Ana Jerozolimski*
El ataque masivo de Irán a Israel no hace olvidar el tema central con el que lidia Israel desde hace más de medio año: todo lo derivado de la masacre perpetrada por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre, uno de cuyos resultados es el hecho que 133 personas, en su mayoría israelíes y también algunos pocos extranjeros, siguen secuestrados en manos de Hamás en Gaza.
Y en estas líneas, decidimos abordar un aspecto especialmente duro de lo sucedido.
Lo peor del 7 de octubre, casi de más está aclararlo, fueron los asesinatos, las violaciones, torturas y mutilaciones, los secuestros, todo el sufrimiento causado por los terroristas a la población israelí, en un asalto salvaje cuyas víctimas principales fueron civiles —varias decenas de menores entre ellos—, aunque también soldados.
Pero más allá de eso, que naturalmente es para nosotros lo prioritario, lo más duro del 7 de octubre fue la postura de la población palestina.
No de los terroristas, ya que si bien lograron sorprender a Israel con la envergadura de su ataque, su naturaleza asesina era bien conocida.
Jóvenes palestinos que hoy lloran en las redes sociales por la destrucción en Gaza, quedaron registrados en capturas de pantalla absolutamente felices por los asesinatos y los secuestros, diciendo que el 7 de octubre era el mejor día de sus vidas. Hoy dicen que la masacre no ocurrió. El 7 de octubre la celebraron
Nos referimos a la población. La población civil. Hombres, mujeres y niños que salieron a festejar por las calles de Gaza al enterarse de lo que Hamás había hecho. Hombres, mujeres y niños que celebraban felices por las calles de Gaza al paso de los vehículos manejados por los terroristas, con civiles israelíes secuestrados, niños entre ellos. Jóvenes palestinos que hoy lloran en las redes sociales por la destrucción en Gaza, quedaron registrados en capturas de pantalla absolutamente felices por los asesinatos y los secuestros, diciendo que el 7 de octubre era el mejor día de sus vidas. Hoy dicen que la masacre no ocurrió. El 7 de octubre la celebraron.
Y saquearon… Eso es lo más liviano.
Una de las peores escenas de ese horror fue la de la camioneta con el cuerpo medio desnudo de Shani Louk, una joven secuestrada de la fiesta Nova, en medio de varios terroristas armados, cuando se acerca un jovencito, casi niño, de franela roja y le escupe. No, él no la mató, ni tampoco fue él quien la violó. Pero esa escupida dijo mucho sobre los conceptos y valores con los que crece la población civil en Gaza.
Y no, no ahora porque están furiosos con la destrucción. No ahora sino entonces, el 7 de octubre.
El cadáver de la joven Shani Louk, llevado como trofeo a Gaza, fue golpeado y escupido por una muchedumbre entusiasta, incluido este adolescente. Lo único que se recuperó del cuerpo de Louk fue un fragmento del cráneo, identificado por su ADN
(Foto: redes sociales palestinas)
El 7 de octubre, día de la masacre en la que fueron asesinados 1200 israelíes, masacre por la que se interrumpió el flujo de unos 18.000 palestinos que entraban diariamente a trabajar en Israel para mantener dignamente a sus familias. Perdieron todo eso al instante… pero celebraban, porque habían muerto judíos. Dicho sea de paso, los terroristas mataron también a israelíes musulmanes y a extranjeros de otros credos que trabajaban en Israel.
Hagar Brodetch, secuestrada junto a sus tres hijos y la pequeña Avigail Idan, hija de los vecinos, contó sobre los golpes y tirones de cabello que recibió de parte de civiles al paso de la carreta en la que los llevaban. Y no fue la única. Y lo peor es que estuvo cautiva en casa de una familia, de civiles, como muchos otros.
Mia Schem, secuestrada de la fiesta Nova, contó que un médico que la “atendió” en Gaza —entre comillas, porque lo que hizo no fue curarle realmente ninguna herida sino empeorarla— le dijo, con cara de odio, que nunca volvería a su casa.
Mia Schem en un video de Hamás en que mostraban que estaba siendo “atendida”
(Foto: redes sociales palestinas)
Pero el peor horror en cuanto al rol de los civiles fue su participación directa en el ataque del 7 de octubre. Tras la primera oleada de terroristas, en el segundo y tercer grupo de asalto al sur de Israel entraron también civiles. Hay videos, registros, donde se los ve cruzando felices la valla, inclusive un hombre con bastón, para saquear, robar de todo en los kibutzim fronterizos. Destruyeron. Y lo peor, secuestraron.
