 6:7), escribe: “Todo el esfuerzo de la persona está destinado a su boca”. Esto nos llama la atención: ¿cómo un detalle tan pequeño que a veces no tomamos en consideración es capaz de definir tanto?
Por el contrario, si nos concentramos en nuestro lenguaje fluido y limpio, incluso en momentos de apremio, cuando se dificulta mantenernos ponderados y ecuánimes, veremos cómo se llena de gracia la vida de manera indescriptible y seremos libres de aquellas cadenas de la sociedad que decae en valores y en dignidad. Así lograremos salir a flote y santificar el nombre de los Cielos aquí en la Tierra, tal y como reza el profeta Isaías (49:3): “Mi Pueblo fiel, Israel, en quien Yo mostraré Mi gloria”.
Pésaj Kasher VeSaméaj
(“Que nuestra boca, que habla, esté kasher y alegre”).
En el Yalkut Shimoni está escrito, con respecto al versículo que reza:<i> “Y os saqué a vosotros del sufrimiento en Egipto y os rescaté de vuestra servidumbre” (Éxodo 6:6)