Pablo Sklarevich
L a piedra que tira un tonto al pozo ni mil sabios pueden sacarla, dice el viejo refrán.
Indudablemente, el soldado israelí que remató a un terrorista palestino malherido que yacía inmovilizado en el suelo en Hebrón, no le hizo ningún servicio a Israel; pero sí un enorme favor a la causa palestina.
Obviamente el conflicto persiste, en gran medida, porque los palestinos tienen fe —al igual que a fines de los años cuarenta— de que aún pueden ganarlo. Sin embargo, en los últimos años, bajo la dirección del presidente Mahmud Abbas, parecen haber dejado de lado el camino de las negociaciones formales como la mejor manera de servir a sus objetivos, para focalizar su estrategia en deslegitimar a Israel y promover iniciativas políticas y diplomáticas unilaterales, con el fin de generar un especie de equilibrio de “terror” político y legal contra la dirigencia israelí.
La Autoridad Palestina no solamente intentó ser reconocida unilateralmente como Estado, para tratar de eludir negociaciones bilaterales que probablemente habrían arrancado dolorosas concesiones mutuas; sino que también logró alterar las reglas del juego, al convertirse en miembro de la Corte Penal Internacional en La Haya, habilitando una nueva plataforma desde donde hostigar a los líderes israelíes.
En este contexto, los altos mandos, bajo la dirección del ministro de Defensa, Moshé Yaalon, y el jefe del Estado Mayor, Gadi Eizenkot, entendieron que el procesamiento impecable del soldado no es solamente una necesidad para la disciplina jerárquica de la institución castrense que exige reglas de combate específicas; sino que también es clave en el contexto de las presiones internacionales a las que está sometido el Estado.
Paradójicamente, el incidente de Hebrón ocurrió mientras la escalada de violencia palestina, que comenzó hace cerca de seis meses, parece estar disipándose. Por eso, el sorpresivo pedido de encuentro de Abbas al primer ministro, Benjamín Netanyahu, podría guardar relación con otros acontecimientos regionales. Tal vez Abbas presiente que el acercamiento entre Israel y Turquía, y el diálogo abierto entre Egipto y el movimiento islamista Hamás, lo están aislando.
Fuente: Aurora. Versión NMI.