Sí, civiles palestinos secuestraron civiles israelíes.
La enfermera del hospital Soroka Nili Margalit, residente del kibutz Nir Oz, dijo terminantemente que a ella la secuestraron civiles, y la vendieron a Hamás junto a la boca de un túnel.
A los padres de la secuestrada Liri Elbag les llegó información según la cual ella estaba cautiva en una casa donde era obligada a hacer de todo, a limpiar, cocinar, sin que pudiera comer casi nada.
Otro “aporte” claro de los civiles palestinos al ataque terrorista fue el de quienes trabajaban en los poblados israelíes y dieron información exacta a Hamás sobre los lugares que conocían, con datos precisos sobre qué había en cada casa, si había perro o armas
Izhar Lifshitz, cuyos padres fueron secuestrados de su casa en Nir Oz —su madre fue liberada en noviembre y su padre, octogenario, aún está en manos de Hamás— dice que le consta claramente no solo que civiles secuestraron, sino que también asesinaron.
Otro “aporte” claro de los civiles palestinos al ataque terrorista fue el de quienes trabajaban en los poblados israelíes y dieron información exacta a Hamás sobre los lugares que conocían, con datos precisos sobre qué había en cada casa, si había perro o armas. “No tengo dudas de que dieron toda la información”, nos dijo furioso Yaakov (Yánkale) Argenthau, del kibutz Kfar Aza, mientras contaba todo a un representante de la Cruz Roja que visitaba a los evacuados al kibutz Shfaim. “Se sentaban a almorzar con mi esposa y conmigo, y luego ayudaron a los terroristas, no tengo dudas. Que ni sueñen con venir nunca más a trabajar en Israel”.
Yaakov Argenthau fue un buen anfitrión para los gazatíes que luego le dieron información a Hamás. Aquí muestra las fotos de los gemelos Berman, de Kfar Aza, quienes permanecen secuestrados en Gaza
(Foto: Semanario Hebreo Jai)
También el Dr. Ron Lobel, ex vicedirector del hospital Barzilai de Ashkelon y residente de la localidad de Netiv Haasará, donde hubo 21 asesinados, está seguro de que sabe quién dio la información a los terroristas. “Sabían todo, dónde estaba cada cosa, porque el trato era de confianza. Y después hicieron lo que hicieron. Lo sabemos”.
Ya a comienzos de diciembre, una encuesta de opinión pública realizada por el instituto de sondeos de Khalil Shikaki de Ramala, mostró que más del 70% de los palestinos estaban de acuerdo con la masacre. Y eso sigue igual.
¿Puede haber otra forma de evaluar todo esto que no sea diciendo que también la población civil tiene su parte de culpa? Ellos no organizaron la masacre ni la buscaron. Pero la celebraron y aportaron a ella.
Evidentemente, no todos.
El problema de fondo en una zona como Gaza en la que hay altos porcentajes de población muy joven, es que toda esa población ha crecido bajo la égida del odio venenoso de Hamás. La Autoridad Palestina también aporta lo suyo. Hace ya 17 años que ese es el ambiente, y no es que antes fuera pastoral
El problema de fondo, profundo realmente, en una zona como Gaza en la que hay altos porcentajes de población muy joven, es que toda esa población ha crecido bajo la égida del odio venenoso de Hamás. Crecen desde el 2007 con la incitación al terrorismo y la guerra santa promovida por Hamás. La Autoridad Palestina también aporta lo suyo. Hace ya 17 años que ese es el ambiente, y no es que antes fuera pastoral.
La población palestina de hoy es lamentablemente, en gran medida, resultado de ese odio. Y no, no por la destrucción actual que evidentemente no aporta nada al acercamiento. El 7 de octubre, antes de la destrucción, antes de la reacción israelí, antes de la guerra, civiles palestinos apoyaron la masacre de Hamás; secuestraron, mataron, golpearon, robaron, saquearon, destruyeron, festejaron el horror.
La Autoridad Palestina hasta ahora no ha condenado lo perpetrado el 7 de octubre, sino que, por el contrario, lo ha elogiado.
Ese es el mensaje que recibe la población palestina por doquier. Por lo tanto, no hay de qué sorprenderse. Pero hay mucho que lamentar.
Marcha en apoyo a Hamás en Nablus, Samaria, en octubre pasado. También en Cisjordania festejaron la masacre, y la siguen apoyando
(Foto: redes sociales palestinas)
*Internacionalista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente: semanariohebreojai.com.
Versión NMI.